jueves, 21 de febrero de 2013

SOBRE EL MIEDO. Por Jiddu Krishnamurti

SOBRE  EL  MIEDO
Por Jiddu Krishnamurti

(…) Somos propensos a hacer una abstracción del miedo, o sea, a convertirlo en una idea. Pero, aparentemente, jamás escuchamos la voz del miedo. (…) Está, pues, muy claro que ningún agente externo, por elevado que sea, por popular que se haya vuelto gracias a la propaganda, podrá jamás resolver este problema del miedo humano. (…) Existe el deseo de realizarnos y el miedo de no ser capaces de realizarnos. Donde hay comparación tiene que haber miedo. (…) si la mente ve que esos factores son los que originan el miedo, entonces, la percepción misma de esos factores termina con las causas que contribuyen a la existencia del miedo. Si existe una causa física que nos produce un dolor de estómago, el dolor se termina al descubrir la causa. De manera similar, donde hay cualquier causa, hay una terminación.

Escapar del miedo es solo aumentarlo.

Cuando te enfrentas con algo de manera directa, no hay miedo

(…) El movimiento de la certidumbre a la incertidumbre es lo que yo llamo miedo. No tengo miedo en el presente. Así pues, tengo miedo del pasado y del futuro.

(…)  Una de las funciones del pensamiento es estar ocupado todo el tiempo con algo. Casi todos queremos tener nuestras mentes ocupadas sin cesar, a fin de evitar vernos tal como realmente somos. Tememos sentirnos vacíos; tememos mirar nuestros miedos.

(…) Las teorías de otras personas no tienen importancia alguna. Son ustedes mismos los que tienen que formularse la pregunta: ¿Puede el miedo ser dividido en consciente y subconsciente? ¿O existe un único miedo que traducimos en diferentes formas? Existe tan sólo un deseo; sólo existe el deseo. Uno desea. Los objetos del deseo también cambian, pero el deseo se siempre el mismo. De igual modo, quizá sólo hay miedo. Uno teme toda clase de cosas, pero existe únicamente el miedo.

El miedo es un movimiento único que se expresa de maneras diferentes

(…) Uno puede observar sólo cuando la mente está muy quieta. Cuando uno dice: “Debo controlarlo, debo librarme de él, debo entenderlo”, está tratando de escapar del miedo. Así, cuando uno está directamente en contacto con el miedo o la desesperación, con la soledad o los celos, o con cualquier otro estado mental desagradable, ¿puede mirarlo de manera tan completa que su mente esté lo suficientemente tranquila como para verlo? Si miramos tan sólo los detalles del miedo o tratamos de habérnoslas con nuestros miedos abordándolos uno por uno, jamás llegaremos a la cuestión fundaméntal, que es aprender a vivir sin miedo.
Pero ese miedo es una realidad y tratamos de comprender un hecho mediante una abstracción, lo cual, por supuesto, no puede hacerse. Pero, en realidad, el observador que dice: “Tengo miedo”, ¿es de algún modo diferente de la cosa observada, o sea, del miedo? El observador es el miedo y, cuando se comprende, ya no hay más disipación de energía en el esfuerzo de librarse del miedo, y desaparece el intervalo de tiempo-espacio entre el observador y lo observado. Cuando uno ve que forma parte del miedo, que no está separado de él –que uno es el miedo-, entonces ha visto que no puede hacer nada al respecto; de esa manera, el miedo llega totalmente a su fin

(…) Si uno mira lo que es, el hecho, y no la idea, verá que lo que está dando origen al miedo es tan sólo la idea, el concepto del futuro, del mañana. No es el hecho lo que da origen al miedo.

(…) La mente necesita saber que es lo original. Hemos dicho que es Dios, pero ésa es también una palabra que los seres humanos han inventado en su temor, en su infelicidad, en su deseo de escapar de la vida.

(…) No existe en absoluto la mente “individual”; estamos todos completamente relacionados. Para comprender –no como individuo, sino como ser humano total- qué es el original, uno debe comprender la totalidad de la desdicha humana, todos los conceptos, todas las fórmulas que el hombre ha inventado en el curso de los siglos. Sólo cuando nos liberamos de todo esto, podemos descubrir si existe algo que sea original. De lo contrario, somos seres de segunda mano; y como somos seres de segunda mano, seres humanos falsificados, el dolor no termina jamás. El dolor de cada uno de ustedes y mi dolor están relacionados con todo el dolor de la humanidad. Esto no es mero sentimentalismo o emocionalismo; es un hecho crudo, real.

(…) Usted puede recordar el ruido o escuchar realmente el ruido… Cuando tenemos miedo estamos completamente aislados. Entonces observe si esos temores son temores reales o si los proyecta el pensamiento como recuerdo.

(…) Para aprender acerca del miedo, no debo distraerme escapando de él. No tiene que existir el sentimiento de “debo librarme del miedo”. Si tengo esos sentimientos, no puedo aprender. Para aprender acerca del miedo, no debemos escapar del miedo. ¿Qué le ocurre a la mente cuando se enfrenta con el miedo y no existe el problema de escapar de él? Por favor, descúbralo, dedique su mente a ello.

