domingo, 23 de septiembre de 2012

Las instituciones educativas que pretenden conformar mentes estandarizadas.


Jiddu Krishnamurti:

EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN

 

Capítulo 6 - La Totalidad de la Vida

 

La mayoría de nosotros se aferra a una pequeña parte de la vida y piensa que, a través de esa parte, descubrirá lo total. Sin abandonar la habitación, esperamos explorar el río en toda su extensión y anchura, y percibir la riqueza de los pastos a lo largo de sus márgenes. Vivimos en una pequeña habitación, pintamos sobre un pequeño lienzo, y pensamos que hemos tomado la vida de la mano o que hemos comprendido el significado de la muerte; pero no es así.

 

Para hacer eso tenemos que salir afuera. Y es extraordinariamente difícil salir afuera, dejar la habitación con su estrecha ventana y verlo todo tal como es, sin juzgar, sin condenar, sin decir: “Esto me gusta y aquello no me gusta”; porque, como decíamos, casi todos pensamos que a través de la parte comprenderemos la totalidad.

 

A través de uno solo de sus rayos esperamos comprender la rueda; pero un rayo no hace la rueda, ¿verdad? Se requieren muchos rayos, así como un eje y un aro, para hacer esa cosa llamada rueda, y necesitamos ver la rueda completa a fin de entenderla. Del mismo modo, tenemos que percibir el proceso total del vivir si es que realmente queremos comprender la vida.

 

Espero que estén siguiendo todo esto, porque la educación debe ayudarles a comprender la totalidad de la vida y no prepararlos meramente para que consigan un empleo y sigan el camino habitual con el matrimonio, los hijos, el seguro, los pujas y los pequeños dioses.

 

Pero la clase apropiada de educación requiere mucha inteligencia, discernimiento, y por eso es tan importante que el educador mismo se edifique para comprender el proceso total de la vida, y no para enseñarles meramente de acuerdo con una fórmula, vieja o nueva.

 

La vida es un misterio extraordinario -no el misterio que hay en los libros, no el misterio de que habla la gente, sino un misterio que uno ha de descubrir por sí mismo; y por eso es tan importante para ustedes comprender lo pequeño, lo limitado, lo trivial, e ir más allá de todo eso.

 

Si no empiezan a comprender la vida mientras son jóvenes, cuando crezcan serán muy feos internamente, serán torpes, vacuos por dentro, aunque exteriormente puedan tener dinero, viajar en costosos automóviles y darse muchos aires.

 

Por eso es tan indispensable que abandonen la pequeña habitación en que se encuentran y perciban toda la extensión de los cielos. Pero no pueden hacerlo a menos que tengan amor - no amor corporal o amor divino, sino sencillamente amor, que implica amar los pájaros, los árboles, las flores, amar a sus maestros, a sus padres y, más allá de sus padres, amar a la humanidad.

 

¿No será una gran tragedia si no descubren por sí mismos qué es amar? Si no conocen el amor ahora, jamás lo conocerán, porque a medida que pasen los años, lo que llaman amor se convertirá en algo muy feo - una posesión, una especie de mercadería que se compra y se vende. Pero si desde ahora mismo comienzan a tener amor en el corazón, si aman el árbol que plantan, el animal abandonado que acarician, entonces, a medida que vayan creciendo, no se quedarán en su pequeña habitación con su pequeña ventana, sino que saldrán de ahí y amarán la totalidad de la vida.

 

El amor es factual, no es algo emocional, algo sobre lo cual haya que llorar; no es un sentimiento. No hay sentimentalismo alguno en relación con el amor. Y es una cuestión muy seria e importante que ustedes conozcan el amor mientras son jóvenes.

 

Sus padres y maestros tal vez no conocen el amor, y es por eso que han creado un mundo terrible - sociedades que están perpetuamente en guerra consigo mismas y con otras sociedades. Sus religiones, sus filosofías e ideologías son todas falsas porque ellos carecen de amor. Perciben tan sólo una parte; miran por una ventana estrecha desde la cual la vista puede ser agradable y amplia, pero ésa no es la extensión total de la vida. Si no sienten este intenso amor, jamás podrán tener esta percepción de lo total; por lo tanto, serán siempre desdichados, y al final de sus vidas no tendrán sino cenizas, un montón de palabras vacías.

 

Interlocutor: ¿Por qué deseamos ser famosos?

 

Krishnamurti: ¿Por qué cree usted que desea ser famoso? Yo puedo explicarlo, pero cuando termine de hacerlo, ¿dejará usted de sentir el deseo de ser famoso? Usted desea ser famoso porque todos, en esta sociedad que lo rodea, quieren ser famosos. Sus padres, sus maestros, el gurú, el yogui - todos ellos desean ser famosos, muy conocidos; por consiguiente, usted también lo desea.

