domingo, 21 de enero de 2024

El abrazo amoroso a la familia...

                                                                                         Francisco Javier Cillero, médico. In memoriam.

EL  ABRAZO  AMOROSO  A  LA  FAMILIA...

Hugo Betancur

 

La decisión de reconciliarnos con nuestros padres y abuelos, y con nuestra pareja, nuestros hijos y hermanos -si es que nos habíamos disociado de ellos- y las acciones que realicemos para restablecer las relaciones truncadas, nos permiten liberar las culpas, los resentimientos y las pugnas que elaboramos. Podremos entonces abrazarlos amorosamente mirándolos a los ojos si están presentes, o podremos abrazarlos trayendo sus imágenes a nuestras mentes si se han ido. El perdón disipa las ofensas y aviva las bendiciones sobre sobre nosotros.

Para desatarnos de esa triada de juicio, culpa y condena que hemos impuesto a otros, y para desatarlos a ellos, debemos hacer la expiación o absolución que nos restaure a la mentalidad recta y a la libertad -lo logramos instaurando la comprensión y dejando que los acontecimientos se disgreguen en el escenario y tiempo pasado donde ocurrieron. 

Las culpas que decretamos contra otros proceden de nuestras proyecciones y percepciones -entramos en conflicto con los demás cuando no se ajustan a nuestras condiciones sobre qué deben hacer y cómo deben comportarse (también cuando somos afectados por sus acciones).  

La palabra abrazar tiene el significado de "rodear o ceñir con los brazos" a otros seres vivos como manifestación de aprecio, de saludo, de consuelo, de condolencia, de bienvenida. Abrazar o ser abrazados lo consideramos un acto de acogida nuestro o de otros.

Los abrazos afectuosos espontáneos y sinceros significan algo así como “te reconozco, es grato saludarte y sentir tu presencia, me regocijo con tu vida”.

Con los abrazos, que son modos de comunicación no verbales, expresamos sentimientos y emociones -amistad, afecto, alegría, fraternidad, simpatía.

También expresamos con los abrazos el amor, un estado de nuestro ser que dispensamos a otros, que rebasa los sentimientos, los compromisos y los yugos de necesidad.

Con nuestros abrazos expresamos integración con otros, afinidad, apertura, cordialidad.

Los abrazos de nuestros padres y parientes, amigos y relacionados, los abrazos que damos a nuestras parejas y nuestros hijos, son ademanes protectores y alentadores. Desde la distancia, dos que se abrazan parecen uno -en el momento aparecen unidos en ese acercamiento de los cuerpos y las mentes.

Los abrazos exteriorizan intenciones de entendimiento y de paz.

En los saludos y las despedidas familiares, los abrazos representan un reconocimiento a la trascendencia del parentesco que cada uno enaltece y resguarda.

Nuestros padres y ancestros dieron vida a sus personajes representando sus dones y sus carencias: todos sus papeles estuvieron restringidos a sus posibilidades y sus capacidades; en sus historias desplegaron el poder y la vulnerabilidad que les fueron conferidos. En justicia, no podemos reprochar ni lamentar nada respecto a ellos.

Los abrazos que nos dieron y que les dimos nos impregnaron de la energía de su amor y también de la incertidumbre que ensombrecía sus mentes y sus corazones.

Todo lo que ocurrió entre ellos y nosotros era la conjunción de nuestros destinos. Si logramos abrazarlos repetidamente en los escenarios y circunstancias que nos congregaron, cumplimos los pactos de una relación amorosa y comprensiva, que persiste después de su partida -también podemos seguir abrazándolos cada vez que dirigimos hacia ellos nuestros sentimientos de gratitud por sus acciones, y a cada momento en que evocamos las anécdotas y episodios amables que compartimos.

 

Hugo Betancur (Colombia)

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viernes, 5 de enero de 2024

Sucesos de la existencia

                                                                                                                                         Fotografia por Elízabeth Betancur.

SUCESOS DE LA EXISTENCIA,

¿Y QUE…?

