EL FIN DE TODAS LAS EXCUSAS
Por Gangaji*
No puedo decir que haya habido algo en mi
pasado que me haya preparado para el encuentro con la verdad que se produjo. No
se me dio una educación espiritual ni una formación religiosa especial. Solo
recuerdo dos sucesos concretos que ahora veo fueron de naturaleza espiritual,
ambos sucedieron alrededor de los seis años de edad.
La primera de estas experiencias tuvo que
ver con la percepción de mi cuerpo desapareciendo. Hubo momentos en que el
cuerpo parecía ser fino como una aguja, y luego desaparecía de repente. En
otras ocasiones, se convertía en algo enorme, llenando toda la habitación, solo
para desaparecer de nuevo. Estas experiencias no eran algo de lo que
disfrutara. En realidad me aterrorizaban. Mi familia se asustaba también y
consideraba estos episodios como algo patológico. De ahí que me llevaran a un
psiquiatra local y me prescribieran medicación.
En otras ocasiones, percibía el cuerpo como
carente de sustancia real. Lo que la mayoría de la gente experimentaba como muy
sólido, yo lo veía como más bien fluido. Tan pronto como estas percepciones
surgían, me tomaba la medicación prescrita y las
percepciones volvían a la normalidad.
El único otro incidente destacable de la
infancia se produjo en el trascurso de un año que pasé en una escuela católica.
Mi familia no era católica; éramos Episcopales. Por motivos de salud, sin
embargo, pasé un corto período de tiempo asistiendo a una escuela católica
cercana. Sin motivo aparente, quedé prendada de la religión católica, de los
santos, de Cristo, de la Virgen María. Empecé a
poner altares en mi cuarto en su honor. Mi corazón rebosaba amor.
Desde la perspectiva de mis padres esta expresión de la devoción no era en
absoluto aceptable. En realidad ni yo misma lo entendía. Lo que acontecía
parecía tener vida propia.
Con el tiempo, todos mis altares fueron
destruidos, y me hicieron llegar claramente el mensaje de que no era aceptable
dejar que me desbordara esta pasión por Dios; esto simplemente no se hacía en
nuestra clase social. Posteriormente, a la edad de once o doce años, me di
cuenta de que si me rendía a este sentimiento de devoción y me entregaba a
Cristo, toda mi vida pertenecería al servicio a Dios. Esto me asustaba, porque
lo que yo quería era una vida muy convencional, una vida fácil, una vida donde
no sobresaliera, por lo que me tuve que hacer un gran esfuerzo para ahogar
estos sentimientos de amor y devoción.
En el sur, donde yo vivía, diversos grupos
evangélicos escenificaban de vez en cuando renacimientos espirituales,
instalando sus tiendas de campaña y realizando sus particulares servicios. Si
permitía la rendición que mi corazón me estaba pidiendo, temía que podría
terminar como esos evangelistas, viajando por el país en una de sus caravanas.
Mi familia no respetaba esto. Es lo que la gente pobre hacía. Los
bautistas del sur, no los orgullosos episcopales.
Temía no gustarles, así que le di la
espalda a estos fuertes sentimientos de amor y éxtasis. Ahora veo que este
alejamiento estaba en la raíz del sufrimiento que experimenté cuando era niña.
Estaba constantemente tratando limitar la expresión natural del amor divino.
Puedo culpar a mi familia disfuncional por el sufrimiento que experimenté, pero
la verdad es que vi desde el principio la oportunidad de dejar ir mi
vida de verdad y ofrecerla a algo mucho más grande; una llamada del corazón a
la que me resistí por temor en aquel entonces. Pero por temor me
resistí a esta temprana llamada del corazón.
EMPIEZAN LAS DUDAS
En 1960, me gradué en la escuela secundaria
y comencé a asistir a la Universidad de Mississippi. En esa época conocí a mi
primer marido. Era un hombre joven de buena familia que estudiaba para ser
médico. En 1967, nos casamos, nos trasladamos a Memphis, y di a luz a nuestra
hija. Había logrado todo lo que convencionalmente se pensaba traería felicidad
y plenitud. Estaba casada con un hombre maravilloso. Era un buen amigo, un
padre excelente, un marido generoso. Tenía una niña, precoz y brillante, y aún
así anhelaba algo más. A pesar de todos los signos externos de plenitud, por
dentro, seguía sintiéndome desdichada.
Durante los dos años siguientes empecé a
ver que toda la energía que había puesto en lo que llamamos "vida
normal" no me había realmente compensado en realidad. No me había aportado
lo que yo pensaba que haría. Fue entonces cuando me di cuenta de que debía
volver toda mi atención a lo que yo realmente quería. No sabía exactamente lo
que era, pero sabía que algo tenía que cambiar.
