domingo, 30 de junio de 2013

Jiddu Krishnamurti: Escuchar como observadores atentos en todo instante presente.

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EL ARTE DE ESCUCHAR

 

Pláticas en Adyar, Madrás, India

 

Sexta plática, 3 de enero de 1934

 

“Como ésta es mi última plática aquí, primero contestaré las preguntas que me han sido formuladas y después concluiré con una breve charla. Pero antes de que proceda a contestar las preguntas, quisiera agradecer nuevamente a Mr. Warrington, el presidente temporal, por invitarme a hablar en Adyar y por su gran cordialidad.

 

Como dije al principio de mis pláticas, no estoy realmente interesado en atacar a la sociedad de ustedes. Al decir esto no vuelvo a lo que ya he dicho. Pienso que todas las organizaciones espirituales son un obstáculo para el hombre, porque uno no puede encontrar la verdad por medio de ninguna organización.

 

Pregunta de interlocutor: ¿Cuál es el curso de acción más prudente a seguir? ¿Proteger y amparar a los ignorantes aconsejándolos y guiándolos, o dejarlos que descubran, mediante su propia experiencia y su sufrimiento, aun cuando pueda tomarles toda una vida librarse de los efectos de tal experiencia y sufrimientos?

 

Krishnamurti: …ni lo uno ni lo otro; …el curso de acción apropiado es ayudarlos a ser inteligentes, lo cual es una cosa por completo distinta. Cuando ustedes quieren guiar y proteger a los ignorantes, lo que en realidad les están dando es un refugio que ustedes mismos han creado. Y es igualmente tonto adoptar el punto de vista opuesto, es decir, dejarlos a la deriva de sus experiencias. Pero podemos ayudar al otro por medio de la verdadera educación; no esta enfermedad moderna que llamamos educación, este pasar por exámenes y universidades. Yo no llamo en absoluto educación a eso, es mero embrutecimiento de la mente. Pero ésa es otra cuestión.

 

Si podemos ayudar a otro para que llegue a ser inteligente, eso es todo cuanto necesitamos hacer. Pero es la cosa más difícil en el mundo, porque la inteligencia no ofrece un refugio para las luchas y agitaciones de la vida ni da consuelo; sólo genera comprensión.

 

La inteligencia es libre, ilimitada, está totalmente exenta de temor y superficialidad. Podemos ayudar a otro a que se libre del espíritu adquisitivo, de las muchas ilusiones y obstáculos que lo traban, cuando nosotros mismos comenzamos a liberarnos. Pero tenemos esta extraordinaria actitud de querer liberar a las masas mientras nosotros mismos seguimos en la ignorancia, atrapados todavía en la superstición, en la codicia. Cuando nosotros mismos comencemos a liberarnos, ayudaremos natural y auténticamente al otro.

 

Pregunta de interlocutor: Si bien concuerdo con usted en la necesidad de que el individuo ponga al descubierto las supersticiones e incluso las religiones como tales, ¿no cree que un movimiento organizado en esa dirección es útil y necesario, particularmente cuando en ausencia del mismo, los poderosos intereses creados, o sea, los altos sacerdotes en los principales centros de peregrinación, continuarán explotando a aquéllos que siguen presos en las supersticiones, en los dogmas religiosos y en las creencias? Ya que no es usted un individualista, ¿por qué no permanece con nosotros difundiendo su mensaje en vez de ir a otros países y volver a nosotros cuando sus palabras probablemente han sido olvidadas?

 

Krishnamurti: Su conclusión es, entonces, que las organizaciones son necesarias. Explicaré qué entiendo por organizaciones. Tiene que haber organizaciones para el bienestar del hombre -el bienestar físico del hombre-, pero no para conducirlo hacia la verdad. Porque la verdad no puede ser encontrada por intermedio de ninguna organización, de ningún sendero, de ningún método. Ayudar meramente al hombre, mediante una organización, a destruir sus supersticiones, sus creencias, sus dogmas, no le dará comprensión. Él sólo creará nuevas creencias en lugar de las viejas que ustedes han destruido. Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. Ustedes destruyen un conjunto de creencias y el hombre crea otro; le quitan un templo particular y él crea otro.

 

Pero si los individuos, desde su comprensión, crean en torno de ellos inteligencia, entonces las organizaciones surgirán naturalmente. Ahora empezamos primero con las organizaciones y después decirnos: “¿Cómo podemos vivir y ajustarnos a todas las exigencias de estas organizaciones?” En otras palabras, ponemos a las organizaciones primero y a los individuos después.

 

He visto esto en todas las sociedades: los individuos fracasan, mientras que la organización, esa cosa misteriosa en la que ustedes trabajan, se convierte en una fuerza, en un poder abrumador que los explota. Por eso siento que la libertad respecto de la superstición, de las creencias y los dogmas, puede empezar tan sólo con el individuo.