Hugo Betancur

La existencia y la realidad son conceptos afines   que aplicamos a todas las cosas que pueden ser percibidas, que tienen masa y forma y que ocupan un lugar en el espacio, unas son inertes, minerales, o son fenómenos naturales, y otras son organismos biológicos. También definimos como existentes y reales las manifestaciones que los observadores podemos racionalizar o considerar o analizar: nuestros juicios, nuestras interpretaciones, nuestras creencias, nuestras ideas -surgen como procesos de la  mente que cada uno configura y comunica a su modo.

Participamos en las relaciones y eventos de la existencia, a veces como personajes eficientes, con iniciativas coherentes y prácticas que nos favorecen y  en otras ocasiones como personajes pasmados y desubicados, susceptibles a cometer errores  que nos afectan.

De pronto ocurren acontecimientos imprevistos que nos causan tristeza o alegría, satisfacción o malestar. Descubrimos que las situaciones escapan a nuestro control, que tienen su propio ímpetu y dirección.

Imaginemos que en unas ocasiones estamos montados en un carrusel de bancas o de caballitos, girando en su inercia, y que en otras ocasiones somos quienes caminamos o trotamos alrededor empujando la plataforma para que dé vueltas. Tal vez lo mismo suceda en nuestras vivencias cotidianas: alternamos nuestros roles de personajes, en unas ocasiones protagonizando los papeles  principales en que imponemos las pautas de acción, y en otras ocasiones representando papeles secundarios, sometidos al manejo que otros le dan a las situaciones.

Cuando nos llegan las crisis y las separaciones, nuestras mentes reaccionan elaborando culpas y desasosiego: habitualmente, negamos  nuestros comportamientos que pudieran haber precipitado los acontecimientos adversos; también podemos representar cuadros de sufrimiento y de negación de las circunstancias.

¿Y qué…? Poco útiles resultan nuestras protestas, nuestros lamentos, nuestras justificaciones como respuesta al conflicto desatado -los reproches, los insultos, las reclamaciones tampoco nos restauran la tranquilidad, si es que la  teníamos (y algunas veces nuestras quejas hasta iban dirigidas contra Dios por permitir que nuestros sueños se desvanecieran).

Nuestros duelos nos permiten hacer una depuración psicológica: reflexionamos sobre los hechos, desmenuzamos la trama de las historias en que  participábamos -no es extraño que nos rotulemos como inocentes en esa transición y acusemos a otros como causantes de nuestras desdichas, o paradójicamente nos infligimos nosotros como un autocastigo las culpas que improvisamos-, y talvez vayamos liberando nuestros apegos y posesividad cuando va pasando el tiempo y logramos apreciar cómo  nuestra victimización nos encierra y obstaculiza las soluciones redentoras.

Nuestra impotencia para obtener lo que anhelamos o ambicionamos y nuestra resistencia a los aprendizajes y a los cambios incuban estados de infelicidad y de conflictividad persistentes que nos marginan de relaciones acogedoras y constructivas. Cuando nuestro sistema de creencias es muy cerrado, inexpugnable, acabado, nuestras existencias languidecen y se tornan insociables y lastrantes.

¿Y qué…? ¿Qué resulta de toda esa psicotragedia personalista y amañada que representamos siguiendo la negatividad de nuestros egos y la invalidación, en unas relaciones que debimos establecer sobre principios de libertad, de vulnerabilidad, de incertidumbre e impermanencia, que es lo propio de la vida y que todos los seres humanos debemos afrontar? 

Hugo Betancur (Colombia)

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lunes, 1 de enero de 2024

Propósitos, planes, esperanzas

PROPÓSITOS, PLANES, ESPERANZAS

Hugo Betancur


El amor hacia la vida y nuestra reverencia hacia sus manifestaciones son los propósitos esenciales que deberíamos asumir para transitar sanamente nuestras existencias.

Tal vez nuestros propósitos básicos como  seres humanos estén fundamentados en la obtención de beneficios propios y en la complacencia de nuestros requisitos de bienestar y progreso.

Escuchamos frecuentemente estos mantras colectivos de los propósitos particulares: “Mi sueño es triunfar como profesional en…”, “Mi objetivo en la vida es conseguir un trabajo que me brinde seguridad económica y recursos  abundantes”, “Quiero encontrar la pareja de mis sueños”, “Quiero tener casa propia”, “Quiero viajar y conocer el mundo”, “Quiero ser feliz”, “Quiero tener riquezas”, “Quiero ser famoso como…”, “Quiero…”, “Quiero…”, “Quiero…”.

