lunes, 24 de septiembre de 2012

Jiddu Krishnamurti. Observación. Educación.



Jiddu Krishnamurti:

 

El Propósito de la Educación

 

Capítulo 4 - Escuchar

 

¿Por qué me escuchan ustedes? ¿Han considerado alguna vez la razón de que escuchen a la gente en absoluto? ¿Y qué significa escuchar a alguien? Todos ustedes están sentados frente a alguien que está hablando. ¿Escuchan para oír alguna cosa que confirme sus propios pensamientos, que concuerde con ellos, o están escuchando para descubrir? ¿Entienden la diferencia?

 

Escuchar para descubrir tiene una significación por completo distinta de escuchar meramente para oír aquello que confirmará lo que ustedes piensan. Si están aquí sólo para obtener confirmación, para ser estimulados en el propio pensar, entonces el escuchar de ustedes tiene muy poco sentido. Pero si están escuchando para descubrir, entonces la mente de ustedes está libre, no se halla comprometida con nada; es una mente muy sutil, muy aguda, vital, inquisitiva, curiosa y, en consecuencia, capaz de descubrir. ¿No es, por lo tanto, muy importante considerar por qué escuchan y qué es lo que están escuchando?

 

¿Alguna vez se han sentado en completo silencio, sin fijar la atención en nada, sin hacer ningún esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces lo escuchan todo, ¿verdad? Escuchan tanto los ruidos distantes como los más cercanos, y también los que están muy próximos a ustedes, los sonidos inmediatos - lo cual significa, verdaderamente, que están escuchándolo todo.

 

La mente no está restringida a un canal estrecho y pequeño. Si pueden escuchar de este modo, si escuchan con facilidad, sin esfuerzo, descubrirán que dentro de ustedes tiene lugar un cambio extraordinario, un cambio que llega sin que ejerciten la voluntad, sin que lo pidan; y en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento.

 

Sólo traten de hacerlo alguna vez, inténtenlo ahora. Mientras me están escuchando, no me escuchen solamente a mí, sino escuchen todo lo que los rodea. Escuchen aquellas campanas, los cencerros de las vacas y las campanadas de los templos; escuchen el tren distante y las carretas en el camino; y si después se aproximan más aun y me escuchan a mí también, descubrirán que hay una gran profundidad en el escuchar. Pero para hacer esto han de tener una mente muy quieta. Si en verdad quieren escuchar, la mente está naturalmente quieta, ¿no es así? Entonces no los distrae algo que está sucediendo cerca de ustedes; la mente está quieta porque prestan atención profunda a todo. Si pueden escuchar así, fácilmente, con cierta felicidad, descubrirán que en el corazón y en la mente tiene lugar una transformación asombrosa - una transformación en la que ustedes no habían pensado y que de ninguna manera han producido.

 

El pensamiento es una cosa muy extraña, ¿no es cierto? ¿Saben ustedes lo que es el pensamiento? El pensamiento o el pensar, para la mayoría de nosotros, es algo producido por la mente, y nos peleamos por nuestros pensamientos. Pero si realmente pudiéramos escucharlo todo - escuchar cómo las aguas lamen las orillas de un río, escuchar el canto de los pájaros, el llanto de un niño, escuchar a nuestra madre que nos regaña, a un amigo que nos intimida, a nuestra esposa o nuestro marido que nos sermonea - entonces descubriría nos que nos movemos más allá de las palabras, más allá de las meras expresiones verbales que tanto desgarran nuestro ser.

 

Y es muy importante moverse más allá de las meras expresiones verbales porque, después de todo, ¿qué es lo que todos nosotros queremos? Tanto si somos jóvenes o viejos, si somos inexpertos o estamos cargados de años, todos queremos ser felices, ¿no es así? Como estudiantes queremos ser felices jugando nuestros juegos, estudiando, haciendo todas las pequeñas cosas que nos gusta hacer.

