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Reflexiones de Jiddu Krishnamurti en:
“EL ESTADO CREATIVO
DE LA MENTE”:
« Capítulo VI
« HEMOS estado hablando sobre la completa liberación del temor; y
es evidente que es en realidad necesario estar libre de él, porque el temor
crea tantas ilusiones, tantas formas de autodecepción. Una mente que de alguna
manera está atada al temor, consciente o inconsciente, nunca podrá descubrir
qué es verdadero o qué es falso. Sin estar libre del temor, la virtud tiene muy
escaso sentido. Y quisiera discutir con vosotros qué es la virtud: si existe
siquiera tal cosa o si es meramente un convencionalismo social que no tiene
nada que ver con la
realidad. Creo que uno debe abordar el asunto comprendiendo
la necesidad de que la mente esté libre del temor. Cuando no hay miedo en
absoluto, ¿hay virtud? ¿Es la moralidad, la virtud, un mero convencionalismo
social que cambia de tiempo en tiempo? Para la mayoría de nosotros, la virtud
es una cualidad, una moralidad que resulta de la resistencia, del conflicto;
pero creo que la virtud puede tener un sentido muy diferente si podemos dejar
al descubierto su significado.
« Podemos dejar de lado toda la moralidad social, que es más o
menos necesaria: como es el tener arreglada la habitación, el tener ropas
limpias; pero, fuera de esas cosas, la virtud o la moralidad es para la mayoría
de nosotros una máscara de respetabilidad. La mente que se conforma, que
obedece, que persigue la autoridad, los convencionalismos, no es desde luego
una mente libre; es mezquina, estrecha, limitada. Tenemos pues que preguntar si
la mente puede jamás quedar libre de todas las formas de imitación. Y para
comprender este problema, tiene uno que eliminar realmente de la propia mente
toda clase de temor. La moralidad social se basa esencialmente en la autoridad
y en la imitación. De
modo que, si podemos, consideremos por el momento si la mente puede comprender
las limitaciones de la imitación, del ajuste a una norma. Y ¿es acaso posible
que la mente se ‘descondicione’ a sí misma?
« Me parece que la bondad, el florecimiento de la bondad, nunca
puede tener lugar cuando la mente es sólo respetable, ajustándose al modelo
social, a una norma ideológica o religiosa, ya sea impuesta desde fuera o
cultivada desde dentro. La cuestión es pues: ¿por qué imita uno? ¿por qué se
sigue, no sólo la norma social, sino también la que uno ha establecido para sí
mismo por la experiencia, por la constante repetición de ciertas ideas, de
ciertas formas de conducta? Existe la autoridad del libro, la autoridad de
alguien que dice que sabe, la autoridad de la iglesia, y la autoridad de la
ley; ¿y dónde va uno a trazar la línea que separe lo que se puede seguir y lo
que no debe seguirse?
Obedecer la ley es evidentemente necesario, en el sentido de
mantener la derecha o la izquierda en la carretera, según el país en que uno
esté, etc.; pero ¿cuándo se vuelve la autoridad perjudicial, de hecho un mal?
« Al entrar en todo esto puede uno ver ¿no es cierto? que la
mayoría de nosotros busca poder. En lo social, político, económico, religioso,
estamos buscando poder; el poder que da el conocimiento, el poder que da la
técnica; el poder extraordinario que uno siente cuando tiene dominio completo
sobre su cuerpo; el poder que da el ascetismo. Todo esto, por cierto, es un
proceso imitativo; es ajustarse a una norma con el fin de obtener cierto poder,
posición, vitalidad. Me parece pues que, sin comprender toda la anatomía del
poder, del anhelo, del deseo de poder, la mente nunca podrá hallarse en ese
estado de humildad que no es la humildad inventada por el hombre.
Así pues, ¿por qué sigue uno de alguna manera? ¿Por qué me
seguís a mí, al que habla, si es que seguís? Y ¿estáis siguiendo o escuchando?
Esos son dos estados por completo diferentes, ¿no es así? Seguís si queréis
lograr, llegar, o ganar algo que creéis ofrece el que habla. Pero si el que
habla ofrece algo, entonces en realidad es un propagandista, no un, buscador de
la verdad. Y si seguís a alguien, ello significa evidentemente que estáis
medrosos, inciertos: queréis que se os anime, que se os diga como llegar, cómo
tener éxito.
