viernes, 27 de enero de 2012

Cambio mi mentalidad para cambiar la vida


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CAMBIAR O NO CAMBIAR,
HE AHÍ EL DILEMA.

Por Hugo Betancur


Los procesos de percepción pueden ser afectados por la fijación de nuestras mentes en ideas, creencias pre-establecidas o en lo que llamamos "nuestros proyectos de vida".

Empecinados en mantener las imágenes o expectativas  adoptadas previamente como un esquema o un guión en nuestras mentes, podemos desdeñar o ignorar lo que aparece ante nuestros ojos o lo nos trae el presente. O podemos pretender que las manifestaciones de la vida cambien para que se acomoden a nuestros moldes y requisitos.

Sin embargo, nuestras acciones y relaciones del pasado ya conformaron unas situaciones como consecuencia. Y es lo que experimentamos, aunque no lo hubiéramos previsto y a pesar de que pueda causarnos pesadumbres, sufrimiento o conflictos.

La vida es movimiento incesante y nuestras representaciones en su escenario son sólo los papeles transitorios que representamos en nuestra interacción con los demás actores. 

Asumimos nuestros papeles o roles sin darnos cuenta o con una atenta conciencia sobre lo que hacemos y sobre lo que otros hacen; y los interpretamos  tan vertiginosamente que después no podemos recuperar su huella en nuestra memoria, o tan lentamente que a medida que transcurre el tiempo tendemos a retraerlos como fragmentos o porciones de episodios inacabados que intentamos reconstruir en nuestras mente cuando ya no es posible porque los otros acompañantes han abandonado los escenarios comunes y no pueden regresar.

Muchas de nuestras vivencias las hemos perdido en la bruma del pasado. Sin embargo, los momentos o eventos de transición en que hemos logrado establecer cambios son habitualmente para nosotros referencias o señales que podemos avizorar y distinguir desde la distancia mientras descontamos el trayecto que hemos venido a recorrer.
Los cambios son nuestras decisiones transformadas en acciones. Podemos entender que los realizamos debido a un propósito previo y a un ejercicio de la voluntad –y tal vez porque aplicamos algún destello de conciencia que nos impulsa.
Muchos predicadores y mensajeros de utopía nos han insistido en que cambiemos nuestros pensamientos de negativos a positivos, de pesimistas a optimistas, de conformistas a progresistas.  Sólo es posible cambiar nuestros pensamientos si cambiamos nuestra mentalidad, la información que utilizamos para relacionarnos con la vida.
Podemos recordar que las aguas estancadas se tornan turbias. Nuestras mentes estancadas también. Podemos aprender de los ritmos de la naturaleza en sus procesos de cambio y reorganización; y podemos emprender nuestros cambios imperativos cuando nos descubrimos lánguidos, fatigados, rutinarios e infelices porque todas esas manifestaciones nos advierten que no hemos cumplido los aprendizajes adecuados.


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