En la segunda mitad de la década de los
sesenta, mi esposo y yo nos habíamos involucrado en algunas actividades sobre
los derechos civiles y en movimientos contra la guerra de aquella época. Empecé
a ver que era posible vivir una vida que llenaba sin palabras algo dentro de
mí. Mi marido tenía una inclinación por el arte, y lo convencí para pasar más
tiempo con su arte y menos tiempo ejerciendo como médico. Nos mudamos a San
Francisco a principios de los años 70, donde asistió al Instituto de Arte de
San Francisco.
Desde el momento en que llegamos a San
Francisco, me llamó la atención lo natural que me sentía al estar allí. Desde
el momento en que salí del coche, supe que estaba en el lugar correcto. Las
cosas cambiaron rápidamente a partir de ahí. La relación con mi marido llegó de
forma natural a su fin y nos divorciamos. En ese momento, me quedó claro por fin
que lo que estaba buscando era comprensión espiritual, y comencé a
identificarme como buscadora espiritual. Sabía que tenía que haber más en la
vida que el marido perfecto, el trabajo adecuado, una hermosa niña, o una
posición social respetada.
EL CAMBIO HACIA EL INTERIOR
El inicio de los años setenta fue, por
supuesto, una época muy interesante en California. Muchos se cuestionaban sus
creencias anteriores sobre la verdadera plenitud y lo que una vida debería ser.
Parecía estar produciéndose un cambio en el que la gente se sentía atraída
hacia su interior en la búsqueda de significado. Pasar tiempo con tantas
personas de ideas afines fue maravilloso y sirvió de apoyo. Yo siempre sentiré
una tremenda gratitud por la gracia y el misterio que contribuyó a este cambio
en mi vida.
Terminé viviendo en un pequeño pueblo en la
costa norte de San Francisco, donde finalmente me enamoré de mi actual marido,
Eli. Me impresionó profundamente la determinación de Eli por la
libertad. El había tenido muchas experiencias espirituales, y estaba
comprometido con la búsqueda espiritual. Nuestro encuentro estaba lleno de
poder, y con el tiempo nos reconocimos como verdaderos compañeros espirituales,
aliados en el camino.
Nos interesamos por el pensamiento oriental
y tomamos un camino bastante exótico y fascinante. Un maestro tibetano, Kalu
Rinpoche, vino a nuestro pueblo y nombró a Eli presidente de un pequeño centro
budista. Llevamos una vida intensa, despertando temprano y realizando diversas
prácticas de la tradición tibetana. Sin embargo, a pesar de los destellos hacia
una toma de conciencia más amplia, todavía había algo que no estábamos
vislumbrando. Estaba demasiado acostumbrada a focalizar mi atención hacia el
sufrimiento y volver a los viejos hábitos en relación a mis experiencias.
Durante este tiempo empecé una exploración
de diversas clases de terapias psicológicas, con la esperanza de finalmente
atravesar cada uno de los obstáculos que me separaban de la verdad. A pesar de
que el trabajo psicológico me proporcionó una gran comprensión de
mis experiencias, así como me asistió en un proceso de
auto-descubrimiento más profundo, fue el punto de vista chino sobre la vida lo
que realmente me llamó la atención. Me di cuenta de algo muy profundo en la
antigua forma china de pensar. Me involucré con el Yoga taoísta y el Tai Chi.
Con el tiempo me fui a estudiar medicina china y me convertí en acupunturista.
El estudio de la medicina china fue
importante, ya que ayudó a cambiar mi visión occidental, lógica y lineal en
algo más energético, más circular, y más interdependiente. Tomé conciencia de
la naturaleza ilusoria de la separación y comencé a ver una conexión energética
entre las personas y las cosas que trascendía la realidad cultural condicionada
de la que estaba tan impregnada.
Tuve un gran maestro que me enseñó una
lección importante en términos de la práctica de la acupuntura. Me enseñó a
salir del camino. Me animó a aprender las técnicas, aprender las leyes de los
cinco elementos, conocer los puntos de acupuntura, y, finalmente, salir del
camino. Puedo ver ahora qué apropiadas fueron estas enseñanzas y cómo me sirvió
de preparación para los acontecimientos por venir.
