Jiddu Krishnamurti:
EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN
Capítulo 6 - La Totalidad de la Vida
La mayoría de nosotros se
aferra a una pequeña parte de la vida y piensa que, a través de esa parte,
descubrirá lo total. Sin abandonar la habitación, esperamos explorar el río en
toda su extensión y anchura, y percibir la riqueza de los pastos a lo largo de
sus márgenes. Vivimos en una pequeña habitación, pintamos sobre un pequeño
lienzo, y pensamos que hemos tomado la vida de la mano o que hemos comprendido
el significado de la muerte; pero no es así.
Para hacer eso tenemos
que salir afuera. Y es extraordinariamente difícil salir afuera, dejar la
habitación con su estrecha ventana y verlo todo tal como es, sin juzgar, sin
condenar, sin decir: “Esto me gusta y aquello no me gusta”; porque, como
decíamos, casi todos pensamos que a través de la parte comprenderemos la
totalidad.
A través de uno solo de
sus rayos esperamos comprender la rueda; pero un rayo no hace la rueda,
¿verdad? Se requieren muchos rayos, así como un eje y un aro, para hacer esa
cosa llamada rueda, y necesitamos ver la rueda completa a fin de entenderla.
Del mismo modo, tenemos que percibir el proceso total del vivir si es que
realmente queremos comprender la vida.
Espero que estén
siguiendo todo esto, porque la educación debe ayudarles a comprender la
totalidad de la vida y no prepararlos meramente para que consigan un empleo y
sigan el camino habitual con el matrimonio, los hijos, el seguro, los pujas y
los pequeños dioses.
Pero la clase apropiada
de educación requiere mucha inteligencia, discernimiento, y por eso es tan
importante que el educador mismo se edifique para comprender el proceso total
de la vida, y no para enseñarles meramente de acuerdo con una fórmula, vieja o
nueva.
La vida es un misterio
extraordinario -no el misterio que hay en los libros, no el misterio de que
habla la gente, sino un misterio que uno ha de descubrir por sí mismo; y por
eso es tan importante para ustedes comprender lo pequeño, lo limitado, lo
trivial, e ir más allá de todo eso.
Si no empiezan a
comprender la vida mientras son jóvenes, cuando crezcan serán muy feos
internamente, serán torpes, vacuos por dentro, aunque exteriormente puedan
tener dinero, viajar en costosos automóviles y darse muchos aires.
Por eso es tan
indispensable que abandonen la pequeña habitación en que se encuentran y
perciban toda la extensión de los cielos. Pero no pueden hacerlo a menos que
tengan amor - no amor corporal o amor divino, sino sencillamente amor, que
implica amar los pájaros, los árboles, las flores, amar a sus maestros, a sus
padres y, más allá de sus padres, amar a la humanidad.
¿No será una gran
tragedia si no descubren por sí mismos qué es amar? Si no conocen el amor
ahora, jamás lo conocerán, porque a medida que pasen los años, lo que llaman
amor se convertirá en algo muy feo - una posesión, una especie de mercadería
que se compra y se vende. Pero si desde ahora mismo comienzan a tener amor en
el corazón, si aman el árbol que plantan, el animal abandonado que acarician,
entonces, a medida que vayan creciendo, no se quedarán en su pequeña habitación
con su pequeña ventana, sino que saldrán de ahí y amarán la totalidad de la
vida.
El amor es factual, no es
algo emocional, algo sobre lo cual haya que llorar; no es un sentimiento. No
hay sentimentalismo alguno en relación con el amor. Y es una cuestión muy seria
e importante que ustedes conozcan el amor mientras son jóvenes.
Sus padres y maestros tal
vez no conocen el amor, y es por eso que han creado un mundo terrible -
sociedades que están perpetuamente en guerra consigo mismas y con otras
sociedades. Sus religiones, sus filosofías e ideologías son todas falsas porque
ellos carecen de amor. Perciben tan sólo una parte; miran por una ventana
estrecha desde la cual la vista puede ser agradable y amplia, pero ésa no es la
extensión total de la vida. Si no sienten este intenso amor, jamás podrán tener
esta percepción de lo total; por lo tanto, serán siempre desdichados, y al
final de sus vidas no tendrán sino cenizas, un montón de palabras vacías.
Interlocutor: ¿Por qué
deseamos ser famosos?
Krishnamurti: ¿Por qué
cree usted que desea ser famoso? Yo puedo explicarlo, pero cuando termine de
hacerlo, ¿dejará usted de sentir el deseo de ser famoso? Usted desea ser famoso
porque todos, en esta sociedad que lo rodea, quieren ser famosos. Sus padres,
sus maestros, el gurú, el yogui - todos ellos desean ser famosos, muy
conocidos; por consiguiente, usted también lo desea.
Consideremos juntos esto.