 

A medida que pasan los años, buscamos la felicidad en las posesiones, en el dinero, en tener una casa hermosa, una esposa o marido agradable, un buen empleo. Cuando estas cosas ya no nos satisfacen, nos movemos hacia algo diferente. Decimos: “Tengo que desapegarme y entonces seré feliz”. Y así empezamos a practicar el desapego. Dejamos a nuestra familia, renunciamos a nuestra propiedad y nos retiramos del mundo. O ingresamos en alguna sociedad religiosa pensando que seremos felices reuniéndonos y hablando acerca de la hermandad, siguiendo a un líder, a un gurú, a un maestro, un ideal, creyendo en lo que es esencialmente un autoengaño, una ilusión, una superstición.

 

¿Entienden de qué estoy hablando?

 

Cuando ustedes se peinan, cuando se ponen ropas limpias y se ocupan de sí mismos a fin de lucir bien, todo eso forma parte del deseo que tienen de ser felices, ¿no es así? Cuando aprueban sus exámenes y agregan unas cuantas letras del alfabeto después de sus apellidos, cuando obtienen un empleo, cuando adquieren una casa y otra propiedad, cuando se casan y tienen hijos, cuando ingresan en alguna sociedad religiosa cuyos líderes proclaman que tienen mensajes de Maestros invisibles, detrás de todo eso se encuentra este extraordinario impulso, esta compulsión de hallar la felicidad.

 

Pero ya lo ven, la felicidad no llega tan fácilmente, porque la felicidad no es ninguna de estas cosas. Pueden encontrar el placer, o una nueva satisfacción, pero tarde o temprano ello se vuelve tedioso.

 

Porque no hay felicidad perdurable en las cosas que conocemos. El beso es seguido por la lágrima, la risa por la desdicha y la desolación. Todo se marchita, se deteriora. Por lo tanto, mientras son jóvenes tienen que comenzar a descubrir qué es esta extraña cosa llamada felicidad. Ésa es una parte esencial de la educación.

 

La felicidad no llega cuando uno se esfuerza por obtenerla - y ése es el mayor de los secretos, aunque sea muy fácil decirlo. Puedo expresarlo en unas cuantas palabras sencillas; pero, mediante el mero escucharme y repetir lo que han oído, no van ustedes a ser felices. Es extraña la felicidad; llega cuando uno no la está buscando. Cuando no hacemos esfuerzo alguno para ser felices, entonces, inesperadamente, misteriosamente, la felicidad está ahí, nacida de la pureza, de la belleza de la existencia. Pero eso requiere muchísima comprensión - no entrar en una organización, ni tratar de llegar a ser “alguien”.

 

La verdad no es algo que pueda obtenerse. La verdad adviene cuando nuestra mente y nuestro corazón se han purificado de todo sentido de esfuerzo y ya no estamos tratando de ser “alguien”; es entonces que la mente está muy quieta, escuchando intemporalmente todo lo que ocurre. Ustedes pueden escuchar estas palabras, pero para que la felicidad sea, tienen que descubrir cómo liberar la mente de todo temor.

 

Mientras alguna persona o alguna cosa les cause temor, no puede haber felicidad. No puede haberla mientras tengan miedo de sus padres, de sus maestros, miedo de no pasar sus exámenes, de no hacer progresos, de no poder acercarse al Maestro o a la Verdad, de no recibir aprobación, felicitaciones. Pero si realmente no tienen miedo de nada, entonces descubrirán - cuando despierten una mañana o cuando estén paseando solos - que súbitamente ocurre una cosa extraña: sin ser invitado ni solicitado ni previsto, eso que puede llamarse amor, verdad, felicidad de pronto está ahí.

 

Por eso es tan importante que se los eduque correctamente mientras son jóvenes. Lo que ahora llamamos educación no es educación en absoluto, porque nadie les habla de estas cosas. Sus maestros los preparan para que aprueben sus exámenes, pero no les hablan acerca del vivir, lo cual es sumamente importante; porque son muy pocos los que saben cómo vivir.

