sábado, 18 de enero de 2020

COMPLACENCIA, INSUFICIENCIA, RASGOS DE NUESTROS EGOS


                        

             COMPLACENCIA, INSUFICIENCIA, 

RASGOS DE NUESTROS EGOS

Hugo Betancur

 

Para nuestros egos parecen imprescindibles estos dos enfoques: la complacencia como una condición que debe ser satisfecha continua y abundantemente, y la insuficiencia como un patrón de medida habitualmente aplicado y persistente.

 

La complacencia es un valor para el ego que le permite calificar a sus relacionados y decidir cómo apreciarlos y recompensarlos, o cómo desdeñarlos y relegarlos.

 

La insuficiencia para el ego es una limitación que le pone en conflicto con circunstancias y relaciones que juzga por los resultados, según su consideración de ganancia o de pérdida.

 

El mundo para el ego es un escenario de conquista donde considera adecuado utilizar estrategias de avasallamiento, de persuasión demandante, de control.

 

El ego interpreta la complacencia como una ofrenda y un tributo a su importancia y a los requisitos de saciedad que le son característicos.

 

Cuando los cuidados y la obediencia a sus requisitos no le son prodigados, el personaje es acuciado por su ego a la protesta, al enojo, al conflicto y a la disociación. Es posible que saque a relucir su instrumento de manipulación predilecto, la condición de víctima, con la consecuente asignación de la culpa o de las culpas. Hace manifiesta la insuficiencia que es su medición de escasez y la frustración, que es su respuesta psicológica de rechazo.

 

Lo propio del ego es su condición de ente parasitario, vociferante, tramador de guiones y relaciones ideales que la vida le permite cumplir solo a retazos y que ahuyentan las asociaciones apacibles, amables y fluidas.

 

Obtener la complacencia regularmente y mantener una menuda suficiencia lleva al ego a la presunción de un aplacado y cándido estado de satisfacción que equipara con felicidad y éxito.

 

Cuando nuestras mentes despliegan la complacencia y la insuficiencia como valores fundamentales en la relación con las cosas y los seres vivos, el amor posiblemente esté ausente.

 

El amor se recrea en las relaciones generosas, dadivosas, ecuánimes, fructíferas, cooperativas, donde la alegría, la calidez y la libertad pueden ser expresadas sin yugos y sin limitaciones.

 

Desde otra visión del panorama de la existencia, lo que llamamos felicidad y que es provisto por otros o por el mundo exterior, está completamente supeditado a las circunstancias y a la idiosincrasia de los participantes, que son transitorias, inestables, cambiantes, contenidas en el prodigio del instante e inasibles como la invisible y fresca  brisa en el verano.


Hugo Betancur
(Colombia) 

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