Los propósitos son proyecciones comunes con que revestimos de sentido los tiempos del ahora y con que conjeturamos resultados que nos deberá proveer el porvenir incierto.

La palabra propósito proviene del término  latín “propositum”, formado con el prefijo “pro” -hacia adelante-, y “positum”, el participio del verbo “ponere” -poner”.

En las culturas humanas, los propósitos son alicientes que incentivan nuestro ánimo y nuestra voluntad. Esos propósitos nos sustentan y nos fortalecen para atravesar situaciones difíciles, crisis y retos, y para trascenderlos.

Nuestros propósitos deben estar ajustados a nuestros dones y talentos para que podamos configurarlos acertadamente.

Nuestros propósitos son motivos que afianzamos en la esperanza y en la recompensa, son los principios que guían nuestras acciones, nuestros aprendizajes y nuestras relaciones.

Aristóteles -filósofo griego nacido en el año 384 antes de Cristo-  en su texto “Ética a Nicómaco”, su hijo, argumentaba que las acciones humanas iban dirigidas a la búsqueda de la eudemonía  o felicidad, que consideraba como el bien supremo.

Cuando los propósitos están ausentes, es posible que las vidas de quienes padezcan esta carencia sean muy calamitosas y devastadoras -lo que los hace aparecer como personajes planos y apagados en la interacción social.

Enfocadas en esos múltiples propósitos de cada ser humano, hay unas mentes pendientes por lograr sus objetivos -decimos a veces de alguien que “su proyecto de vida es muy ambicioso” o que “es muy egoísta y solo busca lo que le favorece”.

Muchos personajes logran el cumplimiento de sus propósitos de fortuna y poder causando malestar y miseria a grandes masas de población, degradándolas.  Los líderes violentos -tiranos, gobernantes depredadores, autoridades de masas religiosas-,   siembran de luto y sufrimiento a nuestro planeta con sus ejércitos serviles y obedientes, siguiendo sus obsesiones de opresión, rapiña, represión, culto a sus personalidades, imposición de sus ideologías y dogmas, instigación al crimen.

Considero que quienes promueven y dirigen las acciones violentas y destructivas contra otros padecen graves trastornos mentales que los llevan a la estupidez de sus actos y a su fanatismo aniquilador que solo puede ser contenido por adversarios más fuertes e inteligentes que ellos, lo que conduce a la lógica de las guerras donde quienes van al campo de batalla mueren, o quedan lisiados o se convierten en asesinos en nombre de las ideologías de sus líderes. Los acontecimientos violentos dejan estigmas de sufrimiento y deudas  por cobrar en la memoria de quienes fueron afectados.

La felicidad sustentada en la  permanencia de lo útil y ventajoso y en la satisfacción persistente de los intereses propios es solo una fantasía tan insostenible como las fugaces Ilusiones que los magos presentan a su auditorio en sus funciones engañosas, truculentas, inverosímiles, contrarias a las leyes de la física y de la razón.

Resaltamos algunos asuntos y situaciones cotidianas como muy  significativas para nosotros, -y en ocasiones minimizamos las elecciones  de los demás en nuestro empeño por sobresalir y presumirnos mejores que ellos.

El progreso de las comunidades humanas esta basado en la asociación solidaria y en realizaciones de beneficio colectivo -los propósitos de bienestar establecidos para provecho de las mayorías poblacionales son loables e integradores.

La asociatividad por el bien común es una condición evolutiva, que favorece  a los pueblos en su cultura, en sus instituciones y su florecimiento material y humano.

Los propósitos surgen de nuestra visión de trascendencia en un mundo continuamente cambiante.

La transformación generosa de la vida que va pasando es nuestro quehacer fundamental -en justicia, considero que es también nuestro deber y nuestra responsable retribución.

Los propósitos tienen como objetivos y resultado el éxito y la ganancia -alguien debe vencer y algo debe ser obtenido.  Los propósitos malogrados son calificados como perdidas  o  fracasos: los finales felices no fueron la recompensa esperada y quienes los idearon deben hacer sus duelos y sus justificaciones para relegarlos y mitigar sus frustraciones.

Hugo Betancur (Colombia)

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