AGOTANDO LA VIDA CONVENCIONAL
Durante este tiempo, mi esposo y yo nos
mudamos a Mill Valley, donde vivimos una vida acelerada. Los dos teníamos
éxito. Yo tenía mi práctica en la medicina china y Eli estaba atendiendo
clientes en su práctica de Programación Neurolingüística. Teníamos una pequeña
clínica en San Francisco y estábamos ganando lo que considerábamos una gran
cantidad de dinero. Después de unos cinco años con esto, alrededor de 1988, los
dos estábamos agotados. Sabíamos que algo no estaba bien, algo se había
extraviado. Nos dimos cuenta de eso en nuestra insatisfacción con los grupos
espirituales y políticos que habíamos encontrado antes, que habíamos
simplemente cambiado nuestra devoción por un estilo de vida más materialista.
Disfrutamos de los placeres que este tipo de vida proporciona durante un
período de tiempo, pero pronto nos dimos cuenta que no podía darnos lo que en
última instancia estábamos buscando.
Estaba desencantada con mi trabajo. Empecé
a notar cuan identificada estaba conmigo misma como sanadora. Aunque me
encantaba la práctica de la acupuntura, en mi identificación como "la
sanadora", todavía estaba atrapada en un sutil fariseísmo. También sentía
que todavía estaba huyendo de algo. Aunque hubo gente ayudada en el camino,
algo ya no encajaba. De hecho, se había convertido en una tremenda
carga.
Decidimos vender nuestra casa, dejar
nuestras carreras, y mudarnos a Maui. Habíamos estado en Hawaii con
anterioridad y habíamos disfrutado de la sencillez de la vida allí.
También, alrededor de esta época, fuimos
introducidos a las enseñanzas del Eneagrama. Descubrí que este sistema era al
mismo tiempo potente y humilde en sus revelaciones. Me ayudó a ver que las
diversas formas con las que había estado tratando de definirme a mí misma,
desde lo negativo a lo más positivo, no era lo que realmente yo era. Más
bien, eran simplemente los patrones subyacentes en las estrategias
para evitar una especie de vacío, para evitar el no-saber, para evitar la
muerte de la identificación con el ego. Cuando empecé a ver esto, una
desilusión esencial me reveló los límites de la capacidad de mi mente para
localizar y definir la verdad de quién es uno.
Además del Eneagrama, que era una parte de
mi vida, y que Eli estaba utilizando en sus talleres, dejamos todas las
prácticas espirituales y psicológicas, así como la identificación con grupos de
todo tipo, políticos, espirituales, terapéuticos o de otra clase. En ese
momento quedó claro que estaba atrapada, y no sabía realmente a quién recurrir.
LA ORACIÓN POR UN VERDADERO MAESTRO
Había pasado muchos años de mi vida
buscando la felicidad tanto por medios convencionales como no convencionales,
los llamados caminos espirituales. Siendo una mujer occidental, estaba decidida
a encontrar una salida al condicionamiento normal al que se enfrentaban las
mujeres, particularmente en el sur. Era importante para mí salir de la
represión que había experimentado en mí misma y visto a mí alrededor. Quería
ser libre.
A partir de ese impulso de ser libre, había
comenzado a definirme a mí misma de una forma que esperaba me llevara a algún
poder que pudiera revelar la más profunda verdad. Después de más de veinte años
con este tipo de actividad, me di cuenta de que sin duda estaba cometiendo
algún error crucial. Una mentira estaba aún oculta. Sin embargo, no podía ver
exactamente lo que era. Tan solo reconocía que estaba dando vueltas a un
particular tipo de circuito mental. Había reemplazado una antigua definición de
mí misma como una chica reprimida que crece en el Sur por una nueva
definición de mujer liberada en California, libre de hacer lo que
deseaba, libre y sin embargo, en un sentido fundamental, desdichada.
Lo que sabía era que sentía una llamada
profunda y verdadera en mi interior, y siempre que me interiorizaba, descubría
paz y relajación. Sin embargo, de alguna manera, dado el ímpetu y el poder de
mi condicionamiento mental, con el tiempo me alejaba de la sencillez de esta
paz y comenzaba la búsqueda de nuevo. En la cosmología oriental, este giro ha
sido llamado reencarnación, en Occidente, podría ser etiquetado como depresión
o neurosis.
Durante los años de búsqueda, había tenido
muchas experiencias espirituales, así como la oportunidad de pasar tiempo con
muchos maestros y enseñanzas potentes. Tenía destellos y me deleitaba con
momentos de dicha y paz, sin embargo, estaba claramente más identificada con mi
neurosis básica que con los vislumbres de ser puro y perfecto. Todavía tenía
que encontrar algo o alguien que fuera capaz de atravesar totalmente la
identificación errónea y la confusión que había estado experimentando. Me
sentía frustrada. Los vislumbres de paz y verdad parecían fugaces, y lo que
permanecía era la búsqueda y el sufrimiento. Me di cuenta que había ido tan
lejos como podía por mi cuenta. Sabía que tenía que encontrar un verdadero
maestro, un maestro que pudiera penetrar en la profundidad de mi
condicionamiento y me llevara lejos de la ignorancia de una vez por todas.
