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Jiddu Krishnamurti en español
"El Propósito de la Educación
“Capítulo
16
"Renovando la Mente
"La otra mañana vi cómo llevaban un
cuerpo muerto para su cremación. Estaba envuelto en una tela de color magenta
brillante, y se balanceaba con el ritmo de los cuatro sujetos que lo
transportaban. Me pregunto qué clase de impresión les causa un cuerpo muerto.
¿No se preguntan ustedes por qué existe el deterioro? Uno compra un motor nuevo
de marca, y en unos pocos años se ha gastado. El cuerpo también se gasta; pero,
¿no inquieren ustedes un poco más allá a fin de averiguar por qué se deteriora
la mente? Tarde o temprano ocurre la muerte del cuerpo, pero la mayoría de
nosotros tiene mentes que ya están muertas. El deterioro ya se ha producido; y,
¿por qué se deteriora la mente? El cuerpo se deteriora porque lo usamos
constantemente, y el organismo físico se agota. Enfermedad, accidente, vejez,
mala alimentación, una herencia pobre -éstos son los factores que originan el
deterioro y la muerte del cuerpo. Pero, ¿por qué debe deteriorarse la mente,
por qué debe envejecer, embotarse?
Al ver un cuerpo muerto, ¿nunca se han
hecho preguntas al respecto? Aunque nuestros cuerpos tienen que morir, ¿por qué
debería, de modo alguno, deteriorarse la mente? ¿Jamás se les ha ocurrido esta
pregunta? Porque la mente sé se deteriora -lo vemos no sólo en las personas
viejas, sino también en los jóvenes. Vemos cómo la mente de los jóvenes ya se
está embotando, cómo se vuelve pesada, insensible; y si pudiéramos averiguar
por qué la mente se deteriora, entonces tal vez descubriríamos algo
verdaderamente indestructible. Podríamos comprender qué es la vida eterna, la
vida que no tiene fin, que no pertenece al tiempo, la vida que es
incorruptible, que no declina como el cuerpo que llevan a los ghats para
quemarlo y arrojar los despojos en el río.
Entonces, ¿por qué se deteriora la
mente? ¿Jamás han reflexionado al respecto? Siendo todavía muy jóvenes -si ya
no los han embotado la sociedad, sus padres o las circunstancias- tienen
ustedes una mente fresca, entusiasta, curiosa. Quieren saber por qué existen
las estrellas, por qué mueren los pájaros, por qué caen las hojas, como vuelan
los aviones; desean saber acerca de muchísimas cosas. Pero el impulso vital de
inquirir, de descubrir, pronto es sofocado, ¿verdad? Lo sofocan el temor, el
peso de la tradición, nuestra propia incapacidad de enfrentarnos a esta cosa
extraordinaria llamada vida. ¿No han notado qué rápidamente se destruye ese
entusiasmo de ustedes ante una palabra mordaz, o un gesto de menosprecio, o por
el temor a un examen o ante la amenaza de un padre -lo cual implica que la
sensibilidad se ha echado a un lado y que la mente se está embotando?
Otra causa de embotamiento mental es
la imitación. La tradición los ha preparado para imitar. El peso del pasado los
obliga a amoldarse, a observar las reglas, y a causa de este acatamiento al
pasado, la mente se siente a salvo, segura; se afirma en un surco bien aceitado
de modo que pueda deslizarse suavemente sin ninguna perturbación, sin un solo
estremecimiento de duda. Observen a las personas adultas que los rodean y verán
que sus mentes no desean ser perturbadas. Quieren paz, aunque ésa sea la paz de
la muerte; pero la verdadera paz es algo por completo distinto.
Cuando la mente se establece ella
misma en una rutina, en un patrón, ¿no han advertido que siempre se halla
impulsada por el deseo de estar segura? Por eso es que sigue un ideal, un
ejemplo, un gurú. Quiere sentirse segura, no desea que la molesten; en consecuencia,
imita. Cuando en sus libros de historia ustedes leen acerca de los grandes
líderes, los santos, los guerreros, ¿no se descubren a sí mismos deseando
copiarlos? No es que no haya grandes personas en el mundo; pero el instinto es
imitarlas, tratar de ser como ellas, y ése es uno de los factores de deterioro,
porque entonces la mente se coloca a sí misma en un molde.
Además, la sociedad no quiere
individuos alertas, sensitivos, revolucionarios, porque individuos así no
encajarán en el bien establecido patrón social, y hasta podrían romperlo. Es
por eso que la sociedad busca mantener las mentes de ustedes dentro de su
propio patrón, y por eso la que llaman educación los incita a que imiten, a que
sigan a alguien y se amolden.
