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Nos explica el maestro Aurelio Mejía:
Enseñanza obtenida de las regresiones
1- Somos Espíritu con cuerpo. El Espíritu no
tiene sexo. El cuerpo es un medio de expresión y de adquisición de
experiencias. El perfeccionamiento del Espíritu es fruto de su propio
esfuerzo. No pudiendo en una sola existencia adquirir todas las cualidades
morales e intelectuales que deben conducirlo al objetivo, lo alcanza por una
sucesión de existencias, y en cada una avanza un poco en el camino del
progreso. Cada existencia es con un cuerpo distinto: de hombre, de mujer o de
extraterrestre.
2- La Tierra no es el centro del Universo, ni es el planeta más grande. En todos los planetas que haya condiciones físico-químicas similares a las de la Tierra, hay la misma probabilidad de que se haya formado vida como la nuestra. Hay mundos más atrasados que la Tierra, y también los hay muy superiores, apropiados a los diferentes grados de adelanto de los Espíritus y donde las formas corporales pueden ser muy diversas, tal como ocurre en la Tierra con los microbios, plantas, aves, peces, etc. Ya lo decía Jesús: "En la casa de mi Padre, muchas moradas hay". En las regresiones hipnóticas hemos encontrado que también hemos vivido en otros planetas (hemos sido extraterrestres) 3- La muerte es el final de un cuerpo y el retorno del Espíritu a la Luz, a una dimensión de energía en la que se siente que se es, pero que no se tiene cuerpo de materia que conozcamos. El tiempo en ese bardo o dimensión entre una vida material y la siguiente es variable. Cuando un paciente en regresión hipnótica se refiere a este estado intermedio, puede decir que todavía está cerca de sus seres queridos (esto se presenta usualmente cuando hay apegos fuertes), que está en la luz y que todo es paz, o que siente que está en la oscuridad y vacío (este estado se manifiesta después de un suicidio). 4- El cielo y el infierno no existen. No son lugares físicos a los que vayan los Espíritus a gozar o sufrir infinitamente. Son simples metáforas para representar estados psicológicos de éxtasis o depresión profunda, que se pueden tomar como celestiales o infernales, tal como lo afirmó el Papa Juan Pablo II a nombre de la Iglesia Católica. Y ahora resulta que su sucesor, Benedicto XVI, está diciendo que sí existen tales lugares, lo cual demuestra que los Papas se equivocan también en cosas de fe, que no son infalibles y que no tienen esa supuesta conexión directa con Dios. 5- En cada existencia corporal, el Espíritu debe llevar a cabo una labor en proporción con su grado de desarrollo. Cuanto más ruda y trabajosa sea, tanto mayor será el mérito que obtenga al cumplirla. De esta manera, cada existencia es una prueba que lo acerca al objetivo. El número de esas existencias es indeterminado. 6- El olvido de las existencias anteriores es algo que nos beneficia. Si recordásemos lo acontecido en cada uno de los días que hemos vivido, probablemente pasaríamos el día de hoy amargados o resentidos. Por las regresiones y las comunicaciones mediúmnicas, sabemos que el Espíritu renace relacionado de alguna manera con las mismas personas del medio social o familiar de una existencia pasada, para, entre otras cosas, reconciliarse o reparar males que se hayan causado. Si se reconociese a los que se ha odiado u ofendido, se podrían despertar resentimientos o sentimientos de culpa. Asumiendo que se pudieran recordar los idiomas y que varias personas estuviesen solicitando un mismo empleo, tendrían más oportunidad quienes hablen inglés, alemán y español, que aquellos que solamente recuerdan el sánscrito, el griego y el árabe, lo cual sería injusto. Cada existencia es un nuevo punto de partida. Las tendencias actuales, lo que más trabajo nos cuesta aceptar o corregir, es un indicio de la tarea que estamos cumpliendo. Dios, la Luz, etc., nos quita lo que pudiera dañarnos, y nos ha dado lo que es necesario y puede bastarnos: la conciencia y la intuición, lo cual nos previene de hacer lo malo. 7- Cuando una existencia fue mal empleada y sin provecho para el Espíritu, debe recomenzarla en condiciones más o menos penosas, debido a su negligencia y mala voluntad. Del mismo modo, en la vida se puede ser constreñido a hacer al día siguiente lo que no se hizo en la víspera, o a rehacer lo que se hizo mal. 8- Los males que afligen a los hombres, tienen por causa el orgullo, egoísmo y malas pasiones. Por causa de sus vicios, los hombres se hacen recíprocamente desdichados y se castigan unos a los otros. El Espíritu que fue vano y orgulloso en una vida anterior, ahora puede tener una existencia de humillaciones; el tirano, una de servidumbre; el mal rico, una de miseria; quien usó sus miembros o sentidos para hacer daño, una de ciego, mudo, manco o deforme. 9- Los Espíritus al encarnarse traen consigo lo que adquirieron en sus existencias anteriores. Esta es la razón por la cual los hombres muestran instintivamente ciertas aptitudes o inclinaciones buenas o malas que parecen innatas en ellos. Las malas tendencias son restos de imperfecciones e indicios de las faltas cometidas. 