(…) Cuando la mente comprende todo el contenido del miedo y, por lo tanto, está desprovista de miedo surge un estado de inocencia. Una mente así es luz para sí misma, está libre de miedo. (…) Descubran cómo es posible vivir sin una sombra de miedo. Entonces sabrán qué es el amor.

Sólo una mente libre de cualquier tipo de ocupación dispone de una energía tremenda

(…) Experimenté un dolor ayer; está el recuerdo de ese dolor y no quiero que se repita mañana. El acto de pensar sobre el dolor de ayer, un pensar que contiene el recuerdo del dolor experimentado, proyecta el miedo de volver a experimentarlo nuevamente mañana.
El origen del miedo es el pensamiento
La devoción que profesan a su gurú, a sus dioses, a sus ideales, es adoración a sí mismos, porque son ustedes los que han creado a su gurú, ustedes han creado sus ideales, sus dioses; los han creado con sus pensamiento, los crearon sus abuelos, y ustedes aceptan esto porque les satisface, les brinda consuelo. Por lo tanto, son devotos a sí mismos. (…) Las religiones se basan en el pensamiento, han sido creadas por el pensamiento. Y lo que crea el pensamiento no es sagrado, es sólo pensamiento, es nada más que una idea. Y ustedes proyectan una idea, la convierten en un símbolo y después la adoran.

(…) Si se cuestionan y se interrogan a sí mismos, podrían estar absolutamente libres del miedo, y entonces no habrá dioses. Cuando el hombre se ha liberado de toda forma de miedo, no necesita consuelo, no necesita recompensas y no busca nada que lo ayude. (…) Dios no los ha creado a ustedes para que vivan una vida desdichada, sino que nosotros hemos creado a nuestro dios.

(…) Uno tiene un ataque al corazón y se acabó. Pero la idea del ataque al corazón podría sobrevenir en el futuro, es miedo. ¿Es el tiempo la raíz del miedo, siendo el tiempo un movimiento del pasado, modificado en el presente y continuado en el futuro? (…) ¿Puede uno vivir, psicológicamente, sin el mañana? Háganlo. O sea, si uno ha experimentado un dolor físico ayer, terminar con ese dolor ayer mismo, no traspasarlo al día de hoy y hacia el de mañana. Ese transferir, que es el tiempo, da origen al miedo.
¿Alguna vez han permanecido con el miedo? ¿Han permanecido con él, no alejándose del miedo, no reprimiéndolo ni transcendiéndolo, no haciendo toda clase de cosas al respecto, sino viendo simplemente la profundidad del miedo y sus extraordinarias sutilezas. Uno puede darse cuenta de todo eso únicamente cuando ésta mirando el miedo sin tener para ello ningún motivo, sin tratar de hacer nada con él, sólo observándolo

(…) Surge, pues, la pregunta: ¿Puede uno detener el pensamiento? Si el pensamiento engendra temor y placer –porque donde hay placer tiene que haber dolor, eso es bastante obvio-, uno se pregunta: ¿Puede llegar a su fin el pensamiento? Lo cual no significa el fin de la percepción de la belleza, para el disfrute de la belleza. Es como ver la belleza de una nube o de un árbol y disfrutarla totalmente por completo, en plenitud; pero cuando el pensamiento busca tener mañana esa misma experiencia, ese mismo deleite que ha experimentado ayer viendo esa nube. Ese árbol, esa flor, el rostro de esa persona tan atractiva, entonces invita a la desilusión, al dolor, al miedo o al placer.
Existe el tiempo físico o cronológico, y existe el tiempo psicológico que dice: “Soy esto, pero mañana no lo seré”. Está, pues, el tiempo como pasado, el tiempo como presente y el tiempo como futuro. En el ahora están contenidos todo el pasado y el futuro. De modo que el presente es el pasado y el futuro, contenidos en el ahora. ESO ES TIEMPO.

(…) El conocimiento de un incidente pasado que causó miedo se GRABA en el cerebro, como en una cinta magnética. Así es como el cerebro tiene conocimiento del miedo.

(…) Usted me adula y el cerebro registra inmediatamente eso. O me insulta, y el cerebro también lo registra. Es como una máquina que está grabando todo el tiempo. Eso se convierte en nuestro conocimiento, y desde ese conocimiento actuamos. Pero, ¿es posible no registrar, no grabar psicológicamente? (…) Pero si comprendemos la naturaleza y estructura del tiempo, no intelectualmente sino de hecho, y también la del pensamiento, entonces, debido a que estamos totalmente ATENTOS, esa atención CONSUME el miedo. (…)  Todo esto requiere una extraordinaria cualidad de atención, porque en la atención no hay actividad alguna del yo. El interés egocéntrico en nuestra vida es la causa del miedo.

El pensamiento no está separado del tiempo. Son una sola cosa.

Si no hubiera tiempo y pensamiento, no habría miedo.