Fui a un retiro. Hice una oración ferviente
y verdadera para de alguna manera conocer la verdad. Pedí por un maestro,
humano o no, que de alguna manera me transmitiera esa verdad. Incluso si todo
lo que yo esperaba y creía se revelara como falso, incluso si la noción de
libertad y paz fuera tan solo un mito para dar esperanza a la gente hasta que
murieran, yo quería saber. Bien poco sabía yo lo que iba a llegar de esta
oración.
ENCONTRANDO EL OCÉANO
En esa época, Eli se había ido a la India
para reunirse un maestro tibetano que había conocido anteriormente. Después de
varios retrasos con su visado y la
típica
burocracia india, terminó en la ciudad de Lucknow. Una vez allí, se
acordó de que un determinado maestro espiritual, Sri HWL Poonjaji,
supuestamente vivía allí. Eli consiguió localizar su residencia y tuvo la gran
fortuna de pasar algún tiempo a solas con este hombre extraordinario. Las
cartas que me escribió durante su estancia me conmovieron profundamente. Yo
sabía que había encontrado algo verdadero. Felicidad y verdad se vertían a
través de sus escritos de una manera tan explosiva que yo sabía que tenía que
ir ya a conocer a este hombre por mí misma.
Nunca había tenido antes ningún deseo de ir
a la India, y ciertamente no me atraía el camino hindú. Me consideraba a mi
misma demasiado sofisticada para esa clase de amor devocional confuso. Había
oído muchas historias acerca de los devotos y sus maestros, y había
desarrollado una visión negativa de todo el asunto. También me parecía absurdo
cuando la gente volvía de otro país con un exótico nombre nuevo. Sin embargo,
la transformación de Eli después de estar con este hombre, a quien había
comenzado a llamar cariñosamente "Papaji", y el silencio que Eli
transmitía cuando regresó, se sobrepuso a todas mis percepciones preconcebidas
de qué o quién necesitaba yo como maestro.
Cuando conocí a Papaji, me saludó en la
puerta con los brazos bien abiertos y los ojos despidiendo verdad,
poder y amor. Inmediatamente vi en sus ojos una enorme profundidad de
realización y la confianza que nunca había visto antes. Me enamoré! La alegría
era evidente en mi interior y todo alrededor. Cuando vio mi respuesta, dijo,
"Excelente, muy bien. Estás en el lugar correcto". Debido a su
confianza y la fuerza de su personalidad, me di cuenta de que estaba en lo
cierto, estaba en el lugar correcto. Fue un reconocimiento muy afortunado. Lo
sentía como si él me hubiera estado llamando a lo largo de esta encarnación de
sufrimiento, y ahora aparecía como la manifestación de una unidad profunda,
sincera y evolutiva hacia la resolución de mi vida individual.
No quería perder más tiempo. Inmediatamente
le dije: "Papaji, dime qué hacer. Estoy lista para hacerlo. "Oyó la
seriedad con la que hablaba y se rió, diciendo:" Excelente. ¿Estás
lista para no hacer nada? "
Al principio, no entendía lo que quería
decir. Le dije: "Bueno, sí, estoy dispuesta a hacer nada, pero ahora ¿qué
hago?" Él dijo: "No, me refiero a no hacer nada."
Todavía le seguí rogando: "Está bien,
entiendo no hacer nada, pero ¿qué hago?" Una vez más se echó a reír, me
acarició dulcemente en la mejilla, y dijo: "Te estoy diciendo que lo pares
todo. Detén todas tus técnicas para conseguir cualquier cosa. Reconoce todas
sus estrategias para lograr algo, y detenlas. "
Por supuesto, cuando oí esto por primera
vez, lo escuché a un nivel relativamente superficial. Pensé que quería decir
que si me sentía con ganas de comer, no comer, si me sentía con ganas de
sonreír a alguien, no sonreír. Cuando una vez mas rápidamente vió a través de
mi limitado entendimiento, me di cuenta finalmente. No, no tiene nada que ver
con comer, sonreír, dormir, caminar o hablar. Es mucho más profundo.
