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Acerca de la MEDITACIÓN
Extractos de “El estado creativo de la
mente”, de Jiddu Krishnamurti.
Interlocutor: ¿Puede adquirirse la mente religiosa por la meditación?
Krishnamurti:
Lo primero que hay que comprender es que no podéis adquirirla, no podéis
obtenerla, no puede ella producirse por medio de la meditación. Ninguna virtud,
ningún sacrificio, ninguna meditación, nada del mundo puede comprar esto. Para
que eso sea, tiene que cesar totalmente este sentido de alcanzar, de realizar,
de ganar, de comprar. No podéis utilizar la meditación. Aquello de que he
estado hablando es meditación. La meditación no es un medio para algo.
Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana qué es verdadero y qué es
falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis, algo en
lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones ‑eso es
autohipnosis, cosa sin madurez, pueril. Mas el vigilar todos los momentos del
día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la
defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo
esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación.
Sin poner el buen cimiento no hay meditación, y poner el buen cimiento es estar
libre de ambición, de codicia, de envidia y todas las cosas que hemos creado
para nuestra autodefensa. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es
la meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente
vigilándome, lo ambicioso que soy o que no soy. No me lo tiene que decir otro;
lo sé. Arrancar la raíz, el tronco, el fruto de la ambición, verla y destruirla
totalmente es absolutamente necesario. Como veis, queremos llegar muy lejos sin
dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último.
No hay otro paso.
…
La meditación,
que me propongo indagar con vosotros, tiene para mí una enorme importancia,
mientras que tal vez para vosotros sea una palabra de esas que utiliza uno más
bien ocasionalmente. Quizá para vosotros signifique un método para lograr un
resultado, para llegar a alguna parte; y puede implicar la repetición de
palabras y frases para calmar la mente, y la actitud de la súplica. Mas, para
mí, la palabra ‘meditación’ tiene un significado extraordinario; y para
penetrar en él plenamente, que es lo que pienso hacer, tenemos primero que
comprender, creo, el poder que crea ilusión.
La mayoría de nosotros vivimos en un
mundo de meras apariencias. Todas nuestras creencias son ilusiones; carecen de
toda validez. Y para desnudar la mente de toda clase de ilusión y del poder de
crearla, hace falta una percepción realmente clara, aguda, la capacidad de
razonar bien, sin ninguna evasión, ninguna desviación.
Un cerebro que no tenga temor, que no
se oculte tras secretos deseos, un cerebro que esté muy quieto, sin ningún
conflicto, una mente así es capaz de descubrir lo verdadero, de descubrir si
hay Dios. No me refiero a la palabra ‘Dios’, sino a lo que esa palabra
representa, algo no medible en términos de palabras o de tiempo, si es que
existe tal cosa. Para descubrir, por cierto tiene que terminar toda forma de
ilusión y el poder de crearla. Y el despejar la mente de toda ilusión es, para
mí, la vía de la meditación.
Creo que por la meditación se llega a
un vasto campo de inmenso descubrimiento: no invención, no visiones, sino algo
enteramente distinto que está de hecho más allá del tiempo, más allá de las
cosas que han sido concebidas por la mente del hombre a través de siglos de
búsqueda.
Si uno quiere realmente descubrir eso
por sí mismo, tiene que poner la adecuada fundación, y el poner la acertada
base es la meditación. Copiar un modelo, ir tras un sistema, seguir un método
de meditación, todo eso es demasiado infantil, demasiado falto de madurez, es
tan sólo imitación y no conduce a ninguna parte, aunque produzca visiones.
La correcta base para descubrir si
existe una realidad detrás de las creencias que la propaganda ha impuesto sobre
la mente de cada uno, solo se produce por el autoconocerse. El propio hecho de
conocer acerca de uno mismo es meditación. Saber sobre sí mismo no es saber lo
que uno debería ser; eso no tiene validez ni realidad, es simplemente una idea,
un ideal. Pero comprender lo que es, el hecho efectivo de lo que uno es, de
instante en instante, eso requiere que la mente se libere del condicionamiento.
Entiendo por ‘condicionamiento’, todas
las imposiciones que ha hecho sobre nosotros la sociedad, la religión, a través
de la propaganda, de la insistencia, de la creencia, del miedo, del cielo y el
infierno. Incluye el condicionamiento de la nacionalidad, del clima, de la
costumbre, de la tradición, de la cultura como francés, hindú o ruso, y las
innumerables creencias, supersticiones, experiencias, que forman todo el
trasfondo en que vive la conciencia y que se ha establecido por el propio deseo
de estar seguro. Y la investigación de ese trasfondo y su destrucción es lo que
constituye la colocación de la correcta base para la meditación.