10- Si el Espíritu del niño ha vivido antes, ¿por qué desde el nacimiento no se manifiesta tal cual es? El niño necesita cuidados delicados que sólo la ternura de una madre puede prodigarle, y esa ternura aumenta con la debilidad y la ingenuidad del niño. Para una madre sería muy difícil entregarse al cariño de su hijo, si en vez de la gracia ingenua de ese angelito hubiese encontrado bajo las facciones infantiles un carácter viril y las ideas de un adulto, y menos aún si hubiese conocido su pasado y posiblemente recordado que fueron enemigos o se causaron daño. 11- Si el alma (nombre dado a un Espíritu en un cuerpo) no hubiera vivido antes, habría sido creada simultáneamente con el cuerpo. Admitiendo esta suposición, ella no pudo tener ninguna relación con aquellas almas que la precedieron. Entonces, se preguntará, ¿cómo Dios, que es soberanamente justo y bueno, puede haberla hecho responsable de un pecado original que no cometió? Si afirmamos, en cambio, que el alma al nacer trae consigo el germen de las imperfecciones de sus existencias anteriores, y que sufre en la existencia actual las consecuencias de sus faltas pasadas, se da al pecado original una explicación lógica que cada uno puede comprender y admitir, porque el alma no es responsable sino por sus obras. 12- La diversidad de las aptitudes, morales e intelectuales, es la prueba de que el alma ya vivió. Si hubiese sido creada al mismo tiempo que el cuerpo actual, no estaría de acuerdo con la bondad de Dios hacer a unas más avanzadas que a las otras. ¿Por qué, entonces, los salvajes y los hombres civilizados, los buenos y los malos, los tontos y las personas ingeniosas? Diciendo que unos han vivido y han adquirido más que los otros, todo se explica. 13- Si la existencia actual fuese la única y ella sola debiera decidir el futuro del alma para el infinito, ¿cuál sería la suerte de los niños que mueren a tierna edad? Decid que podrán cumplir en otras existencias lo que no hicieron en aquella que fue abreviada, y no habrá más excepciones. Por el mismo motivo, ¿cuál sería la suerte de los retrasados mentales y de los que carecen de toda instrucción? Al no tener ninguna conciencia del bien y del mal, no tienen ninguna responsabilidad de sus actos. ¿Si Dios crease almas para someterlas a una existencia miserable y sin compensación, sería bueno y justo? Si admites que el loco, el retrasado mental o el idiota es un Espíritu cumpliendo una tarea, expiación o misión en un cuerpo incapacitado para expresar su pensamiento, puedes comprender que todo está conforme a la justicia de Dios. 14- El Espíritu se va despojando poco a poco de sus impurezas en sucesivas encarnaciones, hasta llegar, suponemos nosotros, a la perfección que llamamos Dios. En este proceso recibe ayuda de Espíritus que van más adelante en su proceso, los cuales podemos llamar Maestros, Guías o ángeles guardianes. Hay Espíritus de muy alto nivel que en alguna época han encarnado con la misión de iluminar el camino con sus obras y hacer avanzar a la Humanidad, tal como Buda, Jesús y Mahoma, entre otros. 15- Es natural la desesperación en aquel que cree que todo acaba con la vida del cuerpo, pero carece de sentido en quien tiene fe en el porvenir. En vuestras aflicciones mirad a los que están por debajo y no por encima. Pensad en aquellos cuyo sufrimiento es todavía mayor que el vuestro. Por lo general, el hombre es el artífice de su propia infelicidad. Si se remonta a la fuente de sus infortunios, verá que son, para la mayoría, el resultado de su imprevisión, orgullo y avidez, y por consiguiente, de su infracción a las leyes de la naturaleza. 16- La oración es recomendada por los buenos Espíritus y es pedida por Espíritus imperfectos como un medio de aliviar sus sufrimientos. No puede cambiar su karma, pero cuando los Espíritus perciben que nos interesamos por ellos, se sienten menos desamparados y se mitiga su infelicidad. La oración aumenta su coraje, les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la reparación, y puede apartarlos de la idea del mal. En este sentido, puede, no sólo aliviar, sino abreviar sus sufrimientos. 17- Orar es manifestar con nuestras palabras o pensamientos lo que estamos sintiendo en ese momento, así sea rabia, desesperación, impotencia, alegría, agradecimiento. Rezar, en cambio, es repetir como loras las frases escritas por otros y muchas veces sin sentirlas. Ore cada cual según sus creencias y de la manera que crea más conveniente. Aquel que ora con fe (con convicción) es más fuerte contra las tentaciones del mal y Dios (el Universo, la Luz, etc.) le envía los buenos Espíritus para ayudarlo. Lo esencial no es orar mucho, sino orar bien. Algunas personas creen que todo el mérito está en el tamaño de la oración o en la cantidad de veces que se repite la misma, en tanto cierran los ojos ante sus propios defectos. La plegaria es para ellas una ocupación, una costumbre, un empleo del tiempo, pero no un examen de conciencia. Aquel que pide a Dios el perdón de sus faltas, lo obtiene más fácilmente si cambia de conducta. Las buenas acciones son la mejor de las plegarias, porque los actos valen más que las palabras. 18- Debemos evitar dejarnos dominar por la autosugestión, el miedo o el fanatismo, al punto de ver la manifestación de un Espíritu en el crujido repentino de un mueble, una aparición en una sombra cualquiera, o una comunicación de ultratumba en una simple asociación inconsciente de ideas. El miedo no distingue entre lo imaginario y lo real.
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