 

Si el individuo comprende la verdad, entonces, gracias a esta comprensión y a la acción que de ella emana, creará naturalmente organizaciones que no serán instrumentos de explotación. Pero si ponemos a las organizaciones en primer lugar, como lo hace la mayoría de la gente, no estamos destruyendo la superstición, sólo estamos creando sustitutos.

 

Tomemos, por ejemplo, el instinto posesivo. La ley los santifica, los bendice en la posesión de su mujer, de sus hijos y sus propiedades; los honra. Entonces, si llega el comunismo, honra a la persona que nada posee. Y bien, para mí ambos sistemas son lo mismo, lo mismo en términos contrarios, en oposición.

 

Cuando son obligados a cierta acción, formados, moldeados por las circunstancias, por la sociedad, por una organización, en esa acción no hay comprensión posible. Ustedes están meramente cambiando de dueños. Las organizaciones serán un resultado natural si hay personas que sienten de verdad y son inteligentes respecto de estas cosas. Pero si se interesan meramente en la organización, destruyen ese sentimiento vital, ese pensar inteligente, creativo, porque tienen que considerar la organización y las creencias sobre las que ésta se funda. Tienen que considerar todos los compromisos; por lo tanto, ni ustedes ni las organizaciones serán jamás fluidos, despiertos, flexibles. Su organización es para ustedes mucho más importante que la libertad. Si realmente reflexionan sobre esto, lo verán.

 

Unos pocos individuos crean organizaciones a causa de su entusiasmo, de su vivificado interés, y las demás personas encajan en estas organizaciones y se esclavizan a ellas. Pero si hubiera inteligencia creativa -la que difícilmente existe en este país, porque ustedes son seguidores, dicen: “Díganos qué hacer, qué disciplina, qué método seguir”, como ovejas-, si fueran verdaderamente libres, entonces de esa inteligencia creativa, de esa libertad, surgiría la acción; abordarían el problema de un modo fundamental, o sea, por medio de la educación, de las escuelas, de la literatura, del arte; no por medio de esta perpetua palabrería acerca de las organizaciones.

 

Para tener escuelas, para tener la correcta clase de educación, debemos contar con una organización; pero todo eso vendrá naturalmente si los individuos, si unas pocas personas están verdaderamente despiertas, si son de verdad inteligentes.

 

[Agrega Krishnamurti a la pregunta de su interlocutor:] “Ya que no es usted un individualista, ¿por qué no permanece con nosotros difundiendo su mensaje, en vez de ir a otros países y volver a nosotros cuando sus palabras probablemente han sido olvidadas?” He prometido esta vez ir a otros países, Sudamérica, Australia, los Estados Unidos. Pero cuando regrese tengo la intención de permanecer un largo tiempo en la India. (Aplausos). No se molesten en aplaudir. Entonces deseo hacer las cosas de una manera muy diferente.

Pregunta de interlocutor: ¿Qué viene primero, el individuo o la organización?

 

Krishnamurti: Eso es muy simple. ¿Se interesan ustedes en una labor de remiendos, la cual implica modificar el nacionalismo, la distinción de clases, el orden posesivo, la herencia, pelear sobre quién debe o no debe entrar en los templos, alterar un poquito las cosas aquí y allá? ¿O desean un cambio radical, completo? Ese cambio implica liberarse de la conciencia egocéntrico, del “yo” limitado que da origen al nacionalismo, al miedo, a las discriminaciones, al espíritu posesivo. Si perciben fundamentalmente la falsedad de estas cosas, entonces surge la acción verdadera. Por lo tanto, tienen que comprender, y luego actuar.

 

Tal como son, no hacen sino glorificar la conciencia egocéntrico, y yo siento que, básicamente, todas las sociedades religiosas hacen eso, aunque en teoría, en los libros, sus enseñanzas puedan ser diferentes.

 

Ustedes saben, muchas veces me han dicho que los Upanishads están de acuerdo con lo que yo expreso. La gente me dice: “Usted dice exactamente lo que dijo el Buda, lo que dijo Cristo”, o “fundamentalmente, usted enseña lo que postulan los teósofos”. Pero eso es todo teoría. Ustedes tienen que reflexionar realmente sobre esto, deben ser de verdad honestos, francos. Cuando digo “honestos”, “francos”, no quiero decir sinceros, porque un tonto puede ser sincero. (Contestando a una interrupción). Por favor, sólo siga esto. Un lunático que se aferra constantemente a una idea, a una creencia, es sincero. La mayoría de las personas es sincera, sólo que tiene innumerables creencias. En vez de una, tienen muchas, y tratan de ser sinceras al atenerse a ellas.

 

Si uno es realmente franco, honesto, verá que todo su pensamiento y acción se basan en esta labor de remiendos, en esta conciencia limitada, en esta glorificación propia, en este deseo de llegar a ser alguien, ya sea espiritualmente o en el mundo físico. Si uno actúa y trabaja con esa actitud, entonces lo que hace debe conducir inevitablemente a la labor de remiendos; pero si actúa con verdad, entonces toda esta estructura se ha desplomado.

 

Ustedes desean glorificación para sí mismos, desean seguridad, certidumbre, consuelo; por lo tanto, tienen que decidirse a hacer una cosa o la otra, no pueden hacer ambas. Si francamente, honestamente, persiguen la seguridad y el consuelo, entonces descubrirán la vacuidad que implican. Si son realmente honestos respecto de la glorificación propia, percibirán su superficialidad.

 

Pero, por desgracia, nuestras mentes no son claras. Estarnos llenos de prejuicios, de influencias; nos atan la tradición y el hábito. Tenernos innumerables compromisos. Tenemos organizaciones que mantener. Nos hemos comprometido con ciertas ideas, con ciertas creencias. Y lo económico juega un gran papel en nuestras vidas.

 

Decimos: “Si pienso diferente de mis socios, de mis vecinos, puedo perder mi empleo. ¿Cómo podría, entonces, ganarme la vida?” Así que seguimos como antes. Eso es lo que yo llamo hipocresía, no afrontar directamente los hechos.

 

Perciban con exactitud y actúen; la acción sigue a la percepción, son inseparables. Descubran lo que desean hacer: labor de remiendos o acción completa. Ahora ponen énfasis en el trabajo y, por ende, fundamentalmente en la labor de remiendos.

 

Pregunta de interlocutor: La reencarnación explica en la vida muchas cosas que, de lo contrario, permanecen llenas de misterio y nos causan perplejidad. Muestra, entre otras cosas, que relaciones personales sumamente apreciadas en una encarnación, no necesariamente continúan en la siguiente. Así, se torna extraña alternativamente nuestra relación con otros y viceversa; esto revela el parentesco del alma humana, un hecho que, sí fuera correctamente entendido, contribuiría a la verdadera hermandad.

 

Por esto, si la reencarnación es una ley natural y resulta que usted sabe que lo es, o del mismo modo, si resulta que usted sabe que no existe tal ley, ¿por qué no lo dice? ¿Por qué prefiere siempre dejar que, en sus respuestas, este tema extremadamente importante e interesante quede rodeado con el halo del misterio?

 

Krishnamurti: No creo que eso sea importante; no creo que, en lo fundamental, resuelva nada. No creo que contribuya a que ustedes comprendan esa viviente unidad única, esencial, que no es la unidad de lo uniforme.

 

Ustedes dicen: “Estuve casado con alguien en la vida anterior, y en esta vida estoy casado con una persona diferente; ¿no genera esto un sentimiento de hermandad, de afecto, de unidad?” ¡Qué extraordinaria manera de pensar! Prefieren la hermandad de un misterio a la hermandad real.

Serían afectuosos a causa de la relación y no porque el afecto sea natural, espontáneo, puro. Quieren creer porque la creencia los conforta. Por eso hay tantas distinciones de clase, guerras, y por eso usan constantemente esa absurda palabra tolerancia. Si no tuvieran divisiones de creencias, si fueran realmente seres humanos completos, entonces habría verdadera hermandad, verdadero afecto, no esta cosa artificial a la que llaman hermandad.

 

El problema de la reencarnación lo he tratado tantas veces, que hoy sólo hablaré brevemente de él. Pueden no tomar para nada en consideración lo que digo, o pueden examinarlo; hagan lo que gusten. Me temo que no lo considerarán -aunque eso no importa- porque están comprometidos con ciertas ideas, con ciertas organizaciones, se hallan limitados por la autoridad, por la tradición.

 

Para mí, el ego, esa conciencia limitada, es el resultado del conflicto. Intrínsecamente, carece de valor, es una ilusión. Surge con la falta de comprensión, la cual, a su vez, crea conflicto, y a causa de ese conflicto se desarrolla la conciencia egocéntrica, limitada.

Ustedes no pueden perfeccionar esa conciencia a través del tiempo; el tiempo no libera de esa conciencia a la mente. Por favor, no hay duda alguna: el tiempo no los liberará de esta conciencia egocéntrica porque el tiempo es un mero aplazamiento de la comprensión.

 

Cuanto más aplazan una acción, tanto menos la comprenden. Están conscientes sólo cuando hay conflicto; y en el éxtasis, en la verdadera percepción, existe una acción espontánea en la que no hay conflicto. Entonces no son conscientes de sí mismos como entidad, como el “yo”. Sin embargo, desean proteger esa acumulación de ignorancia que llaman el “yo”, esa acumulación de la que emana esta idea de más y más, ese centro de crecimiento que no es la vida, que no es sino ilusión.

 

Por lo tanto, mientras recurran al tiempo para producir perfección, sólo incrementarán la conciencia egocéntrica. El tiempo jamás los liberará de esa conciencia egocéntrica y limitada. Lo que liberará a la mente es la plenitud de comprensión en la acción misma; o sea, cuando la mente y el corazón están actuando armoniosamente, cuando ya no están influidos, amarrados por una creencia, limitados por un dogma, por el miedo, por valores falsos; entonces hay libertad. Y esa libertad es el éxtasis de la percepción.

