Un extracto de...
Amar lo que es
Cuatro preguntas que pueden cambiar tu vida
Por Byron Katie, con Stephen Mitchell
Nadie más que tú te puede dar la libertad.
—Byron Katie
Introducción
Byron Kathleen Reid sufrió una severa depresión tras cumplir los treinta años. Durante diez años, su depresión se agravó y Katie (como es llamada) pasó cerca de dos años casi incapaz de levantarse de su cama y obsesionada con el suicidio. De repente una mañana, estando en lo más profundo de la desesperación, tuvo una revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de como era («Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían apreciarme») ella sufría, y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. Se dio cuenta de que la causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía sobre ese mundo.
En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro intento por encontrar la felicidad está enrevesado: en lugar de intentar, inútilmente, cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de como «debería» ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables.
Katie desarrolló un método de indagación sencillo y sin embargo poderoso, denominado El Trabajo, que hace posible esta transformación. El resultado fue que una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida trae.
Esta revelación de Katie coincide con las investigaciones punta-de-lanza de la neurociencia cognitiva, y El Trabajo se ha comparado con el diálogo socrático, las enseñanzas budistas y los Programas de Doce Pasos. Sin embargo, Katie desarrolló su método sin conocimiento alguno de religión ni de psicología.
El Trabajo se basa totalmente en la experiencia directa de una mujer respecto a cómo se crea el sufrimiento y cómo se le pone fin. Es asombrosamente sencillo, accesible a personas de todas las edades y procedencias y no requiere más que un lápiz, papel y una mente abierta.
Katie comprendió de inmediato que aportar sus respuestas o revelaciones a otros valía para poco; en lugar de eso, ella ofrece un proceso mediante el cual las personas pueden encontrar sus propias respuestas. Las primeras personas que experimentaron El Trabajo expresaron que había sido una experiencia transformadora y al poco tiempo Katie comenzó a recibir invitaciones para enseñar este proceso públicamente.
Lo que es, es
Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que no está de acuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es desesperante.
Y aun así, si prestas atención, advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Los niños deberían portarse bien», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Yo debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)». Estos pensamientos son formas de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Todo el estrés que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
Las personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad, perdería parte de mi poder. Si sencillamente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: « ¿Puedes saber que eso es verdad con absoluta certeza?» ¿Qué es más poderoso?: «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «Perdí mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»
El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido, sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento en el mundo puede cambiarlo. Eso no quiere decir que lo justifiques ni que lo apruebes. Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior.
Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque me duele cuando discuto con la realidad. Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque cuando discutimos con ella sentimos tensión y frustración. No nos sentimos naturales ni equilibrados. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa «realidad». La realidad es Dios porque rige. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino «los asuntos de Dios».)
Buena parte de nuestro estrés proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros propios asuntos. Cuando pienso: «Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, estoy en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación. Fui consciente de esto al principio, en 1986. Cuando, por ejemplo, me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me había sentido herida o sola, había estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía? Los dos estamos allá. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos. Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto. Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti.
Si comprendes los tres tipos de asuntos lo suficiente para ocuparte de los tuyos propios, esto puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos de los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede llevarte de vuelta a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas. Simplemente darte cuenta de que estás en los asuntos de otro te puede devolver a tu maravilloso ser.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad tú no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.
Encuéntrate con tus pensamientos con comprensión
Un pensamiento es inofensivo a menos que lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados a menudo durante años.
La mayoría de la gente cree que es lo que sus pensamientos dicen que es. Un día advertí que no estaba respirando: estaba siendo respirada. Entonces también me di cuenta, con gran sorpresa, de que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que el pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!
Los pensamientos sencillamente aparecen. Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través del cielo limpio. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.
Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente quizá cuente la historia de cómo lo ha conseguido. Yo no dejo ir mis pensamientos: los recibo con comprensión. Luego ellos me dejan ir a mí.
Los pensamientos son como la brisa o las hojas de los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen así, y mediante la indagación, podemos entablar amistad con ellos. ¿Discutirías con una gota de lluvia? Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que has recibido un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te cause risa. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas. Este es el poder de amar lo que es.
Poner la mente en papel
El primer paso de El Trabajo consiste en escribir tus juicios sobre cualquier situación estresante en tu vida pasada, presente o futura: una persona que te desagrada, una situación con alguien que te entristece, te enoja o te asusta. (Utiliza una hoja de papel en blanco; o puedes ir a www.thework.com/espanol a la sección llamada «El Trabajo» donde encontrarás una Hoja de Trabajo Juzga-a-tu-prójimo que puedes descargar e imprimir.)
Durante miles de años nos han enseñado a no juzgar; pero, seamos sinceros, de todos modos lo hacemos todo el tiempo. La verdad es que todos tenemos juicios ocupando nuestras cabezas. Mediante El Trabajo, por fin tenemos permiso para expresar esos juicios y hasta «gritarlos» en el papel. Tal vez descubramos que es posible encontrarse incluso con los pensamientos más desagradables con un amor incondicional.