ATRAVESANDO LA MENTE QUE SE AFERRA
Pronto me di cuenta de que muchas de las
actividades de mi vida habían sido intentos estratégicos para descubrir la
verdad de quién era yo. El hilo común de todo era que había seguido buscando la
respuesta fuera de mí. Si podía relacionarme bien con alguien, eso significaba
que era alguien "buena", que era "relacional". Si mis
relaciones no iban bien, eso significaba que era alguien "mala", que
"fallaba" en las relaciones. Si mis prácticas espirituales iban bien,
entonces yo era un "éxito" espiritualmente, si iban mal, entonces una
vez más yo era un "fracaso".
En los primeros días con él, me mostró cómo
gran parte de mi actividad mental durante el día, incluso durante una hora,
giraba en torno a la búsqueda constante de un punto de referencia de quién y
cómo era yo. Irónicamente, incluso cuando recibía comentarios positivos que yo
era una buena persona, una persona auténtica, o una persona espiritual, me
quedaba aún insatisfecha. En respuesta buscaba aún más seriamente, y
desarrollaba estrategias aún más refinadas y sofisticadas.
Ahora Papaji me decía que parara todo, y me
lo decía de tal manera que podía escucharlo. Experimenté la verdad que emanaba
de su ser en un nivel más profundo que el que experimentaba la validez de mis
estrategias y el constante seguimiento de mis pensamientos. Por su
gracia profunda, por el misterio de la gracia en sí, por fin fui capaz de
relajarme y mantenerme simplemente quieta. A medida que la actividad mental
comenzó a disiparse, lo que quedaba era paz profunda. Cada vez que había
experimentado tal paz en el pasado, siempre había pensado que era porque alguna
estrategia había funcionado. En el momento de renunciar a todas las
estrategias, vi lo absurdo de pensar que cualquier cosa que haya nunca hecho
pudiera revelar esta profunda paz. Me di cuenta, de hecho, que los atisbos de
paz que había experimentado en el pasado solo habían surgido porque la
incesante búsqueda y hábitos de adquisición habían cesado por un momento. En
cualquiera de esos momentos, la felicidad indefinible e inefable del ser tiene
la posibilidad de mostrarse.
Al comienzo de nuestro encuentro, Papaji
había dicho: "Ya eres libre. Simplemente has venido para confirmarlo.
"En aquel momento, no tenía ni idea de lo que quería decir. Sentí que no podía
ser verdad. Él había entendido mi confusión y dijo: "Detente. Ve quién
eres. ¿Ha estado eso alguna vez dormido? ¿Alguna vez has estado tú
dormida? Si no, no necesitas preocuparte por despertar”.
Yo había pasado gran parte de mi vida yendo
a lugares para adquirir algo, para obtener más conocimiento, más entendimiento,
cualquier cosa que pensaba podría reparar el desgarro que sentía en mi alma.
Por fin se me decía detener todos los intentos por conseguir algo. Solamente en
el encuentro con Papaji fui capaz de finalmente darme cuenta de que todo lo que
había estado tratando de conseguir ya era, y siempre había sido.
Durante las semanas siguientes, llegaba y
simplemente me reunía con él. Dábamos paseos ocasionales juntos por la ciudad,
y me deleitaba en la dicha del Ser. Al mismo tiempo, me estaba enamorando más
profundamente de este gran hombre indio. Una vez, mientras estaba sentada junto
a la orilla del Ganges, apareció de repente a mi lado. Yo no lo había visto
venir por detrás, y me quedé sorprendida y emocionada de verlo. Pero de alguna
manera él podía ver en la mirada en mis ojos que me estaba atando
sentimentalmente. Nunca tuvo ningún problema para recibir cualquier efusión de
amor, porque él sabía que el amor era de Sí mismo a Si mismo. Sin embargo, el
apego sentimental que vio en mi rostro era algo completamente distinto. Tal vez
era el comienzo de otra estrategia para tratar de mantener o sostener. Él me
sonrió y dijo: "Mira hacia adentro y dime quién eres. ¿Quién eres?
"Como un rayo, fui alcanzada por el reconocimiento, yo soy eso que me
encanta, eso que es amor, y estoy más allá de eso. ¡Qué
momento!
QUEMANDO LAS VIEJAS DEFINICIONES
Poco después, bajé con lo que parecía ser
malaria, junto con una fiebre muy alta. Él vino a visitarme y me dijo: "No
cures la fiebre con medicamentos todavía. Déjala quemar. Hay algo para ser
quemado". En ese período de 24 horas, se produjeron muchas experiencias
delirantes y / o visionarias de futuro en que experimenté lo que parecían ser
muchas vidas. Me sentí a mí misma como un insecto. Me sentí como un meditador
grande y poderoso. Me sentí como el mismísimo Big Bang cósmico.