« Mientras que si escucháis en realidad ‑cosa que es enteramente
diferente de seguir la autoridad o buscar poder- entonces estáis escuchando
para descubrir lo que es verdadero y lo que es falso, y ese descubrimiento no
depende de la opinión, del conocimiento. Ahora bien ¿cómo descubrís qué es
falso y qué es verdadero, si estáis escuchando? Desde luego, una mente que sólo
arguye consigo misma o con una persona que expone ciertas cosas, no está
descubriendo lo que es verdadero o falso. Uno no está escuchando en absoluto
cuando ese escuchar sólo provoca una reacción ‑una reacción según su
conocimiento, la experiencia, la opinión, la educación, que constituyen su
propio condicionamiento. Tampoco escucháis cuando hacéis un esfuerzo para
descubrir lo que está diciendo la otra persona, porque todo vuestro interés
entonces está absorbido por el esfuerzo. Pero si todos estos estados pueden
dejarse de lado, entonces existe el estado de escuchar, que es atención.
« Atención no es absoluto lo mismo que concentración. La
concentración es enfocar la mente sobre un punto determinado mediante el
proceso de la exclusión, mientras que la atención es plena comprensión. Hay
atención cuando no sólo escucháis al orador, sino también la música sacra que
están tocando en la vecindad, y el tráfico afuera; hay atención cuando la mente
está totalmente atenta, sin frontera, y por lo tanto sin centro. Una mente así
está escuchando; y una mente así ve inmediatamente lo verdadero y lo falso, sin
reacción, sin ninguna forma de deducción, inducción y otros trucos mentales.
Está de hecho escuchando, y por lo tanto en ese mismo acto de escuchar hay una
revolución, hay una transformación fundamental.
« Esa atención, para mí, es virtud; es sólo en esa atención que la
sencilla bondad florece, la bondad que no es producto de la educación, de la sociedad Y de todos los
ajustes intelectuales de la
influencia. Y quizá, también, esa atención es amor; el amor
no es una virtud, tal como conocemos la virtud. Y donde hay tal amor no hay pecado;
entonces uno puede hacer lo que quiera; entonces está uno más allá de las garras
de la sociedad y de todos los horrores de la respetabilidad.
De modo que tiene uno que descubrir por sí mismo por qué sigue,
por qué acepta esta tiranía de la autoridad: la del sacerdote, la autoridad de
la palabra impresa, de la Biblia, de las escrituras indias, y todo eso. ¿Puede
uno rechazar por completo la autoridad de la sociedad? No me refiero al rechazo
producido por los ‘beatniks’[1]
del mundo; eso es meramente una reacción. Pero ¿puede uno ver realmente que
esta conformidad exterior a una norma es fútil, destructiva para la mente que
quiera descubrir lo que es verdadero, lo real? Y si uno rechaza la autoridad
exterior, ¿es posible también rechazar la interior, la autoridad de la
experiencia? ¿Puede uno prescindir de ésta? Para la mayoría de nosotros, la
experiencia es la guía del conocimiento. Decimos: ‘sé por experiencia’, o, ‘la
experiencia me dice que tengo que hacer esto’; y la experiencia se convierte en
la propia autoridad interna. Y quizá ésta es mucho más destructiva, mucho peor
que la externa. Es
la autoridad del propio condicionamiento, y conduce a toda clase de ilusiones.
El cristiano ve visiones de Cristo y el hindú ve visiones de sus propios
dioses, cada cual según su propio condicionamiento. Y el hecho mismo de ver
esas visiones y de experimentar esas ilusiones, hace que él sea altamente
respetado y se convierta en un santo.
« Ahora bien, ¿puede la mente eliminar por completo el
condicionamiento de siglos? Después de todo, el condicionamiento es del pasado.
Las reacciones, el conocimiento, las creencias, las tradiciones de muchos miles
de ayeres, han contribuido a moldear la mente. Y ¿puede todo ello ser
eliminado? Considerad por favor seriamente esto, y no os limitéis a rechazarlo
diciendo simplemente: ‘no es posible’, o, ‘sí es posible, ¿cómo voy a hacerlo?’
El ‘cómo’ no existe. El ‘cómo’ implica ‘mientras tanto. . .’; y una mente que
está interesada en el ‘mientras’ está realmente difiriendo. Podéis creer que si
bien la mente puede ser ‘reeducada’ para que sea comunista o capitalista o lo
que fuere ‑cosa que sólo implica una forma distinta de condicionamiento- es
imposible estar libre de todo condicionamiento. No sé si estáis siguiendo todo
esto, y si sois conscientes de vuestro propio condicionamiento, de lo que
implica, y si es posible estar libre o no de él. Mirad, el condicionamiento es
la raíz misma del temor; y donde hay temor no hay virtud.
« Para entrar en esto realmente a fondo hace falta mucha
inteligencia, y por inteligencia quiero decir la comprensión de todas las
influencias, y el estar libre de ellas. La influencia es la causa del
condicionamiento. Se os ha educado para creer en Dios, en Cristo, repitiendo
cosas día tras día, mientras que en la India descartan todo eso, ‑porque han
sido criados con sus propios santos y dioses. La cuestión es pues si la mente,
que ha sido influida por el fuerte peso de la tradición, siglo tras siglo,
podrá dejar de lado todo eso sin esfuerzo. ¿Podéis salir de todo ello, de todo
ese trasfondo, tan libremente como podéis salir de este salón? Y, ¿no es este
trasfondo la mente misma? La historia de la mente es la mente. No sé si me
expreso con claridad.
« La mente es el trasfondo; la mente es la tradición; la mente es
el resultado del tiempo. Y al ver que no hay esperanza en sus propias
actividades, dice finalmente que existe la gracia de Dios y que debe esperarla,
aceptarla, recibirla ‑lo que es otra forma de influencia- y una mente así no es
inteligente.
« Así pues, ¿qué va uno a hacer? Estoy seguro de que tenéis que
haber pasado por todo esto. Tenéis que haber experimentado con ello: no
aceptar, no confiar en la autoridad, no dejaros influir. Tenéis que haber
comprendido que la mente misma no puede hacer nada. Es su propia esclava, ha
creado su propio condicionamiento. Y toda reacción a ese condicionamiento no
hace más que aumentarlo. Todo movimiento, todo pensamiento, toda acción que se
desarrolla dentro de la mente, está aún en el campo limitado de sus propios
valores. Si uno ha penetrado hasta ahí ‑no teórica, no intelectual, no
verbalmente, sino de hecho- ¿qué pasa entonces? Espero comprenderéis la cuestión. La cuestión
es que para la mente que quiera descubrir lo que es verdad y si existe algo que
es inmensurable e innombrable, tiene que cesar toda autoridad: la de la ley
tanto como la autoridad de la experiencia. Esto no significa que yo conduzca el
coche por el lado no permitido del camino. Significa que la mente rechaza la
autoridad de toda experiencia, que es el conocimiento, que es la palabra; y que
rechaza las formas extraordinariamente sutiles de la influencia, la
‘expectativa para recibir’, las esperanzas. Entonces la mente es en realidad
inteligente.
« Penetrar en uno mismo tan honda y completamente, es muy ardua
tarea. Aplicarse a cualquier cosa requiere energía, no esfuerzo. Y si uno ha
llegado hasta ahí, entonces ¿queda algo de la mente tal como la conocemos? ¿Y
no es necesario llegar a ese estado? Porque ese, por cierto, es el único estado
creativo. Escribir un poema, pintar cuadros, levantar un edificio, y todo eso,
seguramente, no puede llamarse creador en el verdadero sentido de la palabra.
Como veis, percibe uno que la creación, eso que llamamos Dios, o
verdad, o como queráis llamarlo, no es para una minoría selecta. No es para los
que meramente tienen capacidad, un talento, como Miguel Angel, Beethoven, o los
modernos arquitectos, poetas y artistas. Creo que es posible para todos, ese
extraordinario sentimiento de inmensidad, de algo que no tiene barreras, que no
tiene límites, que no puede ser medido por la mente ni expresado en palabras.
Creo que es posible para todos. Pero no es un resultado. Surge cuando la mente
empieza con la cosa mas próxima, que es ella misma, no cuando persigue lo más
lejano, lo inimaginable, lo desconocido. Lo que se lo va a revelar es el
autoconocer, la comprensión de sí misma; id a eso, ved lo que es, no busquéis
algo externo. La mente es cosa realmente extraordinaria. Tal como la conocemos,
es el resultado del tiempo; y el tiempo es la autoridad: la autoridad de lo
bueno y de lo malo, de lo que se debe y de lo que no se debe hacer, de la
tradición, de las influencias, del condicionamiento.