 

¿Saben?, sería realmente de gran interés si uno de ustedes que cree tan fundamentalmente en la reencarnación, discutiera el tema conmigo. Lo he discutido con muchos, pero todo cuanto pueden decir es: “Creemos en la reencarnación, explica muchísimas cosas”, y eso resuelve la cuestión.

 

Uno no puede discutir con personas que se hallan convencidas de sus creencias, que son afirmativas en su conocimiento. Cuando un hombre dice que sabe, ¡asunto terminado! Y ustedes veneran al hombre que dice “yo sé”, porque su declaración afirmativa, su certidumbre, les proporciona consuelo, refugio.

 

Ya sea que crean o no crean en la reencarnación, a mí me parece una cuestión trivial; esa creencia es como un juguete, porque es meramente una postergación. Es sólo una explicación, y las explicaciones son como el polvo para el hombre que busca de verdad. Pero, desafortunadamente, ustedes están sofocados por el polvo, tienen explicaciones para todo. Tienen una explicación lógica, conveniente, para cada sufrimiento.

 

Si un hombre es ciego, ustedes acuden a la reencarnación para dar razón de su duro destino en esta vida. Por medio de la reencarnación, de la idea de evolución, explican y justifican las desigualdades de la existencia. De ese modo, con explicaciones, han resuelto los múltiples problemas que conciernen al hombre, y así han dejado de vivir.

 

La plenitud de la vida excluye todas las explicaciones. Para el hombre que está sufriendo realmente, las explicaciones son tanto como polvo y cenizas. Pero para el hombre que busca consuelo, las explicaciones son necesarias y excelentes. No hay tal cosa como el consuelo. Sólo comprensión, y la comprensión no está limitada por la creencia o por las certidumbres.

 

Ustedes dicen: “Sé que la reencarnación es verdadera”. Bien, ¿y qué hay con eso? La reencarnación, es decir, el proceso de acumulación, de crecimiento, de ganancia, es meramente la carga del esfuerzo; y yo digo que hay una manera de vivir espontáneamente, sin esta lucha continua, y eso es posible mediante la comprensión, no como resultado de la acumulación, del crecimiento. Esta comprensión, esta percepción, llega a aquél que no está limitado por el miedo, por la conciencia del “yo”.

 

Pregunta de interlocutor: El hombre que permanece inalterado frente a los peligros y las tribulaciones de la existencia, tales como la oposición de sus semejantes a un curso de acción, es siempre un hombre de voluntad firme y excelente carácter. Las escuelas públicas en Inglaterra y en todas partes reconocen la importancia de desarrollar la voluntad y el carácter, que son comúnmente considerados como el mejor bagaje para embarcarse en la vida, porque la voluntad asegura el éxito y el carácter asegura una probidad moral. ¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter, y cuál es el verdadero valor que tienen para el individuo?

 

Krishnamurti: La primera parte de esta pregunta sirve como trasfondo a la pregunta misma que es: “¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter, y cuál es el verdadero valor que tienen para el individuo?” Desde mi punto de vista, ninguno. Pero eso no significa que ustedes deban carecer de voluntad, de carácter. No piensen en términos de opuestos.

 

¿Qué entienden ustedes por voluntad? La voluntad es el resultado de la resistencia. Si no comprenden una cosa, desean conquistarla. Toda conquista no es sino esclavitud y, por lo tanto, resistencia; y de esa resistencia se desarrolla la voluntad, la idea de “yo debo” y “yo no debo”. Pero la percepción, la comprensión, libera de la resistencia al corazón y la mente y, por ende, los libera de esta constante batalla del “debo” y “no debo”.

 

Lo mismo es aplicable al carácter. El carácter es sólo el poder de resistir a las múltiples intromisiones de la sociedad sobre cada uno de nosotros. Cuanto más carácter tenemos, mayor es la conciencia egocéntrica, el “yo”, porque el “yo” es el resultado del conflicto, y la voluntad ha nacido de la resistencia que da origen a la conciencia egocéntrico. ¿Cuándo surge la resistencia? Cuando perseguimos la adquisición, la ganancia, cuando deseamos el éxito, cuando estamos persiguiendo la virtud, cuando hay imitación y temor.

 

Esto puede sonarles absurdo porque están atrapados en el conflicto de la adquisición y, naturalmente, dirán: “Sin voluntad, sin conflicto, sin resistencia, ¿qué puede hacer un hombre?” Yo digo que ésa es la única manera de vivir, sin resistencia, lo cual no significa no resistencia; no significa no tener voluntad ni propósito, andar a la deriva de aquí para allá.