¿Por qué la gente desea ser famosa? En primer lugar, ser famoso resulta
lucrativo; y le proporciona a uno mucho placer, ¿no es cierto? Si somos
conocidos en todo el mundo, nos sentimos muy importantes, eso nos da una
sensación de inmortalidad.
Queremos ser famosos,
queremos que se nos conozca y se hable de nosotros en el mundo, porque
internamente no somos nadie; no hay riqueza en nosotros, no hay nada en
absoluto; por eso queremos que se nos “conozca” en el mundo exterior. Pero, si
somos ricos internamente, entonces no nos importa si se nos conoce o no se nos
conoce.
Ser ricos internamente es
mucho más arduo que ser exteriormente ricos y famosos; se requiere mucho más
cuidado, una atención más intensa. Si uno tiene un poco de talento y sabe cómo
explotarlo, se vuelve famoso; pero la riqueza interna no llega de ese modo.
Para ser ricos en lo interno, la mente tiene que comprender y descartar las
cosas que no son importantes, como ésa de querer ser famosos.
La riqueza interior implica
permanecer solos en lo psicológico; pero el hombre que desea ser famoso tiene
miedo de estar solo, porque depende del halago de la gente y de la buena
opinión de los demás.
Interlocutor: Cuando
usted era joven escribió un libro en el que decía: “Estas no son mis palabras,
son las palabras de mi Maestro”. ¿Cómo es que ahora insiste en que pensemos por
nosotros mismos? ¿Y quién fue su Maestro?
Krishnamurti: Una de las
cosas más difíciles en la vida es no estar amarrados a una idea; a ese estar
amarrados se le llama ser “consecuentes”. Si uno tiene un ideal de no
violencia, trata de ser consecuente con ese ideal. Ahora bien, el interlocutor
está diciendo en realidad: “Usted nos dice que pensemos por nosotros mismos, lo
cual es contrario a lo que decía cuando era un muchacho. ¿Por qué no es usted
consecuente?” ¿Qué significa ser consecuente? Éste es realmente un punto muy
importante. Ser consecuente es tener una mente que, de manera invariable, sigue
un patrón de pensamiento - lo cual implica que uno no debe hacer cosas
contradictorias, una cosa hoy y la opuesta mañana. Estamos tratando de
descubrir qué es una mente consecuente. A una mente que dice: “He tomado un
voto para ser tal cosa, y voy a ser eso por el resto de mi vida”, se le llama
consecuente; pero en realidad es una mente muy estúpida, porque ha arribado a
una conclusión y está viviendo conforme a esa conclusión. Es como un hombre que
construye un muro alrededor de sí mismo y deja pasar la vida.
Este es un problema muy
complejo; puede ser que lo esté simplificando demasiado, aunque no lo creo.
Cuando la mente sólo es consecuente, se vuelve mecánica y pierde vitalidad,
pierde el fervor, la belleza del movimiento libre. Está funcionando dentro de
un patrón. Esa es una parte de la pregunta.
La otra es: ¿Quién es el
Maestro? Usted no conoce las implicaciones de todo esto. Es mejor así. Vean, se
ha dicho que cuando yo era un muchacho escribí cierto libro, y ese caballero ha
citado una declaración de que un Maestro ayudó a escribirlo. Ahora bien, hay
grupos de personas, como los teósofos, que creen en la existencia de Maestros
que viven en los remotos Himalayas y que guían y ayudan al mundo; y ese
caballero quiere saber quién es el Maestro. Escuchen cuidadosamente, porque
esto les concierne también a ustedes.
¿Acaso importa mucho
quién es un Maestro o un gurú? Lo que importa es la vida -no su gurú, no un
Maestro, un líder o un instructor que interpreta la vida para usted. Es usted
el que tiene que comprender la vida; es usted el que está sufriendo, el que
vive en la desdicha; es usted el que quiere conocer el significado de la
muerte, del nacimiento, de la meditación, del dolor, y nadie puede revelarle
eso. Otros podrán explicárselo, pero esas explicaciones pueden ser enteramente
falsas, erróneas por completo.
Es bueno, pues, ser
escépticos, porque eso nos da la oportunidad de averiguar por nosotros mismos
si necesitamos en absoluto un gurú. Lo importante es ser luz para uno mismo,
ser uno su propio discípulo y maestro, ser tanto el que enseña como el que
aprende. En tanto esté uno aprendiendo, no hay maestro. Es sólo cuando hemos
dejado de explorar, de descubrir, de comprender el proceso total de la vida,
que aparece el maestro - y un maestro así carece de validez. Porque entonces
estamos muertos y, por lo tanto, nuestro maestro también está muerto.
Interlocutor: ¿Por qué es
orgulloso el hombre?
Krishnamurti: ¿No te
sientes orgulloso si escribes con una hermosa caligrafía, o cuando ganas un
juego o apruebas algún examen? ¿Has escrito alguna vez un poema o has pintado
un cuadro y luego se lo mostraste a un amigo? Si tu amigo te dice que es un
bello poema o una pintura maravillosa, ¿no te complace eso?