Al día siguiente, volvió a mí y me dijo:
"Bien. Ahora toma el medicamento contra la malaria, líbrate de la fiebre,
y dime lo que queda". Esta fue una gran enseñanza para mí, porque a lo
largo de toda mi búsqueda había estado buscando algo extraordinario. Cada vez
que experimentaba un momento de expansión, un momento de la verdad, me gustaba
tratar desesperadamente de aferrarme a ello. Durante la fiebre, había tenido
muchas experiencias extraordinarias. Tras la fiebre, todas las experiencias se
habían desvanecido. Eran simplemente ecos en la memoria. Podía recordarlas,
pero en esencia se habían ido. Estaba siendo obligada a mirar más allá de lo que
nunca había hecho a lo que se mantiene sin cambios a lo largo de cualquier
experiencia. Empecé a ver que en todos mis años de identificación con el
sufrimiento, así como en todos mis momentos preciosos de gran gozo, aún
permanecía una presencia continua, eternamente intocable por nada. Esa esencia
del ser era/es no-nacida e inmortal, total y completa, y por siempre quien yo
soy. Independientemente de cualquier experiencia que pueda surgir, hay un
soporte de la existencia que es totalmente inamovible e inafectado. Eso era lo
que mi maestro me había estado señalando.
EL GANGES FLUYE HACIA EL OESTE
Cuando vio que yo había visto eso, estaba
muy feliz. Al día siguiente, dijo, "soñé contigo anoche, y vi que tu
nombre es 'Ganga'". Estaba por supuesto muy feliz de escuchar eso porque
tantos regalos de preciosos despertares habían ocurrido en las orillas del río
Ganga. Él dijo: "Ahora sabes lo que significa el Ganges, la purificación
de la verdad, lo que inunda la tierra con el auto-reconocimiento de su propia conciencia".
Algunos días después, dijo: "Quiero que vayas de nuevo a Occidente y
compartas tus experiencias. "
Me sentía ansiosa ante la idea de salir al
mundo y hablar con la gente. Yo le dije, "¿Cómo puedo hacer eso? No creo
estar lista. No creo que sea el momento".
"No es necesario saber cómo",
respondió. "Simplemente habla desde tu realización."
Cuando pienso ahora en aquel intercambio,
me siento profundamente agradecida por su crueldad al no permitir que mis
pensamientos disminuyeran el poder de la realización. He descubierto que es
verdad que la realización habla por sí misma. La verdadera realización es mucho
más grande que yo o que cualquier cosa que pueda yo sentir, pensar o creer.
Poco después de este intercambio, llegó la
hora de abandonar la India. La mañana en la que estaba programado
partir, me apresuré a ir a su residencia e irrumpí, rompiendo todas las reglas.
"Papaji, no puedo ir", le dije.
"No te puedo dejar. Por fin he encontrado a quien me señala directamente,
sin piedad, sin lugar a dudas, al núcleo de la verdad, y no puedo irme".
Me miró durante un rato y dijo:
"Bueno, eso es cierto. Tienes razón. No puedes irte". Luego me mostró
el calendario de trenes. "Bien, vas a tomar tal y tal tren, después te
subirás a este avión, después terminarás en Hawaii. A partir de ahí, me dejas
saber, ¿fuiste capaz de irte de verdad?"
En mi mente, comprendí que quería decir que
nunca estuvimos separados, pero mi corazón decía: No, no puedo ir. No es
posible irme, no importa lo que mi mente está diciendo acerca de las verdades
elevadas. Aún así, dijo: "Vete. Vete y dime después ¿dónde estás, de
verdad? "
Finalmente, me fui. Acabé de nuevo en
Maui, en el paraíso, y lo sentí como un infierno para mí. Sólo el recuerdo de
la India me lanzaba de vuelta al paraíso. Anhelaba volver a estar en la gracia
de su enorme presencia y en la inundación de belleza y profundización que se
había producido allí. A veces, en medio de la noche, me sentía como si
estuviera siendo arrojada contra las paredes de la habitación, angustiada y
confundida. ¿Qué debo hacer? pensaba. ¿Debería de subir al avión de
regreso a la India? ¿Y si nunca hubiera ido a la India en primer lugar? Mis
pensamientos eran frenéticos, mi mente se debatía sin parar.
Esto continuó hasta que una noche, por
alguna gracia misteriosa, en lugar de asumir que lo había dejado, me detuve
realmente a ver . ¿Me he ido a alguna parte? ¿Ha ido a alguna parte esa
presencia llamada Poonjaji? Al decir la verdad, podía ver, No, estoy
aquí. Está aquí. Todo está aquí. En la rendición ante esa presencia innegable,
la paz sublime y la plenitud sin fin se revelaron como una bendición.