« ¿Puede pues la mente, vuestra mente, ‑no hablo en forma
personal- descubrir por completo su condicionamiento, tanto el consciente como
el inconsciente, y salir de él? ‘Salir’ es sólo una expresión verbal. Mas
cuando la mente ve su condicionamiento y comprende toda su operación, todo su
mecanismo, entonces, de golpe, la mente está en la otra orilla.
« INTERLOCUTOR: ¿Percibe uno
el propio condicionamiento por las provocaciones, los retos de la vida?
« KRISHNAMURTI: ¿Veis realmente algo por una provocación? Si
reaccionáis ante una provocación, ¿llamaríais a eso ver?
« INTERLOCUTOR: Sugiero que
la clase de alerta o elevada percepción de que habléis se experimenta a veces
cuando uno está presenciando un accidente.
« KRISHNAMURTI: ¿Acaso la repentina impresión, el aguzamiento de
la atención, os hace ver, ‘ver’ en el sentido que estamos discutiendo? Hablamos
sobre el condicionamiento y la percepción de ese condicionamiento. ¿Qué
significa esta percepción? ¿Tratáis de ver vuestro condicionamiento sólo porque
digo que si vuestra mente está condicionada no podréis ver lo verdadero?
¿Esperáis que por el hecho de ver vuestro condicionamiento habrá gloria eterna,
y todo eso? Ya sabéis: la experiencia es una cosa extraordinaria. O tratáis de
experimentar porque alguien os habla sobre algo, o bien estáis experimentando
efectivamente la cosa misma, por vosotros mismos. Nadie tiene que hablaros
sobre el hambre, o la envidia, o la cólera. El descubrimiento de vuestro
condicionamiento debido a que alguien os habla de él, no es vuestro
descubrimiento. No sé si seguís esto. Tomad una cosa muy sencilla. El
nacionalismo es una forma de condicionamiento. La mente nacionalista es
localista, mediocre. ¿Veis el hecho, la verdad de eso, por vosotros mismos? ¿O
es que decís: ‘puede ser así, tengo que descubrirlo. Es muy posible que él
tenga razón’?
« Lo diré de otra manera. Veo muy claramente que el pertenecer a
cualquier religión organizada es muy destructivo para el descubrimiento de
Dios, o como lo queráis llamar. La mente no puede entregarse a ninguna forma de
pensamiento, creencia o dogma organizado. Veo eso muy claramente, nadie tiene
que decírmelo. Para mí es así y lo digo. Entonces, como tengo cierta reputación,
etc., os decís: ‘tengo que abandonar eso’. Entonces estáis atrapados: queréis
pertenecer y sin embargo algo os dice que no pertenezcáis. No es pues vuestra
experiencia. En la percepción directa no hay conflicto. Una mente que ve la
efectividad de algo, sea falso o verdadero, percibe inmediatamente, sin ningún
conflicto, sin ninguna causa, sin buscar ningún resultado. La cualidad de la
percepción es pues muy distinta de la experiencia imitativa de copiar, que
tiene un motivo ulterior.
« Así, hemos estado hablando del miedo, de la autoridad, de la
virtud y el condicionamiento. ¿Ve uno el hecho de su propio condicionamiento,
‘el hecho’? Y, cuando de veras lo veis, ¿lo veis totalmente o sólo una parte
del todo? ¿Veis todo el libro o sólo una página del libro? Si no veis la
totalidad sino sólo una página, entonces habrá una batalla, una guerra en
vuestro interior.
« INTERLOCUTOR: ¿Cómo sabe
uno si está viendo todo el libro o sólo una página?
« KRISHNAMURTI: ¿Queréis que se os asegure que veis el todo y no
la parte? Si queréis estar asegurados, ¿no estáis buscando autoridad? Es una
pregunta errónea, si me perdonáis el decirlo. La pregunta es ésta: ‘¿es posible
ver el todo?’
« INTERLOCUTOR: ¿Se me
permite sugerir que, para hallar la correcta respuesta, uno no debe hacer
preguntas ni esperar respuestas?
« KRISHNAMURTI: ¿No es eso citar el budismo Zen? Ya veis, señor,
tratar de descubrir por sí mismo es mucho más vital, real, que leer un libro.
« INTERLOCUTOR: Todos
tenemos momentos en que hay un darse cuenta de todo, y entonces quiere uno
atraparlo y mantenerlo constantemente.