Ahora bien, ¿puede la mente dejar de
imitar? O sea, ¿puede cesar de formar hábitos? ¿Y puede la mente que ya se
encuentra atrapada en un hábito, librarse del hábito?
La mente es el resultado del hábito,
¿no es así? Es el resultado de la tradición, el resultado del tiempo -siendo el
tiempo repetición, una continuidad del pasado. ¿Y puede la mente, la mente de
ustedes dejar de pensar en términos de lo que ha sido - y de lo que será, que
es en realidad una proyección de lo que ha sido? ¿Puede esa mente estar libre
de los hábitos y de la creación de hábitos? Si investigan bien a fondo este
problema, descubrirán que eso es posible; y que cuando la mente se renueva a sí
misma sin formar nuevos patrones, hábitos, sin caer de nuevo en la rutina de la
imitación, permanece lozana, joven, inocente y, por lo tanto, es capaz de una
comprensión infinita.
Para una mente así no existe la
muerte, porque ya no hay un proceso de acumulación. Es el proceso de
acumulación el que crea el hábito, la imitación, y para la mente que acumula
hay deterioro, muerte. Pero para una mente que no acumula, que no acopia, que
muere cada día, cada minuto, para una mente así, la muerte no existe. Se
encuentra en un estado de espacio infinito.
Por lo tanto, la mente tiene que morir
para todo lo que ha acumulado - para todos los hábitos, para las virtudes
imitadas, para todas las cosas en que confiaba a fin de sentirse segura.
Entonces ya no está atrapada en la red de su propio pensar. Al morir de
instante en instante para el pasado, la mente adquiere lozanía; por lo tanto, jamás
puede deteriorarse ni poner en movimiento la ola de la oscuridad.
Interlocutor: ¿Cómo podemos poner en práctica lo que usted nos
dice?
Krishnamurti: Usted oye algo que considera correcto y quiere
llevarlo a la práctica en su vida cotidiana; existe, pues, un vacío que separa
lo que usted piensa de lo que hace, ¿no es así? Piensa una cosa y hace otra.
Pero desea poner en práctica lo que piensa, de modo que hay un vacío entre la
acción y el pensamiento; y entonces pregunta cómo puede llenar el vacío, cómo
puede conectar su pensar con su acción.
Ahora bien, cuando usted desea
muchísimo hacer algo, lo hace, ¿verdad? Cuando desea ir a jugar al criquet, o
hacer alguna otra cosa que realmente le interesa, encuentra las maneras y los
medios de hacerla; nunca pregunta cómo poner eso en práctica. Lo hace porque
anhela hacerlo, porque todo su ser, su mente y su corazón están puestos en
ello.
Pero en esta otra cuestión se ha
vuelto muy astuto, piensa una cosa y hace otra. Dice: “Ésa es fina idea
excelente, e intelectualmente la apruebo, pero no sé qué hacer al respecto, así
que por favor dígame cómo ponerla en práctica” -lo cual significa que usted no
quiere hacer eso en absoluto. Lo que en realidad quiere es posponer la acción,
porque le gusta ser un poquito envidioso, o lo que fuere. Dice: “Todos los
demás son envidiosos, ¿por qué no yo, entonces?”, y sigue exactamente igual que
antes. Pero si realmente no quiere ser envidioso, y ve la verdad de la envidia
tal como ve la verdad de una cobra, entonces deja de ser envidioso y se
terminó; jamás preguntará cómo puede librarse de la envidia.
Lo importante, pues, es ver la verdad
de algo, y no preguntar cómo llevarlo a la práctica -lo cual implica realmente
que uno no ve la verdad de ello. Cuando usted se encuentra con una cobra en el
camino, no pregunta: “¿Qué tengo que hacer?” Comprende muy bien el peligro de
una cobra y se mantiene apartado de ella. Pero jamás ha examinado realmente
todas las implicaciones de la envidia; nadie le ha hablado al respecto, nadie
lo ha investigado profundamente con usted. Le han dicho que no debe ser
envidioso, pero usted jamás ha investigado la naturaleza de la envidia; jamás
ha observado como la sociedad y todas las religiones organizadas se basan en
ella, en el deseo de llegar a ser algo o alguien. Pero en el momento en que
usted investiga la envidia y ve realmente la verdad de ella, la envidia se
retira.