UN RAYO DE REALIZACIÓN
El evento más potente después de regresar
de la India tuvo lugar algún tiempo después. Una noche en California, estaba
hablando con Eli, cuando de la nada me impactó algo que sólo podría ser llamado
realización. Lo recuerdo muy bien. Fue un suceso muy grande, como si hubiera
caído un rayo, como si el planeta hubiera sido repentinamente golpeado por un
meteorito gigante y la realidad innegablemente cambiado. Duró menos de un
segundo, pero destruyó el mundo como yo lo había conocido. En ese momento, todo
fue revelado como estando en su lugar perfecto. Me di cuenta sin una sombra de
duda que la verdad de lo que soy, la verdad de que todo el mundo es, es la
totalidad de la existencia. Yo, tú, él/ella/ello, ellos, la mismísima
existencia - todo de la misma sustancia. El particular fluir mental
que había estado llamando "yo" era visto simplemente como un objeto
que aparece en la vida, existiendo por un tiempo breve, y, finalmente,
desapareciendo en la totalidad de la vida misma, así como una ola en el océano
se eleva, existe por un momento, y se hunde de nuevo, nunca separada
fundamentalmente del mismo océano.
Lo que hizo que esta experiencia particular
fuera tan profunda y tan diferente de las experiencias anteriores fue que no se
refirió de nuevo a un sentido personal de "mi". No tenía nada que ver
conmigo como un individuo separado de la conciencia misma. Quién experimentó
ser yo misma no estaba separado de ti, Poonjaji, Buda, Cristo, insectos,
árboles, o cualquier otra forma de vida. Ocurrió fuera del ámbito de lo
personal. No quiero decir que era impersonal, en el sentido de que era blanco o
plano. Estaba, y está, vivo y vibrando con la vida. Lo que faltaba era la
participación de lo personal. A pesar de que había y sigue habiendo una
personalidad asociada a este cuerpo, y un sentido de "persona" en mi
experiencia, ello se revela continuamente como nada enfrente de la verdad. Fue
como si mi mente se abriera en dos y la posibilidad de una auto-duda duradera
fuera totalmente aniquilada.
La realización no empieza ni termina en tal
momento. De lo que uno se da cuenta en un momento perfecto es lo que siempre ha
estado presente. Es la gran broma cósmica! Lo que uno ha estado buscando
desesperadamente, con furia, sin descanso, siempre ha estado presente,
exactamente donde uno se encuentra.
LA NORMALIDAD DEL DESPERTAR
Hoy vivo una vida muy normal. Me gusta
caminar, me gusta una buena película, me gusta una buena comida, me encanta
estar en la naturaleza, y a menudo disfruto de la actividad del mundo. Antes de
conocer a Poonjaji, todas las actividades de mi vida eran una búsqueda de algún
tipo de auto-realización o auto-definición. Ya fuera buscar la paz en la
naturaleza, o en la emoción de la relación, o en el excitante mundo de la
adquisición, siempre fue una búsqueda de quién era yo, la mayor parte del
tiempo buscando una respuesta positiva y corriendo de las negativas.
Ahora no busco. Sé y continuamente me doy
cuenta cada día más profundamente que ninguna cosa me puede definir. Por grande
que sea la alegría de pasar tiempo en la naturaleza, por armoniosas que sean
mis relaciones, por más hermosas que sean las experiencias del mundo, eso a
partir de lo cual todo surge, ese omnipresente campo de pura conciencia, es
mucho mas grande, mucho más profundo, dichoso y sublime.
En el exterior, gran parte de mi vida tiene
el mismo aspecto. Eli sigue siendo mi marido, Sarah sigue siendo mi hija, y
conozco algunas de las mismas personas. Lo que es diferente es que no estoy
buscando a nadie ni a ninguna cosa que me de lo que quiero. Sé lo que quiero, y
por suerte lo que quiero es lo que ya está aquí. Siempre ha estado aquí,
porque es quien soy.
Muchas personas han preguntado cómo era
posible integrar estas realizaciones en mi vida día a día. Mi respuesta ha sido
siempre la misma. No es posible integrar la verdad en ninguna otra cosa porque
la verdad ya existe y siempre ha existido en todo. No se puede tomar la
inmensidad o lo infinito e integrarlo en algún objeto de la vida, como un día o
un espacio de trabajo. Lo que puedes reconocer es que tu vida ya está dentro de
eso, ya es una parte de ese todo integral. Entonces todas las situaciones en la
vida son una oportunidad para reconocer el soporte del estado de ser que los
sostiene todo.