Te animo a que escribas sobre alguien a quien no hayas perdonado totalmente. Este es el lugar más eficaz por dónde empezar. Aun cuando hayas perdonado a esa persona en un 99 por ciento, no serás libre hasta que tu perdón sea completo. Ese 1 por ciento que no has perdonado es precisamente el lugar en el que te has atascado con el resto de tus relaciones (incluida la relación contigo mismo).
Si empiezas por dirigir el dedo acusador hacia fuera, entonces el centro de atención no recaerá sobre ti. Sencillamente te podrás expresar sin censurarte.
Con frecuencia estamos bastante seguros sobre lo que otras personas necesitan hacer, como deberían vivir y con quién deberían estar. Tenemos una visión 20/20 sobre los demás pero no sobre nosotros mismos.
Cuando haces El Trabajo, comprendes quién eres a través de ver quién crees que son los demás. Con el tiempo, llegas a ver que todo lo que está fuera de ti es un reflejo de tu propio pensamiento. Eres el narrador de la historia, el proyector de todas las historias y el mundo es la imagen proyectada de tus pensamientos.
Desde el principio de los tiempos, la gente ha intentado cambiar el mundo a fin de ser feliz. Esto nunca ha funcionado porque aborda el problema al revés. El Trabajo nos brinda una manera de cambiar el proyector —la mente— en lugar de lo proyectado. Es como cuando hay una mota de polvo en la lente de un proyector. Creemos que hay una imperfección en la pantalla e intentamos cambiar la imagen de esta persona, o la otra persona, o quienquiera que sea sobre quien recaiga la imperfección. Pero intentar cambiar las imágenes proyectadas constituye un esfuerzo inútil. Una vez que comprendemos donde está la mota de polvo, podemos limpiar la lente. Esto es el fin del sufrimiento y el principio de un poco de dicha en el paraíso.
Byron Kathleen Reid sufrió una severa depresión tras cumplir los treinta años. Durante diez años, su depresión se agravó y Katie (como es llamada) pasó cerca de dos años casi incapaz de levantarse de su cama y obsesionada con el suicidio. De repente una mañana, estando en lo más profundo de la desesperación, tuvo una revelación que transformó su vida.
Katie comprendió que cuando creía que algo debería ser diferente de como era («Mi marido debería quererme más», «Mis hijos deberían apreciarme») ella sufría, y que cuando no creía estos pensamientos, sentía paz. Se dio cuenta de que la causa de su depresión no era el mundo alrededor suyo, sino lo que ella creía sobre ese mundo.
En un repentino despertar interior, Katie entendió que nuestro intento por encontrar la felicidad está enrevesado: en lugar de intentar, inútilmente, cambiar el mundo para ajustarlo a nuestros pensamientos de como «debería» ser, podemos cuestionar estos pensamientos y, mediante el encuentro con la realidad como es, experimentar una libertad y un gozo inimaginables.
Katie desarrolló un método de indagación sencillo y sin embargo poderoso, denominado El Trabajo, que hace posible esta transformación. El resultado fue que una mujer deprimida y con tendencias suicidas se llenó de amor por todo lo que la vida trae.
Esta revelación de Katie coincide con las investigaciones punta-de-lanza de la neurociencia cognitiva, y El Trabajo se ha comparado con el diálogo socrático, las enseñanzas budistas y los Programas de Doce Pasos. Sin embargo, Katie desarrolló su método sin conocimiento alguno de religión ni de psicología.
El Trabajo se basa totalmente en la experiencia directa de una mujer respecto a cómo se crea el sufrimiento y cómo se le pone fin. Es asombrosamente sencillo, accesible a personas de todas las edades y procedencias y no requiere más que un lápiz, papel y una mente abierta.
Katie comprendió de inmediato que aportar sus respuestas o revelaciones a otros valía para poco; en lugar de eso, ella ofrece un proceso mediante el cual las personas pueden encontrar sus propias respuestas. Las primeras personas que experimentaron El Trabajo expresaron que había sido una experiencia transformadora y al poco tiempo Katie comenzó a recibir invitaciones para enseñar este proceso públicamente.
Lo que es, es
Únicamente sufrimos cuando creemos un pensamiento que no está de acuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es, es lo que queremos. Querer que la realidad sea diferente de lo que es, es igual que intentar enseñar a ladrar a un gato. Puedes intentarlo una y otra vez y al final, el gato te mirará y volverá a decir: «Miau». Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es desesperante.
Y aun así, si prestas atención, advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: «La gente debería ser más amable», «Los niños deberían portarse bien», «Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo», «Yo debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito)». Estos pensamientos son formas de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Todo el estrés que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.