La pregunta, “¿Cómo he de hacerlo?” es
una pregunta irreflexiva, porque cuando usted se interesa realmente en algo y
no sabe cómo hacerlo, emprende la acción y pronto comienza a descubrir. Si se
sienta cómodamente y dice: “Por favor, indíqueme un método para librarme de la
codicia”, continuará siendo codicioso. Pero si inquiere en la codicia con una
mente alerta, sin ningún prejuicio, y si entrega a ello todo su ser, descubrirá
por sí mismo la verdad de la codicia. Y es la verdad la que lo libera, no su
búsqueda de un método para ser libre.
Interlocutor: ¿Por qué nuestros deseos nunca se realizan
plenamente? ¿Por qué siempre hay obstáculos que nos impiden hacer completamente
lo que deseamos?
Krishnamurti: Si su deseo de hacer algo es completo, si todo su
ser está en ello sin buscar un resultado, sin el anhelo de satisfacción -o sea,
sin temor- entonces no hay obstáculos. Un obstáculo, una contradicción existen
sólo cuando su deseo es incompleto, cuando está fragmentado: uno desea hacer
algo y, al propio tiempo, teme hacerlo, o quiere hacer a medias alguna otra
cosa. Además, ¿puede uno realizar alguna vez plenamente sus deseos? ¿Comprende?
Lo explicaré.
La sociedad, que es la relación
colectiva entre los hombres, no quiere que uno tenga un deseo completo, porque
si lo tuviera sería un estorbo, un peligro para la sociedad. Se nos permite
tener deseos respetables como la ambición, la envidia -eso está perfectamente
bien. Estando constituida por seres humanos envidiosos, ambiciosos, que creen e
imitan, la sociedad acepta la envidia, la ambición, la creencia, la imitación,
aun cuando todas éstas sean intimaciones del temor. En tanto sus deseos encajan
en el patrón establecido, es usted un ciudadano respetable. Pero tan pronto
tiene un deseo completo que no pertenece al patrón, se vuelve usted un peligro;
por ende, la sociedad está siempre vigilando para impedirle que tenga un deseo
completo, un deseo que sería la expresión de su ser total y que, en
consecuencia, daría origen a una acción revolucionaria.
La acción del ser es por completo
diferente de la acción del devenir. La acción del ser es tan revolucionaria que
la sociedad la rechaza y se interesa exclusivamente en la acción del devenir,
la cual es respetable porque encaja dentro del patrón. Pero cualquier deseo que
se expresa en la acción del devenir - que es una forma de ambición -carece de
una realización completa. Tarde o temprano, ese deseo se ve contrariado,
impedido, frustrado, y contra esa frustración nos rebelamos mediante
procedimientos dañinos.
Ésta es una cuestión muy importante
que hay que investigar, porque a medida que pasen los años ustedes encontrarán
que sus deseos jamás se realizan realmente. En la realización está siempre la
sombra de la frustración, y entonces no llevan ustedes en el corazón un canto
sino un grito. El deseo de llegar a ser - llegar a ser un gran hombre, un gran
santo, un gran esto o aquello -no tiene fin y, por tanto, no se realiza nunca;
siempre exige “mas”, y un deseo semejante engendra permanentemente angustia,
desdicha, guerras. Pero cuando uno está libre de todo deseo de devenir, hay un
estado del ser cuya acción es por completo diferente. Es. Y lo que es, no
pertenece al tiempo. No piensa en términos de realización. Su existen la misma
es su realización.
Interlocutor: Yo veo que soy torpe, pero otros dicen que soy
inteligente. ¿Qué es lo que debiera influir en mí, mi propio ver o lo que ellos
dicen?
Krishnamurti: Bien, escuche la pregunta muy cuidadosamente, muy
tranquilamente, no trate de encontrar una respuesta. Si usted me dice que soy
un hombre inteligente y yo sé muy bien que soy torpe, ¿me afectará lo que usted
dice? Lo hará si estoy tratando de ser inteligente, ¿no es así? Entonces me
sentiré halagado, influenciado por su comentario. Pero si veo que una persona
torpe jamás puede dejar de ser torpe tratando de ser inteligente, ¿qué ocurre?
Ciertamente, si soy un necio y trato
de ser inteligente seguiré siendo un necio, porque el tratar de ser o de llegar
a ser alguna cosa forma parte de la necedad. Una persona necia puede adquirir
los accesorios de la destreza, puede aprobar unos cuantos exámenes, conseguir
un empleo pero no por eso deja de ser necia. (Por favor, entiendan esto, no es
una afirmación cínica). Pero en el momento en que una persona se da cuenta de
que es torpe, necia y, en vez de tratar de ser inteligente comienza a examinar y
a comprender su necedad, en ese momento se produce el despertar de la
inteligencia.
