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CAMBIAR O NO CAMBIAR,
HE AHÍ EL DILEMA.
Por Hugo Betancur
Los procesos de percepción pueden ser
afectados por la fijación de nuestras mentes en ideas, creencias
pre-establecidas o en lo que llamamos "nuestros proyectos de vida".
Empecinados en mantener las imágenes
o expectativas adoptadas previamente como un esquema o un guión en
nuestras mentes, podemos desdeñar o ignorar lo que aparece ante nuestros ojos o
lo nos trae el presente. O podemos pretender que las manifestaciones de la vida
cambien para que se acomoden a nuestros moldes y requisitos.
Sin embargo, nuestras acciones y
relaciones del pasado ya conformaron unas situaciones como consecuencia. Y es
lo que experimentamos, aunque no lo hubiéramos previsto y a pesar de que pueda
causarnos pesadumbres, sufrimiento o conflictos.
La vida es movimiento incesante y
nuestras representaciones en su escenario son sólo los papeles transitorios que
representamos en nuestra interacción con los demás actores.
Asumimos nuestros papeles o roles sin
darnos cuenta o con una atenta conciencia sobre lo que hacemos y sobre lo que
otros hacen; y los interpretamos tan vertiginosamente que después no
podemos recuperar su huella en nuestra memoria, o tan lentamente que a medida
que transcurre el tiempo tendemos a retraerlos como fragmentos o porciones de
episodios inacabados que intentamos reconstruir en nuestras mente cuando ya no
es posible porque los otros acompañantes han abandonado los escenarios comunes
y no pueden regresar.
Muchas de nuestras vivencias las
hemos perdido en la bruma del pasado. Sin embargo, los momentos o eventos de
transición en que hemos logrado establecer cambios son habitualmente para
nosotros referencias o señales que podemos avizorar y distinguir desde la
distancia mientras descontamos el trayecto que hemos venido a recorrer.
Los cambios son nuestras decisiones
transformadas en acciones. Podemos entender que los realizamos debido a un
propósito previo y a un ejercicio de la voluntad –y tal vez porque aplicamos
algún destello de conciencia que nos impulsa.
Muchos predicadores y mensajeros de
utopía nos han insistido en que cambiemos nuestros pensamientos de negativos a
positivos, de pesimistas a optimistas, de conformistas a progresistas. Sólo es posible cambiar nuestros pensamientos
si cambiamos nuestra mentalidad, la información que utilizamos para
relacionarnos con la vida.
Podemos recordar que las aguas estancadas
se tornan turbias. Nuestras mentes estancadas también. Podemos aprender de los
ritmos de la naturaleza en sus procesos de cambio y reorganización; y podemos emprender
nuestros cambios imperativos cuando nos descubrimos lánguidos, fatigados,
rutinarios e infelices porque todas esas manifestaciones nos advierten que no
hemos cumplido los aprendizajes adecuados.
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