« KRISHNAMURTI: ¿Podéis captar la comprensión? ¿Y podéis retenerla
continuamente? Lo que tiene continuidad no es lo real, es meramente un hábito.
Todos decimos: ‘debo tener esto continuamente, debo tener vuestro amor, vuestro
afecto, para siempre’. Decimos eso al marido, a la esposa, y se lo decimos a
Dios. Lo que tiene continuidad no es nuevo; no es el estado de creación. Es
sólo cuando se muere a cada minuto que existe lo nuevo.
« Volvamos al tema: ¿Cuál es el estado de la mente que ve el todo,
lo total? Por favor, no tratéis de responder. Estáis tratando de descubrir por
vosotros mismos. ¿Veis jamás algo totalmente? Tomad un árbol; ya sé que es una
cosa muy sencilla, muy común; pero ¿veis la totalidad del árbol, la ‘naturaleza
del árbol’[2],
si puedo usar tal palabra? Cuando veis un río, ¿es sólo ‘el Támesis’, o veis la
totalidad de los ríos, la ‘naturaleza del río’1?
« Como veis, señores, quiero descubrir ahora, antes de salir de
esta sala, qué es lo que significa el ver totalmente, y si he visto algo
totalmente. Y estamos hablando de algo, y quizá no sabemos aún lo que
significa. ¿Habéis observado alguna vez una flor ‑no simplemente haberle dado
un nombre y pasar de largo, sino haberla observado- lo que significa ver,
escuchar, sentir con todo vuestro ser? Por cierto, el observar, el ver una
flor, el río, la persona, los árboles, el condicionamiento, implica ¿no es así?
el darse cuenta sin un centro, sin la palabra.
« Mirad, cuando uno está irritado, excitado, en eso no hay centro,
¿verdad? En el momento mismo de la cólera no hay centro. Sois por completo la
colora, ¿no es así? Y al minuto siguiente viene el centro, que dice: ‘no debía
haberme encolerizado. Tonto de mí’.
« INTERLOCUTOR: ¿No es esa
cólera un estado de egocentrismo?
« KRISHNAMURTI: Disculpad, pero me parece que no comprendéis esto.
En el estado efectivo de cólera, no hay la reacción condenatoria de llamarlo
egocentrismo; eso viene después. Estamos preguntando si la mente puede ver la
totalidad de su propio condicionamiento, las influencias conscientes e
inconscientes de la tradición, de los valores, de las creencias, de los dogmas,
del nacionalismo, de la palabra ‘británico’, todo eso.
« INTERLOCUTOR: Yo diría que
nunca vemos nada.
« KRISHNAMURTI: Probablemente estáis muy en lo cierto, señor. Pero
ahora estamos haciendo la pregunta.
« INTERLOCUTOR: Sólo podemos
sentir totalmente.
« KRISHNAMURTI: Y cuando sentís totalmente ¿hay un centro que
diga: “siento totalmente’? Os ruego que no respondáis, seguid esto hasta el
fin. Es muy importante estar libre de este condicionamiento, evidentemente,
porque de cualquier manera que lo miréis es completamente estúpido. Estar
condicionado como católico, protestante, hindú, comunista, como esto o aquello,
estar condicionado por un rótulo, una palabra y todo el contenido tras el
rótulo y la palabra, es muy necio. Ahora bien, ¿puede la mente eliminar todo
esto de un golpe? Como veis, la virtud reside en esa percepción. El único
hombre virtuoso es el que ve la totalidad de su condicionamiento y lo elimina.
Los demás no son virtuosos; meramente juegan con los juguetes de la llamada
civilización.
Esto significa realmente: ¿puede la mente estar del todo atenta?
¿Podéis daros plena cuenta con todos vuestros sentidos, con todo vuestro
cuerpo, con toda vuestra mente? Aun si os dais cuenta así durante un fugaz
segundo, nunca preguntaréis entonces: ‘¿cómo voy a darme plena cuenta? ¿Es ello
posible?’ Ya veis, creo que perdemos tanta belleza y amor y tan profundo
sentido de inmensidad cuando nos rodeamos de todas nuestras palabras,
querellas, creencias, dogmas y todas esas cosas. No las expulsamos; y así somos
esclavos del tiempo.
14 de mayo de 1961»
Extracto del libro "El estado creativo de la mente", de Editorial Kier.
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