martes, 12 de mayo de 2020

Celebremos, meditemos, agradezcamos.


CELEBRAR, MEDITAR, AGRADECER

 

Hugo Betancur

 

Nuestras existencias son prodigiosas, engalanadas con incontables manifestaciones de amor que muchas veces nos han sido dispensadas sin que nos demos cuenta de su ocurrencia, de su valor y de su belleza, y tal vez sin haber cosechado en su momento méritos para recibirlas.

 

Esas manifestaciones de amor posiblemente tengan muchos matices y cualidades; nos han sido otorgadas de una manera velada y sutil,  o  de un modo elocuente y efusivo.

 

Representamos nuestro personaje en ambientes muy variados y contrastantes, mostrándonos muy opacos o muy luminosos en nuestras relaciones imprevisibles y accidentadas, que en muchas ocasiones atravesamos con sensatez y eficiencia y en muchas ocasiones con impericia y precariedad.

 

En esos miles de episodios de nuestra historia particular experimentamos eventos y relaciones plenos de gracia y de bondad, que son motivo de celebración para nosotros y para otros por su riqueza vivencial y por sus atributos. En justicia, no podemos relegarlos al pasado porque son nuestros presentes y nuestros tesoros y porque están llenos de vida, de ternura, de calidez, de exuberancia. Junto a otros protagonistas en esos guiones de la existencia hemos expresado nuestros sentimientos, nuestra generosidad, nuestra creatividad. Los hemos visto y nos han visto. Les hemos dado identidad y nos la han dado. Los hemos abrazado y hemos recibido su abrazo, que surgió espontáneamente, sin preámbulos artificiosos.

 

Vamos quedando desperdigados en las acciones y relaciones que asumimos y esto deja huellas, sentimientos y emociones en la memoria de otros. Nos consumimos recorriendo los trayectos trazados en nuestra hoja de ruta. Nos volvemos pesados, lentos, torpes –como una vieja tortuga que avanza tambaleándose, tal vez viendo un paisaje borroso frente a sus ojos y fatigándose en pequeños trechos. Solo las acciones amorosas y afables nos rescatan del olvido.

 

Podemos hacer ceremonias para conmemorar nuestras realizaciones y las de quienes se han ido. Podemos celebrar la vida, rescatando anécdotas y sucesos, relatando venturas y desventuras, haciendo alarde de comprensión por los desaciertos y los errores cometidos. Podemos reconciliarnos y congraciarnos con otros por los defectos y omisiones propios de nuestra imperfecta condición humana.

 

Podemos meditar sobre nuestras experiencias cumplidas con los seres que nos amaron y que nos dieron sus cuidados y atenciones -a quienes quizás correspondimos-; también podemos meditar sobre la vulnerabilidad y los temores comunes, sobre la ignorancia y la confusión de nuestras mentes, sobre las jornadas en que recorrimos nuestros senderos con ojos ciegos y pasos vacilantes, sobre nuestra incertidumbre.

 

Podemos agradecer los aprendizajes, el acompañamiento de los otros y sus acciones que nos redimieron,  nos ensalzaron, nos reconfortaron -sus manos tendidas acogiéndonos, sus ojos reconociéndonos, sus oídos identificando nuestras voces y el significado de nuestras palabras, su comprensión cuando las palabras fueron insuficientes y vanas.

 

Celebrar, meditar, agradecer, son las actitudes que nos animan como viajeros mientras recorremos nuestras jornadas que carecen de demarcación y de desenlaces previsibles. Cada uno de nosotros eligió por donde ir y cada uno tiene los acompañantes, dificultades y tareas que le son propicios.  



Hugo Betancur (Colombia)

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