Cuando has hecho alguna
cosa y te dicen que es excelente, experimentas un sentimiento de regocijo, y
eso está muy bien, es bueno que sea así; pero, ¿qué ocurre la próxima vez que
pintas un cuadro, o escribes un poema, o limpias una habituación? Esperas que
venga alguien y te diga qué niño excelente eres; y, si no viene nadie, no te
molestas más en pintar, o en escribir o en limpiar. De ese modo entras a
depender del placer que otros te proporcionan con su aprobación. Es así de
sencillo.
Y entonces, ¿qué ocurre?
Cuando ya eres mayor, quieres que aquello que hagas sea reconocido por mucha
gente. Tal vez digas: “Haré esto por el bien de mi gurú, por el bien de mi
país, por el bien del hombre, por el bien de Dios”, pero en realidad lo haces
para ganar reconocimiento, y en eso tiene su origen el orgullo; y cuando haces
cualquier cosa de ese modo, ésa no es una acción correcta. No sé si comprendes
todo esto.
Para comprender algo como
el orgullo, uno tiene que ser capaz de pensar correctamente de principio a fin;
tiene que ver cómo comienza el orgullo y el desastre que ocasiona, tiene que
ver la totalidad de ello, lo cual implica que uno ha de estar tan profundamente
interesado, que su mente prosiga hasta el final y no se detenga a medio camino.
Cuando te interesas realmente en un juego, lo juegas hasta el final, no te
detienes súbitamente en medio del juego y te vas a tu casa. Pero tu mente no
está habituada a esta clase de pensar, y forma parte de la educación ayudarte a
inquirir en el proceso total de la vida, y no solamente enseñarte unas cuantas
materias.
Interlocutor: Cuando
somos niños se nos dice qué es lo bello y qué es lo feo, con el resultado de
que durante toda la vida seguimos repitiendo: “Esto es bello, eso es feo”.
¿Cómo ha de saber uno realmente qué es la belleza y qué es la fealdad?
Krishnamurti: Supongamos
que yo digo que la arcada de cierto edificio es hermosa, y algún otro dice que
es fea. Bien, ¿qué es lo importante, pelear sobre nuestras opiniones en
conflicto acerca de si algo es bello o feo, o ser sensibles tanto a la belleza
como a la fealdad? En la vida hay suciedad, escualidez, degradación, dolor,
lágrimas, y también hay alegría, risas, la belleza de una flor bajo la luz
solar.
Lo que importa, sin duda,
es ser sensibles a todo, y no decidir meramente qué es bello y qué es feo y
permanecer con esa opinión. Si yo digo: “Voy a cultivar la belleza y rechazaré
toda la fealdad”, ¿qué ocurre? El cultivo de la belleza contribuye entonces a
la insensibilidad. Es como un hombre que desarrolla su brazo derecho haciéndolo
muy fuerte, y deja que el izquierdo se deteriore.
Por lo tanto, tenemos que
estar despiertos tanto a la fealdad como a la belleza. Uno debe ver la danza de
las hojas, el agua que corre bajo el puente, la belleza de un anochecer, y
también debe estar atento al mendigo en la calle; debe ver a la pobre mujer que
se esfuerza con una pesada carga y ha de estar dispuesto a ayudarla, a darle
una mano. Todo esto es necesario, y sólo cuando usted tiene esta sensibilidad a
todas las cosas puede empezar a trabajar, a ayudar a otros, sin rechazar ni
condenar.
Interlocutor: Perdóneme,
pero usted no ha dicho quién fue su Maestro.
Krishnamurti: ¿Importa
mucho eso? Queme el libro, tírelo. Cuando uno da importancia a algo tan trivial
como quién es el Maestro, está convirtiendo toda la existencia en un asunto muy
insignificante. Vea, siempre queremos saber quién es el Maestro, quién es la persona
ilustrada, quién es el artista que ha pintado el cuadro.
Jamás queremos descubrir
por nosotros mismos el contenido de la pintura en sí, sin tener en cuenta la
identidad del artista. Sólo cuando sabemos quién es el poeta, decimos que el
poema es hermoso. Esto es esnobismo, es repetir meramente una opinión, lo cual
destruye nuestra propia percepción interna de la cosa con su realidad. Si
percibimos que una pintura es hermosa y nos sentimos muy reconfortados con
ella, ¿puede realmente importarnos quién la pintó? Si nuestro único interés es
el contenido, la verdad de la pintura, entonces ésta nos comunica su
significación.
Jiddu Krishnamurti:
El Propósito de la Educación
Capítulo 6 -La Totalidad de la Vida
________________________________________________
Otras ideas de vida en:
http://hugobetancur.blogspot.com/
http://pazenlasmentes.blogspot.com/
http://es.scribd.com/hugo_betancur_3
Este Blog:
http://ideas-de-vida.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario