SOBRE EL
MIEDO
Por
Jiddu Krishnamurti
(…)
Somos propensos a hacer una abstracción del miedo, o sea, a convertirlo en una
idea. Pero, aparentemente, jamás escuchamos la voz del miedo. (…) Está, pues, muy
claro que ningún agente externo, por elevado que sea, por popular que se haya
vuelto gracias a la propaganda, podrá jamás resolver este problema del miedo
humano. (…) Existe el deseo de realizarnos y el miedo de no ser capaces de
realizarnos. Donde hay comparación tiene que haber miedo. (…) si la mente ve
que esos factores son los que originan el miedo, entonces, la percepción misma
de esos factores termina con las causas que contribuyen a la existencia del
miedo. Si existe una causa física que nos produce un dolor de estómago, el
dolor se termina al descubrir la causa. De manera similar, donde hay cualquier
causa, hay una terminación.
Escapar
del miedo es solo aumentarlo.
Cuando
te enfrentas con algo de manera directa, no hay miedo
(…) El
movimiento de la certidumbre a la incertidumbre es lo que yo llamo miedo. No
tengo miedo en el presente. Así pues, tengo miedo del pasado y del futuro.
(…)
Una de las funciones del pensamiento es estar ocupado todo el tiempo con algo.
Casi todos queremos tener nuestras mentes ocupadas sin cesar, a fin de evitar
vernos tal como realmente somos. Tememos sentirnos vacíos; tememos mirar
nuestros miedos.
(…) Las
teorías de otras personas no tienen importancia alguna. Son ustedes mismos los
que tienen que formularse la pregunta: ¿Puede el miedo ser dividido en
consciente y subconsciente? ¿O existe un único miedo que traducimos en
diferentes formas? Existe tan sólo un deseo; sólo existe el deseo. Uno desea.
Los objetos del deseo también cambian, pero el deseo se siempre el mismo. De
igual modo, quizá sólo hay miedo. Uno teme toda clase de cosas, pero existe
únicamente el miedo.
El miedo
es un movimiento único que se expresa de maneras diferentes
(…) Uno
puede observar sólo cuando la mente está muy quieta. Cuando uno dice: “Debo
controlarlo, debo librarme de él, debo entenderlo”, está tratando de escapar
del miedo. Así, cuando uno está directamente en contacto con el miedo o la
desesperación, con la soledad o los celos, o con cualquier otro estado mental
desagradable, ¿puede mirarlo de manera tan completa que su mente esté lo
suficientemente tranquila como para verlo? Si miramos tan sólo los detalles del
miedo o tratamos de habérnoslas con nuestros miedos abordándolos uno por uno,
jamás llegaremos a la cuestión fundaméntal, que es aprender a vivir sin miedo.
Pero ese
miedo es una realidad y tratamos de comprender un hecho mediante una
abstracción, lo cual, por supuesto, no puede hacerse. Pero, en realidad, el
observador que dice: “Tengo miedo”, ¿es de algún modo diferente de la cosa
observada, o sea, del miedo? El observador es el miedo y, cuando se comprende,
ya no hay más disipación de energía en el esfuerzo de librarse del miedo, y
desaparece el intervalo de tiempo-espacio entre el observador y lo observado.
Cuando uno ve que forma parte del miedo, que no está separado de él –que uno es
el miedo-, entonces ha visto que no puede hacer nada al respecto; de esa
manera, el miedo llega totalmente a su fin
(…) Si
uno mira lo que es, el hecho, y no la idea, verá que lo que está dando origen
al miedo es tan sólo la idea, el concepto del futuro, del mañana. No es el
hecho lo que da origen al miedo.
(…) La
mente necesita saber que es lo original. Hemos dicho que es Dios, pero ésa es también
una palabra que los seres humanos han inventado en su temor, en su infelicidad,
en su deseo de escapar de la vida.
(…) No
existe en absoluto la mente “individual”; estamos todos completamente
relacionados. Para comprender –no como individuo, sino como ser humano total-
qué es el original, uno debe comprender la totalidad de la desdicha humana,
todos los conceptos, todas las fórmulas que el hombre ha inventado en el curso
de los siglos. Sólo cuando nos liberamos de todo esto, podemos descubrir si existe
algo que sea original. De lo contrario, somos seres de segunda mano; y como
somos seres de segunda mano, seres humanos falsificados, el dolor no termina
jamás. El dolor de cada uno de ustedes y mi dolor están relacionados con todo
el dolor de la humanidad. Esto no es mero sentimentalismo o emocionalismo; es
un hecho crudo, real.
(…)
Usted puede recordar el ruido o escuchar realmente el ruido… Cuando tenemos
miedo estamos completamente aislados. Entonces observe si esos temores son
temores reales o si los proyecta el pensamiento como recuerdo.