 

La voluntad es un resultado de los valores falsos; y cuando hay comprensión de lo verdadero, el conflicto desaparece y, con él, el desarrollo de la resistencia al que llamamos voluntad. La voluntad y el desarrollo del carácter, que son como el cristal coloreado que adultera la luz pura, no podrán liberar al hombre, no podrán darle comprensión. Por el contrario, limitarán al hombre.

 

Sin embargo, una mente que comprende, una mente flexible, alerta -que no es la mente hábil de un abogado ingenioso, un tipo de mente que tanto prevalece en la India y que es muy destructivo-, una mente dúctil, digo, no limitada, no posesiva, una mente así no conoce la resistencia porque comprende; percibe la falsedad de la resistencia, porque esa mente es como el agua. El agua asumirá cualquier forma y seguirá siendo agua. Pero ustedes desean moldearse conforme a un patrón particular, porque carecen de una comprensión completa.

 

Yo digo que, cuando se realicen en plenitud, cuando actúen de manera completa, ya no buscarán un patrón ni ejercerán la voluntad para encajar en ese patrón, porque en la verdadera comprensión hay un movimiento constante que es la vida eterna.

 

Pregunta de interlocutor: Usted dijo ayer que la memoria, o sea, el residuo de las acciones acumuladas, da origen a la idea del tiempo y, en consecuencia, a la del progreso. Por favor, desarrolle más el concepto, con especial referencia a la contribución que el progreso ha hecho a la felicidad humana.

 

Krishnamurti: Hay progreso en el campo de la ciencia mecánica, progreso en relación con las máquinas, los automóviles, las comodidades modernas y la conquista del espacio. Pero no me refiero a esa clase de progreso, porque el progreso en la ciencia debe ser siempre transitorio; en 61 no puede haber nunca una realización plena para el hombre. Debo hablar muy brevemente, porque tengo muchas preguntas para contestar. Espero que lo que digo sea claro; si no lo es, proseguiremos en otra ocasión posterior.

 

En el progreso mecánico no puede haber realización plena para el hombre. Habrá mejores automóviles, mejores aviones, mejores máquinas, pero la plenitud no se realizará mediante este continuo proceso de perfección mecánica. (No es que yo esté contra las máquinas).

 

Cuando hablamos de progreso aplicándolo a lo que llamamos crecimiento individual, ¿a qué nos referimos? Nos referimos a la adquisición de más conocimiento, de una virtud mayor, lo cual no es plenitud de realización. Lo que llamamos virtud aquí, puede ser considerado vicio en otra sociedad. La sociedad ha desarrollado los conceptos del bien y el mal. Intrínsecamente, no hay tal cosa como bien o mal. No piensen en términos de opuestos. Tienen que pensar de manera fundamental, esencial.

 

A mi entender, mediante el progreso no puede haber integridad en la acción, porque el progreso implica tiempo, y el tiempo no conduce a la plenitud de realización. Ésta se encuentra sólo en el presente, no en el futuro. ¿Qué es lo que les impide vivir por completo en el presente? Es el pasado, con sus muchos recuerdos y obstáculos.

 

Lo expondré de una manera diferente. Mientras hay opción, tiene que haber este así llamado progreso en las cosas esenciales y no esenciales; pero en el instante en que poseen lo esencial, esto ya se ha vuelto lo no esencial. Y así proseguimos, moviéndonos continuamente de lo no esencial a lo esencial, lo cual, a su vez, se convierte en lo no esencial; y a esta sustitución la llamamos progreso.

 

Pero la perfección es realización plena, o sea, la armonía del corazón y la mente en la acción. No puede haber tal armonía si nuestra mente se halla atrapada en una creencia, en un recuerdo, en un prejuicio, en un deseo. Dado que están atrapados en estas cosas, tienen que liberarse de ellas, y pueden hacerlo sólo cuando, como individuos, han descubierto su verdadero significado. Es decir, pueden actuar armoniosamente sólo cuando descubren el verdadero significado de estas cosas cuestionándolas, dudando de sus valores existentes.

 

Lo lamento, pero ahora debo dejar de contestar preguntas. Muchas me han sido formuladas en relación con la Sociedad Teosófica: si aceptaría la presidencia en caso de que me fuera ofrecida y cuál sería mi plan de acción si fuera electo; si la Sociedad Teosófica, que lucha por educar a las masas y promueve una norma ética, debería ser disuelta; qué política apoyaría yo para la comunidad indo-británica, etcétera.

 

No me propongo postularme para la presidencia de la Sociedad Teosófica porque no pertenezco a esa sociedad. Eso no me interesa - no es que me considere superior - porque no creo en las organizaciones religiosas y también porque no quiero guiar ni a un solo hombre.

 

Por favor, señores, créanme cuando digo que no quiero influir en ninguna persona; porque el deseo de guiar muestra, inherentemente, que uno tiene un propósito, una meta hacia la cual piensa que toda la humanidad tiene que llegar como un rebaño de ovejas. Eso es lo que implica la guía. Ahora bien, yo no deseo impulsar a ningún hombre hacia un objetivo o una meta en particular; lo que quiero es ayudarlo a que sea inteligente, y eso es una cosa completamente distinta. Así que no tengo tiempo para contestar estas innumerables preguntas basadas en tales ideas.