EL FIN DE TODAS LAS EXCUSAS
Os estoy señalando donde mi maestro me
indicó a mí, que es dejar de hacer. Aprovecha este momento para dejar de hacer.
Si tienes la gracia suficiente para ser capaz de escuchar realmente este
profundo mensaje, por un solo instante, podrás reconocer que ya está todo
hecho. Cualquier pensamiento de separación, por mucho sufrimiento que siga,
sigue siendo sólo un pensamiento. La separación debe mantenerse, debe ser
pensada, debe ser probada, y debe ser practicada para existir. Sin ese
mantenimiento, la experiencia de la separación se desvanece.
Cualquiera que sea la forma que
tu vida cotidiana se presenta, ya sea una vida dedicada a
obligaciones monásticas o una vida mundana, cada momento es una oportunidad
para darte cuenta de quién eres. La investigación verdadera nos revela que
cualquiera que sean las limitaciones anteriores que sentimos nos mantienen
lejos de lo que somos, ya sean grandiosas o pequeñas, no son más que
conceptos, conceptos que, cuando no son mantenidos por la actividad de la
mente, no pueden causar sufrimiento. Estos conceptos pueden ser liberados para
que tú, tal como eres, puedas brillar en plenitud. Esta es la invitación
que te ofrezco.
Este no es un camino que te conduce a
cualquier lugar. Es una ruta en la que reconoces que la tendencia a ir a alguna
parte es la tendencia a seguir al pensamiento. Es la vía donde te detienes para
poder descubrir directamente quién eres.
Finalmente, no hay más excusas. Al igual
que tú, soy una criatura de este planeta. No tuve un parto propicio, bajo las
estrellas correctas. No fui en absoluto criada por padres espiritualmente
avanzados o en una sociedad iluminada. Me casé. Tuve una niña. He vivido una
vida muy normal.
Pasé la mayor parte de esta vida buscando
la felicidad de todas las formas que conocía, hasta que conocí a una fuerza
gigantesca que me dijo: "¡Alto! ¡Renuncia! "Por alguna gracia dije:
"De acuerdo". Esta es tu gracia. No es diferente. Renuncia a todo y
verás inmediatamente lo que nunca se puede perder. Entonces sabrás dónde está
el verdadero hogar, y podrás verdaderamente descansar.
Publicado
en:
http://www.gangaji.es/Lecturas_de_Gangaji.html
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*Gangaji
Gangaji, cuyo nombre original era Merle Antoinette (Toni)
Robertson, nació en Texas en 1942, pasando su infancia y parte de su juventud
en el estado de Mississippi (EE.UU.). Después de graduarse en la Universidad de
Mississippi en 1964, se casó y tuvo una hija. En 1972 se trasladó a San
Francisco, donde empezó a explorar los niveles más profundos de su ser.
Como muchos de sus contemporáneos, buscó la satisfacción
y la plenitud en las relaciones, en su carrera profesional, en la maternidad,
en el activismo político y en la práctica espiritual.
En su búsqueda personal de la verdad tomó el voto
del Bodhisattva, practicó meditación Zen y Vipassana,
y ayudó a dirigir un centro de meditación budista y trabajó también como
acupuntora.
Sus éxitos profesionales, personales y políticos no
lograron eliminar el vacío interior que sentía, un profundo y persistente
anhelo de realización. La respuesta a su petición de ayuda le llegó
inesperadamente en 1990, junto al río Ganges, en la India. Allí encontró a
quien sería su maestro, Sri Poonjaji (H.W.L. Poonja), un
discípulo de Sri Ramana Maharshi. En ese encuentro con su maestro, a quien
amorosamente llama Papaji, descubrió la verdadera plenitud que había estado
buscando toda su vida. Él le mostró la forma de reconocer a su verdadero Ser.
"El extraordinario evento en esta vida fue encontrar
a Papaji. Hasta entonces había estado buscando lo trascendental o lo
extraordinario por todos lados, pero después de encontrarme con Papaji, empecé
a buscar lo extraordinario en cualquier momento".
Actualmente Gangaji viaja continuamente por
todo el mundo dando charlas en las que comparte con sus oyentes su directa
experiencia del mensaje esencial que recibió de Papaji. A través de la
autoindagación, tal como la enseñaron Ramana Maharshi y Papaji, ella muestra el
camino de la libertad a cuantos quieran oírla.
Publicado en:
http://www.advaitainfo.com/maestros/gangaji.html
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