(…) Para
aprender acerca del miedo, no debo distraerme escapando de él. No tiene que
existir el sentimiento de “debo librarme del miedo”. Si tengo esos
sentimientos, no puedo aprender. Para aprender acerca del miedo, no debemos
escapar del miedo. ¿Qué le ocurre a la mente cuando se enfrenta con el miedo y
no existe el problema de escapar de él? Por favor, descúbralo, dedique su mente
a ello.
(…)
Cuando la mente comprende todo el contenido del miedo y, por lo tanto, está
desprovista de miedo surge un estado de inocencia. Una mente así es luz para sí
misma, está libre de miedo. (…) Descubran cómo es posible vivir sin una sombra
de miedo. Entonces sabrán qué es el amor.
Sólo una
mente libre de cualquier tipo de ocupación dispone de una energía tremenda
(…)
Experimenté un dolor ayer; está el recuerdo de ese dolor y no quiero que se
repita mañana. El acto de pensar sobre el dolor de ayer, un pensar que contiene
el recuerdo del dolor experimentado, proyecta el miedo de volver a
experimentarlo nuevamente mañana.
El
origen del miedo es el pensamiento
La
devoción que profesan a su gurú, a sus dioses, a sus ideales, es adoración a sí
mismos, porque son ustedes los que han creado a su gurú, ustedes han creado sus
ideales, sus dioses; los han creado con sus pensamiento, los crearon sus
abuelos, y ustedes aceptan esto porque les satisface, les brinda consuelo. Por
lo tanto, son devotos a sí mismos. (…) Las religiones se basan en el pensamiento,
han sido creadas por el pensamiento. Y lo que crea el pensamiento no es
sagrado, es sólo pensamiento, es nada más que una idea. Y ustedes proyectan una
idea, la convierten en un símbolo y después la adoran.
(…) Si
se cuestionan y se interrogan a sí mismos, podrían estar absolutamente libres
del miedo, y entonces no habrá dioses. Cuando el hombre se ha liberado de toda
forma de miedo, no necesita consuelo, no necesita recompensas y no busca nada
que lo ayude. (…) Dios no los ha creado a ustedes para que vivan una vida
desdichada, sino que nosotros hemos creado a nuestro dios.
(…) Uno
tiene un ataque al corazón y se acabó. Pero la idea del ataque al corazón
podría sobrevenir en el futuro, es miedo. ¿Es el tiempo la raíz del miedo,
siendo el tiempo un movimiento del pasado, modificado en el presente y
continuado en el futuro? (…) ¿Puede uno vivir, psicológicamente, sin el mañana?
Háganlo. O sea, si uno ha experimentado un dolor físico ayer, terminar con ese
dolor ayer mismo, no traspasarlo al día de hoy y hacia el de mañana. Ese
transferir, que es el tiempo, da origen al miedo.
¿Alguna
vez han permanecido con el miedo? ¿Han permanecido con él, no alejándose del
miedo, no reprimiéndolo ni transcendiéndolo, no haciendo toda clase de cosas al
respecto, sino viendo simplemente la profundidad del miedo y sus
extraordinarias sutilezas. Uno puede darse cuenta de todo eso únicamente cuando
ésta mirando el miedo sin tener para ello ningún motivo, sin tratar de hacer
nada con él, sólo observándolo
(…)
Surge, pues, la pregunta: ¿Puede uno detener el pensamiento? Si el pensamiento
engendra temor y placer –porque donde hay placer tiene que haber dolor, eso es
bastante obvio-, uno se pregunta: ¿Puede llegar a su fin el pensamiento? Lo
cual no significa el fin de la percepción de la belleza, para el disfrute de la
belleza. Es como ver la belleza de una nube o de un árbol y disfrutarla
totalmente por completo, en plenitud; pero cuando el pensamiento busca tener
mañana esa misma experiencia, ese mismo deleite que ha experimentado ayer
viendo esa nube. Ese árbol, esa flor, el rostro de esa persona tan atractiva,
entonces invita a la desilusión, al dolor, al miedo o al placer.
Existe
el tiempo físico o cronológico, y existe el tiempo psicológico que dice: “Soy
esto, pero mañana no lo seré”. Está, pues, el tiempo como pasado, el tiempo
como presente y el tiempo como futuro. En el ahora están contenidos todo el
pasado y el futuro. De modo que el presente es el pasado y el futuro,
contenidos en el ahora. ESO ES TIEMPO.
(…) El conocimiento
de un incidente pasado que causó miedo se GRABA en el cerebro, como en una
cinta magnética. Así es como el cerebro tiene conocimiento del miedo.