 

Dado que es bastante tarde, quisiera hacer un resumen de lo que he estado diciendo durante los últimos cinco o seis días y, naturalmente, tengo que ser paradójico. La verdad es paradójica. Espero que aquéllos de ustedes que han seguido inteligentemente lo que he estado diciendo, comprenderán y actuarán, no harán de mí un modelo para sus acciones.

 

Si lo que he dicho no es verdadero para ustedes, lo olvidarán, es natural. A menos que de verdad lo hayan profundizado, a menos que hayan reflexionado sobre lo que he dicho, repetirán simplemente mis frases, aprenderán mis palabras de memoria, y eso carece de valor.

 

Para comprender, el primer requerimiento es la duda, dudar no sólo en relación con lo que digo, sino, principalmente, en relación con las ideas que ustedes mismos sostienen. Pero han hecho un anatema de la duda, un impedimento, un mal que debe ser erradicado, desechado; han hecho de la duda una cosa abominable una enfermedad. Pero para mí, la duda no es ninguna de estas cosas; la duda es un ungüento que cura.

 

¿Pero de qué dudan ustedes, por lo general? Dudan de lo que dice el otro. Es muy fácil dudar de algún otro. Mucho más difícil es dudar de la cosa misma en la que uno está atrapado, a la que se aferra, dudar de la cosa que uno busca, persigue. La verdadera duda no admitirá la sustitución. Cuando ustedes dudan de otro, como alguien dijo el otro día durante estas pláticas: “Nosotros dudamos de usted”, eso demuestra que dudan de lo que les estoy mostrando, de lo que estoy tratando de explicar. Muy bien. Pero esa duda no es sino la búsqueda de sustitución. Dicen: “Tengo esto, pero no estoy satisfecho. ¿Me satisfará eso, esa otra cosa que usted está ofreciendo? Para averiguarlo, tengo que dudar de usted”. Pero yo no les estoy ofreciendo nada. Digo que duden de la cosa misma que está en sus manos, o sea, en su mente y en su corazón; entonces ya no buscarán sustituirla.

 

Cuando buscan sustitución hay miedo y, por lo tanto, alimentan el conflicto. Cuando temen, buscan el opuesto del miedo, que es el valor, proceden a adquirir valor. O, si deciden que son poco amables, proceden a adquirir amabilidad, lo cual es mera sustitución, un volverse hacia lo opuesto.

 

Pero si, en vez de buscar una sustitución, comenzaran realmente a investigar la cosa misma en que la mente está atrapada -miedo, falta de amabilidad, afán adquisitivo-, entonces descubrirían la causa. Y pueden descubrir la causa sólo dudando continuamente, cuestionando mediante una inteligente y crítica actitud mental, actitud sana pero que ha sido destruida por la sociedad, por la educación, por las religiones que les advierten que deben desterrar la duda.

 

La duda es simplemente una inquisición en pos de los valores genuinos, y cuando uno ha descubierto por sí mismo los valores genuinos, la duda cesa. Pero para descubrir, uno debe ser crítico, franco, honesto.

 

Dado que casi todos buscan la sustitución, aumentan meramente su conflicto. Y a este incremento del conflicto con su deseo de evasión, lo llamamos progreso, progreso espiritual, porque para nosotros la sustitución o el escape implican una adquisición ulterior, un logro ulterior. Por eso, lo que ustedes llaman búsqueda de la verdad, es meramente el intento de encontrar sustitutos, la persecución de seguridades mayores, de refugios más seguros para huir del conflicto.

 

Cuando buscan refugios, están creando explotadores y, habiéndoles creado, quedan presos en esa máquina de explotación que dice: “No hagas esto, no hagas aquello, no dudes, no seas crítico. Sigue esta enseñanza, porque ésta es verdadera y aquélla es falsa”.

 

Así, cuando ustedes hablan de la verdad, lo que realmente desean es sustitución; desean descanso, tranquilidad, paz, escapes asegurados, y en este deseo crean máquinas artificiales y vacías, máquinas intelectuales que provean esa sustitución para satisfacer su deseo. ¿He aclarado el sentido de lo que quiero decir?

 

En primer lugar, se hallan atrapados en el conflicto y, a causa de que no pueden comprender ese conflicto, desean lo opuesto, descanso, paz, lo cual es un concepto intelectual. En ese deseo han creado una máquina intelectual, y esa máquina intelectual es la religión. Ésta se halla totalmente divorciada de sus sentimientos, de su vida cotidiana; por lo tanto, es meramente una cosa artificial. Esa máquina intelectual puede ser también la sociedad, intelectualmente creada, una máquina de la que se han convertido en esclavos y por la cual son despiadadamente pisoteados.