Las personas aún no familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: «Pero si renunciase a mi discusión con la realidad, perdería parte de mi poder. Si sencillamente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar». Yo les contesto con una pregunta: « ¿Puedes saber que eso es verdad con absoluta certeza?» ¿Qué es más poderoso?: «Ojalá no hubiese perdido mi trabajo» o «Perdí mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?»
El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido, sí debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento en el mundo puede cambiarlo. Eso no quiere decir que lo justifiques ni que lo apruebes. Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior.
Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.
Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque me duele cuando discuto con la realidad. Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque cuando discutimos con ella sentimos tensión y frustración. No nos sentimos naturales ni equilibrados. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.
Ocúpate de tus propios asuntos
Buena parte de nuestro estrés proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros propios asuntos. Cuando pienso: «Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo», me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, estoy en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación. Fui consciente de esto al principio, en 1986. Cuando, por ejemplo, me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: «Mi madre debería comprenderme», experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me había sentido herida o sola, había estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.
Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía? Los dos estamos allá. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.
Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos. Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto. Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti.
Si comprendes los tres tipos de asuntos lo suficiente para ocuparte de los tuyos propios, esto puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos de los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede llevarte de vuelta a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas. Simplemente darte cuenta de que estás en los asuntos de otro te puede devolver a tu maravilloso ser.
Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad tú no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.
Encuéntrate con tus pensamientos con comprensión
Un pensamiento es inofensivo a menos que lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados a menudo durante años.
La mayoría de la gente cree que es lo que sus pensamientos dicen que es. Un día advertí que no estaba respirando: estaba siendo respirada. Entonces también me di cuenta, con gran sorpresa, de que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que el pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: «Creo que hoy no voy a pensar»? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando!
Los pensamientos sencillamente aparecen. Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través del cielo limpio. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.
Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente quizá cuente la historia de cómo lo ha conseguido. Yo no dejo ir mis pensamientos: los recibo con comprensión. Luego ellos me dejan ir a mí.
Los pensamientos son como la brisa o las hojas de los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen así, y mediante la indagación, podemos entablar amistad con ellos. ¿Discutirías con una gota de lluvia? Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que has recibido un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te cause risa. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas. Este es el poder de amar lo que es.
Poner la mente en papel
El primer paso de El Trabajo consiste en escribir tus juicios sobre cualquier situación estresante en tu vida pasada, presente o futura: una persona que te desagrada, una situación con alguien que te entristece, te enoja o te asusta. (Utiliza una hoja de papel en blanco; o puedes ir a www.thework.com/espanol a la sección llamada «El Trabajo» donde encontrarás una Hoja de Trabajo Juzga-a-tu-prójimo que puedes descargar e imprimir.)
Durante miles de años nos han enseñado a no juzgar; pero, seamos sinceros, de todos modos lo hacemos todo el tiempo. La verdad es que todos tenemos juicios ocupando nuestras cabezas. Mediante El Trabajo, por fin tenemos permiso para expresar esos juicios y hasta «gritarlos» en el papel. Tal vez descubramos que es posible encontrarse incluso con los pensamientos más desagradables con un amor incondicional.
Te animo a que escribas sobre alguien a quien no hayas perdonado totalmente. Este es el lugar más eficaz por dónde empezar. Aun cuando hayas perdonado a esa persona en un 99 por ciento, no serás libre hasta que tu perdón sea completo. Ese 1 por ciento que no has perdonado es precisamente el lugar en el que te has atascado con el resto de tus relaciones (incluida la relación contigo mismo).
Si empiezas por dirigir el dedo acusador hacia fuera, entonces el centro de atención no recaerá sobre ti. Sencillamente te podrás expresar sin censurarte.
Con frecuencia estamos bastante seguros sobre lo que otras personas necesitan hacer, como deberían vivir y con quién deberían estar. Tenemos una visión 20/20 sobre los demás pero no sobre nosotros mismos.
Cuando haces El Trabajo, comprendes quién eres a través de ver quién crees que son los demás. Con el tiempo, llegas a ver que todo lo que está fuera de ti es un reflejo de tu propio pensamiento. Eres el narrador de la historia, el proyector de todas las historias y el mundo es la imagen proyectada de tus pensamientos.
Desde el principio de los tiempos, la gente ha intentado cambiar el mundo a fin de ser feliz. Esto nunca ha funcionado porque aborda el problema al revés. El Trabajo nos brinda una manera de cambiar el proyector —la mente— en lugar de lo proyectado. Es como cuando hay una mota de polvo en la lente de un proyector. Creemos que hay una imperfección en la pantalla e intentamos cambiar la imagen de esta persona, o la otra persona, o quienquiera que sea sobre quien recaiga la imperfección. Pero intentar cambiar las imágenes proyectadas constituye un esfuerzo inútil. Una vez que comprendemos donde está la mota de polvo, podemos limpiar la lente. Esto es el fin del sufrimiento y el principio de un poco de dicha en el paraíso.
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