(…)
Usted me adula y el cerebro registra inmediatamente eso. O me insulta, y el
cerebro también lo registra. Es como una máquina que está grabando todo el
tiempo. Eso se convierte en nuestro conocimiento, y desde ese conocimiento
actuamos. Pero, ¿es posible no registrar, no grabar psicológicamente? (…) Pero
si comprendemos la naturaleza y estructura del tiempo, no intelectualmente sino
de hecho, y también la del pensamiento, entonces, debido a que estamos
totalmente ATENTOS, esa atención CONSUME el miedo. (…) Todo esto requiere
una extraordinaria cualidad de atención, porque en la atención no hay actividad
alguna del yo. El interés egocéntrico en nuestra vida es la causa del miedo.
El
pensamiento no está separado del tiempo. Son una sola cosa.
Si no
hubiera tiempo y pensamiento, no habría miedo.
(…)
En el momento en que vemos la belleza de una montaña, con la nieve, con el
claro cielo azul, no hay placer, sólo existe esa inmensidad, esa grandeza, esa
majestuosidad; más tarde comienza el placer, cuando uno quiere que aquello se
repita, lo cual implica rememoración, pensamiento, tiempo; igual que con el
temor. He visto todo el movimiento de esa cosa que ha sucedido ayer en la
mañana y deseo que se repita. Es exactamente el mismo movimiento con el temor y
el placer. De manera que nuestras mentes, nuestras exigencias, están atrapadas
entre dos cosas: la recompensa y el castigo. Esa es nuestra vida. Eso soy yo,
eso es uno, el sí mismo que vive, que tiene sus raíces en este tiempo, en el
pensamiento, en el placer, el temor, la recompensa, el castigo. El cielo está
aquí si hacemos lo debido; si no, ¡nos vamos al infierno! La misma cosa
repetida una y otra y otra vez…
(…) En
primer lugar, ¿podemos mirar nuestros miedos? Y ¿cómo los miramos? ¿Cómo los
afrontamos? Supongamos que temo no poder ser salvado más que por cierta persona
divina. Hay un miedo profundamente arraigado de dos mil años. Ni siquiera
observo ese miedo; forma parte de mi tradición, de mi condicionamiento, el
pensar que no puedo hacer nada pero que alguien más, un agente externo, va a
ayudarme, a salvarme. Salvarme… no sé de qué, ¡pero no importa¡ Y eso forma
parte de mi miedo. Y, por supuesto, está el miedo a la muerte. Ése es el miedo
fundamental. (…) El miedo es parte de mí.
El miedo
surge cuando eludimos el hecho, cuando escapamos de él; entonces, el escape
mismo es el miedo.
El miedo
empieza y termina en el deseo de estar seguros: seguridad interna y externa,
con el anhelo de certidumbre, de permanencia. (…) Nuestro eterno clamor es por
encontrar la seguridad y sentirnos a salvo. Esta insistente exigencia es la que
da el origen al miedo.
¿Existe,
acaso, en lo interno, certidumbre, continuidad o permanencia alguna? No existe.
El escaparnos de esta realidad es miedo. La incapacidad de enfrentarnos a esta
realidad engendra toda forma de esperanza y desesperación.
El pensamiento
mismo es el origen del miedo. El pensamiento es tiempo. El pensamiento acerca
del mañana es placer o dolor. Ambos, el placer y el dolor causan miedo
Pero
¿existe la experiencia del miedo, o existe la conciencia acerca de la causa del
miedo, de la cual el pensamiento está escapando? La autoprotección física es
una cosa sensata, normal y sana, pero toda esta forma de autoprotección interna
es resistencia, y siempre acumula, desarrolla esa fuerza que es el miedo.
Cuando
este proceso total de pensamiento, tiempo y miedo es visto, no como una idea o
una fórmula intelectual, entonces hay terminación completa del miedo tanto
consciente como oculto. La comprensión de nosotros mismos es el despertar y la
cesación del miedo.
Y cuando
el miedo cesa, también cesa el poder de engendrar ilusión, mitos y visiones con
su esperanza y su desesperación, y sólo entonces comienza un movimiento que va
más allá de la conciencia, la cual es pensamiento y sentimiento. Consiste en el
vaciado de los recónditos escondrijos mentales y de los profundamente ocultos
anhelos y deseos. Entonces, cuando existe este vacío total, cuando no hay
absoluta y literalmente nada, ni influencias ni valores ni fronteras ni
palabras, entonces, en esta completa quietud del tiempo-espacio, existe aquello
que es innominable.
(…)
Estamos acostumbrados a abordar el miedo en fragmentos; nos interesan los
fragmentos; nos interesan los fragmentos, no la totalidad del miedo. Observar
la totalidad del miedo es conceder la atención completa cuando surge cada
temor.