 

Han creado estas máquinas porque están en conflicto, porque a causa del temor y la ansiedad son empujados a lo opuesto de ese conflicto, porque están buscando descanso, tranquilidad. El deseo por lo opuesto crea temor, y desde ese temor surge la imitación.

 

De este modo, inventan conceptos intelectuales como las religiones, con sus creencias y sus preceptos, con su autoridad y sus disciplinas, sus gurús y Maestros, para que los conduzcan hacia lo que anhelan, o sea, hacia el consuelo, la seguridad, la tranquilidad, el escape respecto de este conflicto constante.

 

Han creado esta máquina inmensa que llaman religión, esta máquina intelectual carente de validez, y también han creado la máquina llamada sociedad, porque tanto en su vida social como en su vida religiosa, desean consuelo, amparo. En su vida social están sujetos por las tradiciones, los hábitos, los valores incuestionados; la opinión pública actúa para ustedes como la autoridad. Y la opinión no cuestionada, el hábito y la tradición conducen finalmente al nacionalismo y a la guerra.

 

Ustedes hablan de la búsqueda de la verdad, pero su búsqueda es meramente una búsqueda de sustitutos, el deseo de una mayor seguridad, una certidumbre mayor. Por lo tanto, su búsqueda destruye aquello que están buscando, que es la paz, no la paz del estancamiento, sino la paz de la comprensión, de la vida, del éxtasis. Niegan esa cosa misma porque están buscando algo que los ayude a escapar.

 

Por consiguiente, para mí, todo el propósito -si puedo usar esa palabra sin que me entiendan mal- radica en destruir esta falsa máquina intelectual, destruirla por medio de la inteligencia, es decir, por medio de la verdadera percepción alerta.

 

Radica en que puedan comprender, dejar de lado la tradición, la cual ha llegado a ser un obstáculo, en que puedan descartar a los Maestros, las ideas, las creencias. Pero no simplemente destruirlas para adoptar otras nuevas, no es eso lo que quiero decir.

 

No deben sólo destruir, dejar de lado, sino que deben ser creativos; y pueden ser creativos sólo cuando empiezan a comprender los valores genuinos. Por lo tanto, cuestionen el significado de las tradiciones y los hábitos, de la nacionalidad, de la disciplina, de los gurús y los Maestros.

 

Pueden comprender sólo si están completamente alerta, alerta con la totalidad del ser. Cuando dicen: “Estoy buscando a Dios”, en lo fundamental quieren decir: “Deseo fugarme, deseo escapar”. Cuando dicen: “Busco la verdad y una organización podría ayudarme a encontrarlas, están buscando meramente un refugio. No estoy siendo duro; sólo quiero destacar y poner en claro lo que digo. Es cosa de ustedes actuar.

 

Hemos creado obstáculos artificiales. No son obstáculos reales, fundamentales. Los hemos creado porque estamos buscando algo: recompensas, seguridad, consuelo, paz. Para obtener seguridad, para poder evitar el conflicto, necesitamos tener muchas ayudas, muchos apoyos. Y estas ayudas, estos apoyos, son la autodisciplina, los gurús, las creencias.

 

He investigado todo esto más o menos a fondo. Ahora, cuando hablo acerca de estas cosas, tengan la bondad de no pensar en términos de opuestos, porque entonces no comprenderán. Cuando digo que la autodisciplina es un obstáculo, no piensen que, por lo tanto, no deben tener disciplina en absoluto. Quiero mostrarlos la causa de la autodisciplina. Cuando uno comprende eso, no existen ni la disciplina autoimpuesta ni su opuesto, sino que hay inteligencia.

 

A fin de realizar lo que deseamos ‑que es esencialmente falso porque se basa en la idea de lo opuesto como un sustituto‑ hemos creado medios artificiales como lo son la autodisciplina, el liderazgo, la creencia. Sin tal creencia, sin tal autoridad, que son obstáculos, nos sentimos perdidos. Así, nos convertimos en esclavos y somos explotados.

 

Un hombre que vive a base de creencias, no vive verdaderamente, está limitado en sus acciones. Pero para aquél que, gracias a que comprende, está realmente libre de la creencia y de la carga del conocimiento, para él existe el éxtasis, existe la verdad.

 

Cuídense del hombre que dice: “Yo sé”, porque él sólo puede saber acerca de lo estático, de lo limitado, nunca acerca de lo viviente, de lo infinito. El hombre sólo puede decir: “Existe”, lo cual no tiene nada que ver con el conocimiento. La verdad está deviniendo siempre, es inmortal, es vida eterna.

 

Tenemos estos obstáculos, obstáculos artificiales basados en la imitación, en el espíritu adquisitivo, que da origen al nacionalismo, en la autodisciplina, en los gurús, Maestros, ideales, en las creencias. La mayoría de nosotros está, consciente o inconscientemente, esclavizada a alguna de estas cosas. Ahora, por favor, entiendan esto porque, de lo contrario, dirán: “Usted meramente destruye y no nos ofrece ninguna clase de ideas constructivas”.