 

La mayoría de nosotros meramente sobrevive, se arrastra por la vida y, en consecuencia, la vida se vuelve una cosa terrible. El vivir requiere realmente mucho amor, un gran sentido del silencio, una gran sencillez acompañando la abundancia de experiencias; y ello exige una mente capaz de pensar con mucha claridad, una mente que no se halle atada por el prejuicio o la superstición, por la esperanza o el temor.

 

La vida es todo esto, y si a ustedes no se los educa para vivir, entonces la educación carece de sentido. Pueden ser muy pulcros, tener buenos modales, y aprobar todos sus exámenes; pero conceder importancia primordial a estas cosas superficiales cuando toda la estructura de la sociedad se está desmoronando, es como limpiar y pulir nuestras uñas mientras la casa está quemándose por completo.

 

Ya lo ven, nadie les habla de todo esto, nadie lo investiga junto con ustedes.     Mientras emplean día tras día en estudiar ciertas materias -matemática, historia, geografía- también deberían emplear mucho tiempo en hablar acerca de estas cuestiones más profundas, porque esto es lo que contribuye a la riqueza de la vida.

 

Interlocutor: La adoración de Dios, ¿no es verdadera religión?

 

Krishnamurti: Primero que nada, veamos qué no es religión. ¿No es ésa la manera correcta de abordarlo? Si pudiéramos comprender qué no es religión, entonces tal vez comenzaríamos a percibir otra cosa. Es como limpiar una ventana sucia - uno comienza a ver muy claramente a través de ella.

 

Veamos entonces si podemos comprender y eliminar de nuestras mentes aquello que no es religión (no digamos: “Pensaré al respecto”, para jugar meramente con las palabras). Ustedes tal vez puedan hacerlo, pero las personas mayores ya están casi todas atrapadas - se han establecido cómodamente en aquello que no es religión, y no quieren que se las perturbe.

 

Por lo tanto, ¿qué no es religión? ¿Han reflexionado alguna vez al respecto? Una y otra vez les han dicho a ustedes qué cosa se supone que es la religión - creencia en Dios y muchísimas cosas más - pero nadie les ha pedido que descubran lo que la religión no es, y ahora ustedes y yo vamos a descubrirlo por nosotros mismos.

 

Cuando me escuchan, o escuchan a alguna otra persona, no acepten meramente lo que se está diciendo; presten toda su atención para poder discernir la verdad en lo que se expresa.

 

Una vez que perciban por sí mismos lo que no es religión, entonces ningún libro, ningún sacerdote podrá embaucarlos a lo largo de sus vidas, ningún sentimiento de temor creará una ilusión en la que puedan creer o a la que puedan seguir.

 

Para descubrir lo que no es religión, tienen que comenzar en el nivel de cada día, y después pueden ir ascendiendo. Para llegar lejos tienen que empezar cerca, y el paso más cercano es el más importante. Entonces, ¿qué no es religión? ¿Es religión la práctica de ceremonias? Practicar puja una y otra y otra vez, ¿es eso religión?

 

La verdadera educación consiste en aprender cómo pensar, no qué pensar. Si uno sabe cómo pensar, si realmente tiene esa capacidad, entonces es un ser humano libre - libre de dogmas, supersticiones, ceremonias - y, por tanto, puede descubrir qué es religión.

 

Las ceremonias, obviamente, no son religión porque, al practicar ceremonias, ustedes sólo están repitiendo una fórmula que les ha sido transmitida. Pueden encontrar cierto placer en practicar ceremonias, tal como otros lo encuentran en el fumar o en el beber; pero, ¿es religión eso? Al practicar ceremonias, están haciendo algo acerca de lo cual nada saben. Sus padres y sus abuelos lo hacen; en consecuencia, ustedes lo hacen, y si no lo hicieran ellos los reprenderían. Eso no es religión, ¿verdad?