 

Consideremos juntos esto. ¿Por qué la gente desea ser famosa? En primer lugar, ser famoso resulta lucrativo; y le proporciona a uno mucho placer, ¿no es cierto? Si somos conocidos en todo el mundo, nos sentimos muy importantes, eso nos da una sensación de inmortalidad.

 

Queremos ser famosos, queremos que se nos conozca y se hable de nosotros en el mundo, porque internamente no somos nadie; no hay riqueza en nosotros, no hay nada en absoluto; por eso queremos que se nos “conozca” en el mundo exterior. Pero, si somos ricos internamente, entonces no nos importa si se nos conoce o no se nos conoce.

Ser ricos internamente es mucho más arduo que ser exteriormente ricos y famosos; se requiere mucho más cuidado, una atención más intensa. Si uno tiene un poco de talento y sabe cómo explotarlo, se vuelve famoso; pero la riqueza interna no llega de ese modo. Para ser ricos en lo interno, la mente tiene que comprender y descartar las cosas que no son importantes, como ésa de querer ser famosos.

 

La riqueza interior implica permanecer solos en lo psicológico; pero el hombre que desea ser famoso tiene miedo de estar solo, porque depende del halago de la gente y de la buena opinión de los demás.

 

Interlocutor: Cuando usted era joven escribió un libro en el que decía: “Estas no son mis palabras, son las palabras de mi Maestro”. ¿Cómo es que ahora insiste en que pensemos por nosotros mismos? ¿Y quién fue su Maestro?

 

Krishnamurti: Una de las cosas más difíciles en la vida es no estar amarrados a una idea; a ese estar amarrados se le llama ser “consecuentes”. Si uno tiene un ideal de no violencia, trata de ser consecuente con ese ideal. Ahora bien, el interlocutor está diciendo en realidad: “Usted nos dice que pensemos por nosotros mismos, lo cual es contrario a lo que decía cuando era un muchacho. ¿Por qué no es usted consecuente?” ¿Qué significa ser consecuente? Éste es realmente un punto muy importante. Ser consecuente es tener una mente que, de manera invariable, sigue un patrón de pensamiento - lo cual implica que uno no debe hacer cosas contradictorias, una cosa hoy y la opuesta mañana. Estamos tratando de descubrir qué es una mente consecuente. A una mente que dice: “He tomado un voto para ser tal cosa, y voy a ser eso por el resto de mi vida”, se le llama consecuente; pero en realidad es una mente muy estúpida, porque ha arribado a una conclusión y está viviendo conforme a esa conclusión. Es como un hombre que construye un muro alrededor de sí mismo y deja pasar la vida.

 

Este es un problema muy complejo; puede ser que lo esté simplificando demasiado, aunque no lo creo. Cuando la mente sólo es consecuente, se vuelve mecánica y pierde vitalidad, pierde el fervor, la belleza del movimiento libre. Está funcionando dentro de un patrón. Esa es una parte de la pregunta.

 

La otra es: ¿Quién es el Maestro? Usted no conoce las implicaciones de todo esto. Es mejor así. Vean, se ha dicho que cuando yo era un muchacho escribí cierto libro, y ese caballero ha citado una declaración de que un Maestro ayudó a escribirlo. Ahora bien, hay grupos de personas, como los teósofos, que creen en la existencia de Maestros que viven en los remotos Himalayas y que guían y ayudan al mundo; y ese caballero quiere saber quién es el Maestro. Escuchen cuidadosamente, porque esto les concierne también a ustedes.

 

¿Acaso importa mucho quién es un Maestro o un gurú? Lo que importa es la vida -no su gurú, no un Maestro, un líder o un instructor que interpreta la vida para usted. Es usted el que tiene que comprender la vida; es usted el que está sufriendo, el que vive en la desdicha; es usted el que quiere conocer el significado de la muerte, del nacimiento, de la meditación, del dolor, y nadie puede revelarle eso. Otros podrán explicárselo, pero esas explicaciones pueden ser enteramente falsas, erróneas por completo.

 

Es bueno, pues, ser escépticos, porque eso nos da la oportunidad de averiguar por nosotros mismos si necesitamos en absoluto un gurú. Lo importante es ser luz para uno mismo, ser uno su propio discípulo y maestro, ser tanto el que enseña como el que aprende. En tanto esté uno aprendiendo, no hay maestro. Es sólo cuando hemos dejado de explorar, de descubrir, de comprender el proceso total de la vida, que aparece el maestro - y un maestro así carece de validez. Porque entonces estamos muertos y, por lo tanto, nuestro maestro también está muerto.

 

Interlocutor: ¿Por qué es orgulloso el hombre?

