domingo, 3 de marzo de 2024

Mentes fijadas y quietas

 

                                                                                                Fotografía por Diana Valderrama. Moco Museum. Barcelona.

MENTES FIJADAS

 

Hugo Betancur

 

 

Cada uno de nosotros elabora un retrato del mundo según las percepciones de su mente. Observamos y analizamos nuestras relaciones, nuestras vivencias, los sentimientos y las emociones que experimentamos. De todo eso, hacemos un depósito de creencias, interpretaciones y consideraciones que fijamos en nuestras mentes -emulamos a los fotógrafos que captaban las imágenes de la vida con sus cámaras y procedían después a revelar y fijar los rollos de película para blanco y negro y las fotos en el papel en los cuartos oscuros.


Si desechamos los aprendizajes y los cambios, no podemos optar por la libertad de elegir y de crear porque nos parapetamos en las creencias fijas que nos enganchan.  


Nuestras dudas, nuestra confusión y nuestra incertidumbre nos confrontan con nuestras creencias: nos llevan a preguntarnos qué tan útiles y provechosas son, cuánta satisfacción y progreso nos procuran, qué armonía propician en nuestras relaciones.


Como los fotógrafos de antes revelaban sus rollos de película en el cuarto oscuro para recuperar las imágenes captadas por las lentes tal vez nosotros podamos revelar en el espacio insondable de nuestras mentes la realidad que percibimos con nuestros sentidos y con el ejercicio del razonamiento. Sin embargo, lo que interpretamos como realidad puede ser solo una imagen aparente y desenfocada, que encubre seres vivos, o cosas, o situaciones con cualidades y contenidos distintos y más ciertos -imaginemos una fachada suntuosa de una casona antigua que contrasta con aposentos ruinosos y vacíos, o un cascarón de vivienda descolorido y vetusto que atesore adentro mobiliario hermoso, pinturas clásicas invaluables y costosos objetos decorativos.


Una vez fijadas las fotos con esas técnicas antiguas, el proceso no puede ser revertido en el cuarto oscuro. Las fijaciones de nuestras mentes  podemos cambiarlas cuando entendemos como las hemos estructurado y decidimos removerlas.


Las ilusiones van apareciendo como algo real para nosotros a lo largo de nuestras vidas, y las mantenemos vigentes hasta que la realidad las arrasa. (Los gurús de la felicidad imaginaria siguen pregonando que basta creer en las ilusiones para materializarlas o plasmarlas).  Lo que llamamos realidad subyace debajo o está sobrepuesto a las ilusiones, y ninguno de los dos conceptos es sinónimo del otro. 


Muchos espectadores y autores a través del tiempo han afirmado que el propósito de la existencia es la búsqueda de objetivos -dinero a manos llenas, éxito reconocido socialmente, conyugues portadores de felicidad, placer sexual, jerarquías institucionales, poder político, propiedades urbanas o rurales, diplomas de estudio.


Es posible que algunas de esas conquistas puedan ser alcanzadas por quienes las ambicionan, lo que dependerá de sus talentos y condiciones para hacerlas plausibles.


Según nuestras creencias, nos fijamos metas y unos puntos de corte donde esperamos que sucederán. Sin embargo, nuestras creencias son solo presunciones o esperanzas con que atestamos nuestras mentes y que nos sirven más como lastre que como brújulas para orientarnos. A esas creencias les ponemos un ancla y las fijamos -como los marineros a sus barcos en los puertos para que el  oleaje y las mareas no los arrastren al océano.


Cuando fijamos nuestras creencias, pausamos nuestras indagaciones y los aprendizajes que pudieran impulsarnos a avanzar -nos conformamos y nos quedamos detenidos, sin iniciativa y sin motivaciones para proseguir.


Los seres humanos crecemos y maduramos en nuestra constitución física y en nuestra apropiación de vivencias, afectos e ideas -algunos tal vez lo hagamos con mayor eficiencia y beneficios y otros quizá no lo logren.


Como actores en los escenarios del mundo, avanzamos hacia el ocaso y cumplimos nuestros destinos y nuestros roles con la lentitud o la presteza que nos corresponda. La película no para de correr y a su término los créditos que se desplazan ascendiendo en la pantalla sobre un fondo negro registran los nombres de quienes participaron en su ejecución. ¿Qué impresión, qué emociones y sentimientos suscita en el público que la mira, en quienes la presencian? (Quizá hagan sus críticas, sus observaciones inteligentes, sus glosas o aplausos, cuando ya no es posible editarla de nuevo porque es un producto acabado). 

 

Volvemos atrás solo en el pensamiento y en la memoria, siempre insuficientes e inexactos, y repasamos obsesivos los sucesos vivenciados.


Nos quedamos fijados, inmóviles en estados de la mente contemplativos donde el progreso cesa y no nos es posible retroceder hacia el tiempo y las relaciones que ya experimentamos.


En nuestras rutinas de fijación, repetimos especulaciones, pensamientos, discursos circulares en que damos vueltas infructuosas y agotadoras -imitamos mecánicamente a los relojes de manecillas que  cumplen funciones de registro con su recorrido horario repetido y previsible.


Muchas creencias grabadas en nuestra memoria proceden del ámbito familiar donde recibimos atenciones y cuidados que nos halagaban y nos predisponían a asimilar las tradiciones, la cultura y las órdenes hogareñas sumisa y espontáneamente, complacidos por la estancia en esos ambientes protectores y de provisión.


Rumiamos nuestras fijaciones y nuestras creencias y nos excusamos de modificar los contenidos de nuestras mentes acogiéndonos a una inercia sumisa y aletargada.


Con nuestras fijaciones nos habituamos  a vernos y a ver a otros monótonamente, bajo la asignación de roles y atributos invariables, muchas veces discriminadores y degradantes, lo que nos expone a conflictos y confrontaciones hostiles.


Para resolver nuestras fijaciones y trascenderlas debemos identificarlas, hacernos conscientes de la rigidez mental que nos lleva a adoptarlas -solo quien reconoce sus limitaciones y sus errores puede establecer el propósito y las acciones de cambio que le permitan ser más amable consigo mismo y con otros.


Muchas de nuestras creencias las hemos recibido pasivamente; otras las hemos deducido de nuestra observación y participación en los procesos y relaciones de nuestras vidas. ¿Qué tan flexibles y pragmáticos somos para dejarlas ir cuando descubrimos que nos confunden y nos impiden alcanzar nuestra paz?

 

Hugo Betancur (Colombia)

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RECUERDO:

A mis 16 años, don Miguel Martínez, el fotógrafo de mi pueblo, me enseño la técnica de revelado de las películas de celuloide y de las hojas de papel impregnadas de bromuro de plata.

Cada rollo de película o cada cartulina los sumergíamos en un líquido revelador, luego en un líquido que pausaba o detenía el revelado, y finalmente en un líquido fijador.

Cada rollo de película sacado de la cámara lo consideramos un negativo que revelamos para visibilizar lo captado, que luego positivamos al proyectarlo sobre el papel fotográfico -lo más oscuro en el negativo pasa a ser claro y lo más claro pasa a ser oscuro. Lo que aparece en la película de celuloide revelada son las imágenes negativas, con tonos invertidos, que una vez reflejadas sobre el papel con la ampliadora y reveladas y fijadas nos muestran retratos de la realidad con sus gradaciones de blanco, grises y  negro en las fotos de antes, o con la gama de colores en las de ahora.

Una vez fijadas las fotos con esas técnicas, el proceso no puede ser revertido en el cuarto oscuro.

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