 

Y, ¿qué es un templo en su interior? Una imagen esculpida que un ser humano ha moldeado según su propia imaginación. La imagen puede ser un símbolo, pero sigue siendo tan sólo una imagen, no es la cosa real. Un símbolo, una palabra, no son la cosa que representan. La palabra “puerta” no es la puerta, ¿correcto? La palabra no es la cosa.

 

Acudimos al templo para adorar ¿qué? Una imagen que, supuestamente, es un símbolo; pero el símbolo no es la cosa real. Entonces, ¿por qué vamos al templo? Estos son hechos; yo no estoy condenando nada. Y, puesto que se trata de hechos, ¿por qué preocuparnos de aquellos que van al templo, si son tocables o intocables, brahmanes o no brahmanes? ¿A quién le importa? Ya lo ven, las personas mayores han convertido el símbolo en una religión por la cual están dispuestos a reñir, a combatir y a matarse sin piedad; pero Dios no se encuentra ahí. Dios jamás es un símbolo. Por lo tanto, adorar un símbolo o una imagen no es religión.

 

¿Y es religión la creencia? Esto es más complejo. Empecemos cerca, y entonces iremos un poco más lejos. ¿Es religión la creencia? Los cristianos creen de una manera, los hindúes de otra, los musulmanes de otra, y de otra también los budistas, y todos ellos se consideran a sí mismos personas muy religiosas: todos tienen sus templos, sus dioses, sus símbolos, sus creencias. Y, ¿es eso religión? ¿Es religión el creer en Dios, en Rama, en Sita, Ishwara y toda esa clase de cosas? ¿Cómo adquirimos una creencia semejante?

 

Uno cree porque el padre y el abuelo de uno creen; o, habiendo leído lo que se supone ha dicho algún maestro como Shankara o Buda, uno cree en ello y afirma que es verdadero. Casi todos ustedes creen en lo que dice el Gita; por eso no lo examinan clara y sencillamente como lo harían con cualquier otro libro, no tratan de descubrir qué hay de verdadero en ello.

 

Hemos visto que las ceremonias no son religión, que ir a un templo no es religión, y que no es religión la creencia. La creencia divide a la gente. Los cristianos tienen creencias y así se han dividido - tanto de aquellos que tienen otras creencias como entre ellos mismos. Los hindúes están perpetuamente llenos de hostilidad, porque creen de sí mismos que son brahmanes o no brahmanes, esto o aquello. De modo que la creencia engendra enemistad, división, destrucción. Y eso, obviamente, no es religión.

 

Entonces, ¿qué es religión? Si hemos limpiado el cristal de la ventana - lo cual implica que realmente hemos dejado de practicar ceremonias, que hemos abandonado todas las creencias y no seguimos más a ningún líder o gurú - entonces nuestra mente, como el cristal, está limpia, pulida, y a través de ella podemos ver con mucha claridad.

 

 Una vez que la mente esté despejada y limpia de imágenes, de rituales, de creencias, de símbolos, de todas las palabras - los mantrams y sus repeticiones - y de todo temor, entonces lo que veremos será lo real, lo intemporal, lo eterno, a lo cual podemos llamar Dios. Pero esto requiere un inmenso discernimiento, comprensión, paciencia, y es sólo para aquellos que realmente investigan que es la religión y prosiguen haciéndolo día tras día hasta el fin. Los demás, lo que hacen es meramente pronunciar palabras, lucir todos sus ornamentos y decoraciones corporales, practicar sus pujas y tañer las campanas - y todo eso es nada más que superstición carente de cualquier significado. Sólo cuando la mente se rodela contra toda la llamada religión, sólo entonces descubre lo real.

 

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Jiddu Krishnamurti en español

EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN

Capítulo 4 - Escuchar

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