 

Nosotros hemos creado estos obstáculos; y podemos librarnos de tales obstáculos sólo tornándonos conscientes de ellos, no mediante el proceso de la disciplina ni apelando a la sustitución, al control, al olvido, ni siguiendo a algún otro, sino sólo dándonos cuenta de que todas estas cosas son venenos. Ustedes saben, cuando ven una serpiente venenosa en la habitación, están plenamente conscientes de ella, lo están con todo el ser. Pero estas cosas, las disciplinas, las creencias, las sustituciones, ustedes no las consideran venenos. Se han vuelto meros hábitos, a veces placenteros y a veces dolorosos, y los toleran en tanto el placer pesa más que el dolor. Continúan de esta manera hasta que el dolor los abruma. Cuando experimentan un intenso dolor corporal, sólo piensan en librarse de ese dolor. No piensan en el pasado o en el futuro, en la salud pasada o en el tiempo en que no van a experimentar más dolor. Sólo les interesa desembarazarse del dolor.

 

De igual modo, tienen que darse cuenta, plena e intensamente, de todos estos obstáculos, y eso pueden hacerlo sólo cuando se hallan en conflicto, cuando ya no escapan más, cuando no escogen sustitutos.

 

Toda opción es meramente sustitución. Si perciben plenamente un obstáculo, ya sea éste un gurú, un recuerdo o la conciencia de clase, esa percepción alerta descubrirá al creador de todos los obstáculos, de todas las ilusiones; verá que es la conciencia del “yo”, el ego. Cuando la mente se halla inteligentemente despierta a la existencia de ese creador, que es la conciencia egocéntrica, entonces en esa percepción alerta el creador de las ilusiones se disuelve a sí mismo. Inténtenlo, y verán qué ocurre.

 

No digo esto como una incitación para que ustedes lo intenten. No lo intenten con el propósito de llegar a ser felices. Lo intentarán sólo si se hallan en conflicto. Pero como casi todos ustedes tienen muchos refugios en los que encuentran alivio, han cesado por completo de estar en conflicto. Para todos sus conflictos tienen explicaciones - ¡tanto polvo y cenizas! Y estas explicaciones han aliviado sus conflictos. Tal vez haya uno o dos entre ustedes que no se satisfacen con las explicaciones, que no se satisfacen con las cenizas, ya sean las cenizas muertas de ayer o las cenizas futuras de la esperanza, de la creencia.

 

Si se hallan realmente atrapados en el conflicto, encontrarán el éxtasis de la vida, pero tiene que haber una inteligente percepción alerta. O sea, si yo les digo que la autodisciplina es un obstáculo, no rechacen ni acepten inmediatamente mi afirmación. Descubran si la mente de ustedes se encuentra atrapada en la imitación, si su autodisciplina se basa en la memoria, la cual no es sino una forma de escapar del presente. Ustedes dicen: “No debo hacer esto”, y a causa de esa prohibición que se imponen a sí mismos, se desarrollan la imitación, el temor.

 

Donde hay imitación, no puede existir el puro goce de la inteligencia. Descubran si son imitativos, experimenten. Y sólo pueden experimentar en la acción misma. Esto no es sólo un montón de palabras; si reflexionan sobre ello, lo verán. No pueden comprender después de que la acción ya ha tenido lugar, lo cual sería autoanálisis, sino sólo en el instante de la acción misma.

 

Sólo en medio de la acción pueden estar plenamente alerta. No digan: “No debo tener conciencia de clase”, sino tórnense plenamente perceptivos y alerta para descubrir si están condicionados a las discriminaciones de clase. Ese descubrimiento durante la acción creará conflicto, y ese conflicto mismo liberará a la mente; la liberará de la conciencia de clase, sin que ustedes traten de superar el problema.

 

Por consiguiente, la acción misma destruye las ilusiones; no lo hace la disciplina impuesta. Quisiera que reflexionaran sobre esto y actuaran; entonces verían lo que significa. Abre caminos inmensos para la mente y el corazón, de tal modo que el hombre puede vivir en la plenitud de la realización sin buscar un objetivo, un resultado; puede actuar sin que haya un motivo detrás.

 

Pero ustedes podrán vivir de manera completa sólo cuando tengan percepción directa, y la percepción directa no se alcanza por medio de la opción, del esfuerzo nacido de la memoria. Se encuentra en la llama de la conciencia alerta, la cual es armonía del corazón y la mente en la acción. Cuando nuestra mente se halla libre de religiones, gurús, sistemas, libre del espíritu adquisitivo, sólo entonces puede haber plenitud en la acción, sólo entonces el corazón y la mente pueden seguir los movimientos veloces y cambiantes de la verdad.

 

De “El Arte de Escuchar”. Jiddu Krishnamurti en Adyar, Madrás, India.  Sexta plática, del 3 de enero de 1934.

 

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