(…) El
descontento se satisface muy fácilmente cuando pensamiento y sentimiento han
encontrado algún tipo de refugio, de éxito, una posición satisfactoria, una
creencia, etc., sólo para despertarse otra vez cuando ese refugio es atacado,
sacudido o derribado. Casi todos estamos familiarizados con este ciclo de
esperanza y desesperación. La búsqueda cuyo motivo es el descontento, sólo
puede conducir hacia alguna forma de ilusión. Peor ¿Existe una búsqueda que no
tenga tras de sí motivo alguno? En tal caso, ¿es una búsqueda?
La
liberación de la energía para comprender lo esencial, sólo es posible cuando
cesa toda forma de búsqueda.
(…) Todo
cambio que llega a causa de un motivo, no es cambio en absoluto, es simplemente
un cambio en el patrón.
(…)
¿Existe un llegar? Llegar implica que uno sufre y vive envuelto por la sombra
del miedo. El pensamiento ha fijado una finalidad: Dios, la bienaventuranza, el
éxito, la virtud, etc. (…) El hecho es, y todo lo demás no es. El hecho no
existe si no hay muerte para el ideal, para el logro, para una finalidad; el
ideal, la meta, son un modo de escapar del hecho. El hecho carece de tiempo y
espacio. (…) Lo que debería ser, involucra tiempo y distancia, dolor y miedo.
La muerte de estos factores deja sólo el hecho, lo que es. El pensamiento no
puede cambiar el hecho, sólo puede escapar de él.
(…) Una
meditación acompañada de una completa apertura de la mente y el corazón, es una
apertura rayana con la muerte. Estar completamente abierto, ser totalmente
vulnerable, es muerte.
La
meditación atrapada en un método, en un sistema de recompensas y promesas,
mutila y somete a la energía.
La
meditación derriba las fronteras de la conciencia; desbarata el mecanismo del
pensamiento y del sentimiento que éste despierta. La meditación libera la
energía en abundancia; y el control, la disciplina y la represión corrompen la
pureza de esa energía. La meditación es la llama que arde intensamente sin
dejar cenizas. Las palabras, el pensamiento, el sentimiento, siempre
dejan cenizas, y el mundo acostumbra a vivir de cenizas. La meditación es un
peligro porque lo destruye todo, no deja absolutamente nada, ni siquiera el
susurro de un deseo, y en este vasto, insondable vacío, hay creación y amor.
La
verdad no tiene opuesto, ni lo tiene el amor
(…)
Cuando la mente está todo el tiempo activa, tanto durante el día como durante
la noche, no tiene descanso, no adquiere una nueva cualidad de frescura. Sólo
cuando está por completo quieta, dormida, absolutamente tranquila, se renueva a
sí misma. El análisis de los sueños, ¿es otra de esas falacias que aceptamos
tan fácilmente? Los sueños son la continuidad, mientras dormimos, de nuestra
actividad cotidiana. Ahora bien, hemos generado orden durante el día, no de
acuerdo con un plan, o con el orden establecido de la sociedad, o con las
sanciones religiosas; eso no es orden, es amoldamiento. Cuando hay
amoldamiento, obediencia, no hay orden.
El orden
llega sólo cuando observamos lo desordenada que es nuestra propia vida durante
las horas de vigilia
Mediante
la observación del desorden, adviene el orden. Y cuando tenemos un orden
semejante en la vida cotidiana, los sueños se vuelven, entonces, completamente
innecesarios.
(…)
Existe el miedo que proviene de fuera, y está el miedo que proviene de dentro.
La guerra es externa. Internamente, me apego a mi hijo, lo amo, lo he educado
conforme a la sociedad en que vive, la cual dice: mata. De este modo, acepto el
miedo en lo interno, y externamente acepto la cosa llamada guerra, la cual va a
matar a mi hijo. ¡Y llamo a eso amor por mi hijo! Eso es miedo.
(…) El
acto mismo de nombrar es la proyección del pasado.
Comprendan,
señores, que la conciencia de ustedes es la del resto de la humanidad. La
humanidad, igual que ustedes y otros, pasa por toda clase de dificultades,
experimenta pena, afán, ansiedad, soledad, depresión, dolor, placer… TODOS y
cada uno de los seres humanos en el mundo pasan por esto. De modo que nuestra
conciencia, nuestro ser, es toda la humanidad. Es así. Entonces, ¿puede cada
uno de nosotros, que es el resto de la humanidad, que es humanidad, mirar un
hecho muy simple? ¿Observar, ver, que el pensamiento y el tiempo son los
factores que dan origen al miedo? Entonces, la percepción misma es acción. Y, a
partir de ahí, uno ya no depende de nadie. Véanlo muy claramente. Entonces uno
es un ser humano libre…
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