Jiddu Krishnamurti
TEMOR, PLACER Y DOLOR
Una mente que no se haya librado del temor vive en las tinieblas,
en la confusión, en el conflicto. La mente prisionera del temor tiene que ser violenta, y toda la estructura psicológica, así como la vida sociológica
de un ser humano, se basa en el principio del placer, temor, y la persona es,
pues, agresiva, violenta. Usted puede
tener ideologías y principios de no violencia, pero carecen de todo sentido.
Como dijimos el otro día, son tontas
y no tienen sentido alguno todas las ideologías, ya sean de los comunistas, de las iglesias o de una persona seria. Lo
que tiene sentido es comprender el miedo, y para comprenderlo, tiene uno que comprender también, muy
profundamente, la naturaleza del placer. El placer implica dolor, los dos no están separados, son las dos
caras de una misma moneda. Para comprender el placer tiene uno que darse
cuenta de sus sutilezas.
¿Ha observado usted alguna vez cómo hablan las
personas cuando tienen un poco de
poder, cuando están a la cabeza de
alguna organización tonta, estúpida? Truenan como Dios porque tienen algo de
poder. Eso indica que, para ellos, el
placer ha llegado a ser cosa de importancia extraordinaria. Y, si son un poco intelectuales o famosos, ¡cómo cambian
sus maneras, ¡cómo andan, qué otro es su punto de
vista!
De modo que donde haya placer hay dolor, que inevitablemente
conduce al miedo, no sólo miedo de cosas grandes,
como la muerte, como el miedo de un intenso aislamiento solitario,
el miedo de no existir en absoluto. Pero también en
niveles superficiales, el miedo de lo que piense un vecino sobre usted, cómo le considera el jefe de la oficina, miedo del
marido o de la esposa, y el miedo de no vivir ajustado a las imágenes que uno se ha formado sobre sí
mismo. Hay temor, no sólo de lo desconocido, sino de lo conocido. Y todo este temor se resuelve, no por la represión, no
por la negación, sino comprendiendo toda la
estructura del placer, el dolor y el temor. Para esa comprensión hace falta darse
cuenta, como cuando se está mirando usted
a sí mismo, mirándose como en un espejo; porque sin autoconocimiento, es decir,
sin conocer sobre sí mismo,
nunca pueden tener fin el placer y el temor.
Conocerse a sí mismo es conocer una cosa muy compleja y viva, es
como un movimiento, un constante moverse,
moverse y seguir moviéndose. Para conocerse usted mismo, para observar, tiene que
tener una mente en la que no haya
sentido de comparación, juicio, condena ni justificación. Después de todo,
siendo la vida un inmenso movimiento
viviente, no ha de estar limitada a las propias idiosincrasias o fantasías, ni
a sus demandas —aunque éstas también
forman parte de ese movimiento— y si limita usted ese movimiento a la particular forma de sus demandas e inclinaciones, entonces siempre seguirá en conflicto.
Una mente que haya comprendido la naturaleza del placer y del temor, ya no es violenta
y puede, por lo tanto, vivir en
paz consigo misma y
con el mundo.
Tal vez podamos,
por medio de preguntas, hablar juntos sobre lo que hemos discutido esta mañana.
Pregunta: ¿Como podemos confiar en el que habla, de modo que sepamos que
lo que está diciendo es verdadero? Y ¿cómo podemos
tener confianza en él, de modo que sepamos que nos conduce
acertadamente?
KRISHNAMURTI: ¿Es que estamos hablando sobre dirección y confianza? Como sabe
usted, hemos tenido conductores de toda
clase, políticos y religiosos. ¿No está usted harto de los que dirigen? ¿No los
ha lanzado usted por la borda a ese
río, de modo que ya no os dirija nadie más, nunca? ¿O es que todavía, tras
estos dos millones de años, está usted buscando un conductor? Pues los conductores destruyen al seguidor, y los seguidores destruyen al que dirige.
¿Por qué ha de confiar usted en nadie?
El que habla no reclama fe de usted, no se establece como
autoridad, porque una autoridad de cualquier
clase —especialmente en el campo del pensamiento, de la comprensión— es
la cosa más destructiva y dañosa. No
estamos, pues, hablando de dirección, de tener fe en el que dirige o en el que
habla. Decimos que cada uno de
nosotros, como ser humano, tiene que ser su propio conductor, maestro,
discípulo, todo en sí mismo. Todo lo
demás ha fallado, las iglesias, los jefes políticos, los jefes bélicos, esas
personas que quieren producir una
sociedad maravillosa; no lo han hecho. Ello depende, pues, ahora de usted, y de
usted como ser humano, en quien está toda la humanidad, es su responsabilidad. Por eso, tiene usted que responsabilizarse,
conocerse en su forma y en su fondo de cómo piensa, de lo que dice, de cómo la
dice, de los motivos por los que busca
sus placeres, etc.
Pregunta: ¿Cuál es la relación
entre el placer y el temor?
KRISHNAMURTI: ¿No la conoce
usted? ¿Quiere una explicación
de eso? Cuando puedo conseguir mi placer,
¿qué pasa? ¿No lo ha observado usted? Quiero algo que va a darme enorme placer;
¿qué ocurre cuando me veo frustrado,
cuando se me niega? Hay antagonismo, violencia, sentido de frustración, todo lo cual es
una forma del temor.
Vamos, pues, a estudiar esta cuestión del placer y el temor.
Quiero algo que va a darme mucho placer. Quiero llegar a ser famoso, tener posición, prestigio;
luego, eso se me niega; ¿Qué ocurre?
O bien cuando se ha negado
usted el placer de beber, de fumar o del sexo, o lo que sea, ¿ha observado usted por qué batallas pasa, qué pena, qué ansiedad, qué antagonismo, odio? Todo ello es una forma del temor, ¿no es así? Me da miedo de no conseguir lo que quiero.
¿No le da a usted miedo, habiendo escalado durante muchos años una particular forma de ideología, cuando
esa ideología se derrumba, arranca de usted por la lógica o por la vida? ¿No le da a usted miedo de estar solo?
La creencia en esa ideología le ha dado a usted satisfacción y placer,
y cuando se le arrebata,
se queda usted como encallado, con las manos vacías, y empieza el temor,
hasta que encuentra otra forma de creencia, otro placer. Es muy sencillo, y,
por ser tan sencillo, nos negamos a
ver su sencillez, queremos que sea muy complejo. Cuando su esposa se desvía de
usted, ¿no se siente celoso, no se
irrita, no aborrece usted. al hombre que la ha atraído? Y ¿qué es todo eso sino
temor de perder lo que nos ha
dado mucho placer, compañía, cierta seguridad, dominio, y todo lo demás?
Sabido que es dificilísimo mirar las cosas con sencillez, porque tenemos mentes muy complejas; hemos perdido la cualidad de la sencillez. No me refiero a la sencillez en las ropas, en el alimento, en todas esas cosas sin sentido ni madurez, cultivadas por los santos, sino a la sencillez de una mente que puede mirar directamente las cosas, que puede mirar, sin temor alguno, hacia sí misma tal como es en realidad, sin ninguna distorsión, de modo que cuando miente usted ve que miente, no lo tapa, no escapa de ello, no encuentra excusas. Cuando siente usted miedo, sepa que lo siente, tenga claridad sobre su temor.
Domingo 16 de julio de
1967.
De “TEMOR, PLACER Y DOLOR”
Jiddu Krishnamurti (1895-1986)
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