 

Krishnamurti: ¿No te sientes orgulloso si escribes con una hermosa caligrafía, o cuando ganas un juego o apruebas algún examen? ¿Has escrito alguna vez un poema o has pintado un cuadro y luego se lo mostraste a un amigo? Si tu amigo te dice que es un bello poema o una pintura maravillosa, ¿no te complace eso?

 

Cuando has hecho alguna cosa y te dicen que es excelente, experimentas un sentimiento de regocijo, y eso está muy bien, es bueno que sea así; pero, ¿qué ocurre la próxima vez que pintas un cuadro, o escribes un poema, o limpias una habituación? Esperas que venga alguien y te diga qué niño excelente eres; y, si no viene nadie, no te molestas más en pintar, o en escribir o en limpiar. De ese modo entras a depender del placer que otros te proporcionan con su aprobación. Es así de sencillo.

 

Y entonces, ¿qué ocurre? Cuando ya eres mayor, quieres que aquello que hagas sea reconocido por mucha gente. Tal vez digas: “Haré esto por el bien de mi gurú, por el bien de mi país, por el bien del hombre, por el bien de Dios”, pero en realidad lo haces para ganar reconocimiento, y en eso tiene su origen el orgullo; y cuando haces cualquier cosa de ese modo, ésa no es una acción correcta. No sé si comprendes todo esto.

 

Para comprender algo como el orgullo, uno tiene que ser capaz de pensar correctamente de principio a fin; tiene que ver cómo comienza el orgullo y el desastre que ocasiona, tiene que ver la totalidad de ello, lo cual implica que uno ha de estar tan profundamente interesado, que su mente prosiga hasta el final y no se detenga a medio camino. Cuando te interesas realmente en un juego, lo juegas hasta el final, no te detienes súbitamente en medio del juego y te vas a tu casa. Pero tu mente no está habituada a esta clase de pensar, y forma parte de la educación ayudarte a inquirir en el proceso total de la vida, y no solamente enseñarte unas cuantas materias.

 

Interlocutor: Cuando somos niños se nos dice qué es lo bello y qué es lo feo, con el resultado de que durante toda la vida seguimos repitiendo: “Esto es bello, eso es feo”. ¿Cómo ha de saber uno realmente qué es la belleza y qué es la fealdad?

 

Krishnamurti: Supongamos que yo digo que la arcada de cierto edificio es hermosa, y algún otro dice que es fea. Bien, ¿qué es lo importante, pelear sobre nuestras opiniones en conflicto acerca de si algo es bello o feo, o ser sensibles tanto a la belleza como a la fealdad? En la vida hay suciedad, escualidez, degradación, dolor, lágrimas, y también hay alegría, risas, la belleza de una flor bajo la luz solar.

 

Lo que importa, sin duda, es ser sensibles a todo, y no decidir meramente qué es bello y qué es feo y permanecer con esa opinión. Si yo digo: “Voy a cultivar la belleza y rechazaré toda la fealdad”, ¿qué ocurre? El cultivo de la belleza contribuye entonces a la insensibilidad. Es como un hombre que desarrolla su brazo derecho haciéndolo muy fuerte, y deja que el izquierdo se deteriore.

 

Por lo tanto, tenemos que estar despiertos tanto a la fealdad como a la belleza. Uno debe ver la danza de las hojas, el agua que corre bajo el puente, la belleza de un anochecer, y también debe estar atento al mendigo en la calle; debe ver a la pobre mujer que se esfuerza con una pesada carga y ha de estar dispuesto a ayudarla, a darle una mano. Todo esto es necesario, y sólo cuando usted tiene esta sensibilidad a todas las cosas puede empezar a trabajar, a ayudar a otros, sin rechazar ni condenar.

 

Interlocutor: Perdóneme, pero usted no ha dicho quién fue su Maestro.

 

Krishnamurti: ¿Importa mucho eso? Queme el libro, tírelo. Cuando uno da importancia a algo tan trivial como quién es el Maestro, está convirtiendo toda la existencia en un asunto muy insignificante. Vea, siempre queremos saber quién es el Maestro, quién es la persona ilustrada, quién es el artista que ha pintado el cuadro.

 

Jamás queremos descubrir por nosotros mismos el contenido de la pintura en sí, sin tener en cuenta la identidad del artista. Sólo cuando sabemos quién es el poeta, decimos que el poema es hermoso. Esto es esnobismo, es repetir meramente una opinión, lo cual destruye nuestra propia percepción interna de la cosa con su realidad. Si percibimos que una pintura es hermosa y nos sentimos muy reconfortados con ella, ¿puede realmente importarnos quién la pintó? Si nuestro único interés es el contenido, la verdad de la pintura, entonces ésta nos comunica su significación.

 

Jiddu Krishnamurti:

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