Tomemos la codicia. ¿Sabe usted qué es
la codicia? Es comer más de lo necesario, es querer brillar más que otros en
los juegos, querer poseer más propiedades, un automóvil más grande que el de
alguna otra persona. Entonces usted dice que no debe ser codicioso y, por
tanto, practica la no codicia - lo cual es tonto, porque la codicia no puede
terminar jamás al tratar de volverse no codicia. Pero si usted comienza a
comprender todas las implicaciones de la codicia, si dedica su mente y su
corazón a descubrir la verdad de la codicia, entonces está libre tanto de la
codicia como de su opuesto. Entonces es usted un ser humano de verdad
inteligente, porque está abordando “lo que es” y no imitando “lo que debería
ser”.
Por lo tanto, si es usted torpe, no
trate de ser inteligente o ingenioso; comprenda más bien qué es lo que hace que
sea torpe. La imitación, el temor, el seguir un ejemplo o un ideal - todo eso
entorpece la mente. Cuando usted deja de seguir, cuando no tiene miedo, cuando
es capaz de pensar claramente por sí mismo, ¿no es usted, entonces, el más
despierto de los seres humanos? Pero si es torpe y trata de ser ingenioso,
pasará a integrar las filas de aquellos que son considerablemente torpes en su
ingeniosidad.
Interlocutor: ¿Por qué somos desobedientes?
Krishnamurti: Si usted se formula esa pregunta en el momento de
ser desobediente, entonces tiene sentido, tiene significación. Pero cuando está
enojado, por ejemplo, nunca se pregunta por qué está enojado, ¿verdad? Sólo
después formula la pregunta. Habiendo estado enojado, dice: “¡Qué estúpido soy!
No debería haberme enojado”. Mientras que si está alerta, atento en el momento
del enojo y no lo condena, si está “en sus cabales” cuando el disturbio aparece
en su mente, entonces verá con cuánta rapidez se desvanece.
Los niños son desobedientes a cierta
edad, y deben serlo, porque están llenos de entusiasmo y energía, llenos de
vida, de bríos, y eso tiene que estallar de un modo u otro. Pero vea, éste es
un problema realmente complejo, porque la desobediencia puede deberse a una
mala alimentación, a falta de sueño, a un sentimiento de inseguridad, etc. Si
todos esos factores involucrados no se comprenden correctamente, entonces la
desobediencia de los niños se convierte en una rebelión dentro de la sociedad,
y en esa rebelión no hay alivio para ellos.
¿Sabe usted qué son los niños
“delincuentes”? Son niños que hacen toda clase de cosas terribles; se rebelan
dentro de la prisión de la sociedad, porque jamás se los ha ayudado a
comprender el problema total de la existencia. Son tan vitales, y algunos de
ellos son extraordinariamente inteligentes; su rebelión es una manera de decir
“Ayúdennos a comprender, a abrirnos paso por esta compulsión, por este terrible
conformismo”. Por eso este problema es muy importante para el educador, quien
necesita más educación que los niños.
Interlocutor: Estoy acostumbrado a tomar té. Un maestro dice
que es un mal hábito, y otro dice que está muy bien.
Krishnamurti: ¿Qué piensa usted? Descarte por el momento lo que
dicen otras personas, puede ser el prejuicio de ellas, y escuche la pregunta.
¿Qué piensa usted de un joven que ya está siendo “usado” para algo -la bebida
el té, el fumar, la comida competitiva, o lo que fuere? Podrá estar muy bien
que caiga en el hábito de hacer alguna cosa cuando tenga setenta u ochenta años
y esté con un pie en la tumba; pero recién está comenzando a vivir, y es terrible
que ya lo usen para algo, ¿no es así? Eso es lo importante, no si debe o no
debe tomar té.
Vea, cuando usted se ha acostumbrado a
algo, su mente está ya en camino al cementerio. Si piensa como hindú, o
comunista, o católico, o protestante, entonces su mente ya declina, ya se está
deteriorando. Pero si su mente está alerta, si inquiere para descubrir por qué
está usted atrapado en cierto hábito, por qué piensa de una determinada manera,
entonces puede habérselas con el problema secundario de si debe o no debe fumar
o tomar té."
Texto de Jiddu Krishnamurti en español
El Propósito de la Educación
Capítulo 16 “Renovando la Mente”
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