Sin libertad, no podemos ir muy lejos;
sólo deambulamos dentro de la ilusión, que no tiene sentido alguno. Si queremos
descubrir si hay o no realidad, si queremos de veras ir hasta el fin mismo de
ese descubrimiento ‑no meramente jugar con ideas, por muy agradables,
intelectuales, razonables o aparentemente sanas que sean- tiene que haber
primero libertad, liberación del conflicto. Y eso es sumamente difícil. Es
bastante fácil eludir el conflicto; podemos seguir algún método, tomar una
píldora, un sedante, una bebida, y ya no somos conscientes del conflicto. Pero
para entrar a fondo en toda la cuestión del conflicto, hace falta atención.
Atención y concentración son dos cosas
diferentes. La concentración es exclusión, estrechar la mente o el cerebro para
enfocar aquello que se desea estudias, observar. Eso se comprende con bastante
facilidad. Y la concentración excluyente crea distracciones ¿no es así? Cuando
deseo concentrarme y la mente divaga sobre alguna otra cosa, esa otra cosa es
una distracción, y por tanto hay un conflicto. Toda concentración implica
distracción, conflicto y esfuerzo. Por favor, no os limitéis a seguir mis
palabras, mis explicaciones, sino seguid en realidad vuestros propios
conflictos, vuestras distracciones, vuestros esfuerzos. El esfuerzo implica
conflicto ¿no es así?; y sólo hay esfuerzo cuando queréis ganar, alcanzar,
evitar, seguir o negar.
Este, si puedo decirlo así, es un
punto muy importante que hay que comprender: que la concentración es exclusión,
resistencia, reducción del poder del pensamiento. La atención no es en absoluto
el mismo proceso. La atención es inclusiva. Sólo podemos atender cuando la
mente no tiene barreras. Es decir, puedo ver ahora los muchos rostros que tengo
enfrente, escuchar las voces de afuera, oír el funcionamiento o no
funcionamiento del ventilador eléctrico, ver las sonrisas, las cabezas que se
mueven asintiendo; la atención incluye socio eso y más. Mientras que si
meramente os concentráis, no podéis incluir todo eso; ello se convierte en
distracción. En la atención no hay distracción; en ella puede haber
concentración, pero ésta no es excluyente. En cambio la concentración excluye
la atención. Quizá esto pueda ser algo nuevo para vosotros; pero si queréis
experimentara por vosotros mismos, hallaréis que existe una cualidad de
atención que puede escuchar, ver, observar, sin ningún sentido de identificación;
hay un ver, un observar completo, y por lo tanto sin exclusión.
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Ayudar en vez de castigar
Por Thich Nhat Hanh
…después de diez o
quince minutos de meditar caminando y de observar de manera consciente,
descubres que [la persona iracunda y enojada] en vez de castigo lo que necesita
es ayuda. Y ésa es una buena percepción. Esa persona puede ser muy cercana a
ti, quizá tu cónyuge o un miembro de tu familia. Si tú no la ayudas, ¿quién va a hacerlo?
Cuando alguien no sabe cómo manejar
su propio sufrimiento, deja que se extienda a la gente de su alrededor. Cuando
tú sufres, haces sufrir a la gente que te rodea. Es algo muy natural. Por eso,
debemos aprender a manejar nuestro sufrimiento, para que no lo vayamos
repartiendo por ahí. Cuando eres líder familiar, por ejemplo, sabes que
el bienestar de los miembros de tu familia es muy importante. Como tienes
compasión, no dejas que tu sufrimiento haga daño a los que te rodean. Practicas
el aprendizaje de manejar tu sufrimiento, porque sabes que no es una cuestión
individual; y que tu felicidad tampoco
lo es.
Cuando alguien está enojado y no sabe
cómo manejar su ira, se siente impotente y sufre. Y también hace sufrir a
los que le rodean. Al principio podemos sentir que la persona que se enoja se
merece un castigo. Deseamos castigarla porque nos ha hecho sufrir. Pero después
de diez o quince minutos de meditar caminando y de observar de manera
consciente, descubrimos que en vez de castigo lo que necesita es ayuda. Y ésa
es una buena percepción. Esa persona puede ser muy cercana a ti, quizá tu cónyuge o un miembro de tu familia. Si tú no la ayudas, ¿quién va a hacerlo?
Como sabes abrazar tu ira, ahora te
sientes mucho mejor, pero ves que la otra persona sigue sufriendo. Ésta
percepción te mueve a acercarte a ella de nuevo. Nadie más puede ayudarla,
excepto tú. Ahora sientes un gran deseo de volver y ayudarla. Es una actitud
totalmente distinta a la que antes tenías, ya no deseas castigarla. Tú ira se
ha transformado en compasión. La práctica de ser consciente, conduce a la atención
y a la percepción interior.
La percepción es el fruto de la práctica; y puede
ayudarnos a perdonar y a amar a los
demás. Practicar durante quince minutos o media hora el ser consciente; observando
atentamente nuestras percepciones interiores, puede liberarnos de la ira y
convertirnos en persona afectuosas. Ésa
es la fuerza del Dharma*,
el milagro del Dharma.
*Dharma: Según la denominada “Ley de
la causalidad” o de “causa y efecto” quiere decir que cosechamos lo que hemos
sembrado y que lo que nos sucede tiene relación con los méritos de nuestras
vidas.
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