(…)  En el momento en que vemos la belleza de una montaña, con la nieve, con el claro cielo azul, no hay placer, sólo existe esa inmensidad, esa grandeza, esa majestuosidad; más tarde comienza el placer, cuando uno quiere que aquello se repita, lo cual implica rememoración, pensamiento, tiempo; igual que con el temor. He visto todo el movimiento de esa cosa que ha sucedido ayer en la mañana y deseo que se repita. Es exactamente el mismo movimiento con el temor y el placer. De manera que nuestras mentes, nuestras exigencias, están atrapadas entre dos cosas: la recompensa y el castigo. Esa es nuestra vida. Eso soy yo, eso es uno, el sí mismo que vive, que tiene sus raíces en este tiempo, en el pensamiento, en el placer, el temor, la recompensa, el castigo. El cielo está aquí si hacemos lo debido; si no, ¡nos vamos al infierno! La misma cosa repetida una y otra y otra vez…

(…) En primer lugar, ¿podemos mirar nuestros miedos? Y ¿cómo los miramos? ¿Cómo los afrontamos? Supongamos que temo no poder ser salvado más que por cierta persona divina. Hay un miedo profundamente arraigado de dos mil años. Ni siquiera observo ese miedo; forma parte de mi tradición, de mi condicionamiento, el pensar que no puedo hacer nada pero que alguien más, un agente externo, va a ayudarme, a salvarme. Salvarme… no sé de qué, ¡pero no importa¡ Y eso forma parte de mi miedo. Y, por supuesto, está el miedo a la muerte. Ése es el miedo fundamental. (…) El miedo es parte de mí.

El miedo surge cuando eludimos el hecho, cuando escapamos de él; entonces, el escape mismo es el miedo.

El miedo empieza y termina en el deseo de estar seguros: seguridad interna y externa, con el anhelo de certidumbre, de permanencia. (…) Nuestro eterno clamor es por encontrar la seguridad y sentirnos a salvo. Esta insistente exigencia es la que da el origen al miedo.

¿Existe, acaso, en lo interno, certidumbre, continuidad o permanencia alguna? No existe. El escaparnos de esta realidad es miedo. La incapacidad de enfrentarnos a esta realidad engendra toda forma de esperanza y desesperación.
El pensamiento mismo es el origen del miedo. El pensamiento es tiempo. El pensamiento acerca del mañana es placer o dolor. Ambos, el placer y el dolor causan miedo

Pero ¿existe la experiencia del miedo, o existe la conciencia acerca de la causa del miedo, de la cual el pensamiento está escapando? La autoprotección física es una cosa sensata, normal y sana, pero toda esta forma de autoprotección interna es resistencia, y siempre acumula, desarrolla esa fuerza que es el miedo.

Cuando este proceso total de pensamiento, tiempo y miedo es visto, no como una idea o una fórmula intelectual, entonces hay terminación completa del miedo tanto consciente como oculto. La comprensión de nosotros mismos es el despertar y la cesación del miedo.

Y cuando el miedo cesa, también cesa el poder de engendrar ilusión, mitos y visiones con su esperanza y su desesperación, y sólo entonces comienza un movimiento que va más allá de la conciencia, la cual es pensamiento y sentimiento. Consiste en el vaciado de los recónditos escondrijos mentales y de los profundamente ocultos anhelos y deseos. Entonces, cuando existe este vacío total, cuando no hay absoluta y literalmente nada, ni influencias ni valores ni fronteras ni  palabras, entonces, en esta completa quietud del tiempo-espacio, existe aquello que es innominable.

(…) Estamos acostumbrados a abordar el miedo en fragmentos; nos interesan los fragmentos; nos interesan los fragmentos, no la totalidad del miedo. Observar la totalidad del miedo es conceder la atención completa cuando surge cada temor.

(…) El descontento se satisface muy fácilmente cuando pensamiento y sentimiento han encontrado algún tipo de refugio, de éxito, una posición satisfactoria, una creencia, etc., sólo para despertarse otra vez cuando ese refugio es atacado, sacudido o derribado. Casi todos estamos familiarizados con este ciclo de esperanza y desesperación. La búsqueda cuyo motivo es el descontento, sólo puede conducir hacia alguna forma de ilusión. Peor ¿Existe una búsqueda que no tenga tras de sí motivo alguno? En tal caso, ¿es una búsqueda?

La liberación de la energía para comprender lo esencial, sólo es posible cuando cesa toda forma de búsqueda.

(…) Todo cambio que llega a causa de un motivo, no es cambio en absoluto, es simplemente un cambio en el patrón.

(…) ¿Existe un llegar? Llegar implica que uno sufre y vive envuelto por la sombra del miedo. El pensamiento ha fijado una finalidad: Dios, la bienaventuranza, el éxito, la virtud, etc. (…) El hecho es, y todo lo demás no es. El hecho no existe si no hay muerte para el ideal, para el logro, para una finalidad; el ideal, la meta, son un modo de escapar del hecho. El hecho carece de tiempo y espacio. (…) Lo que debería ser, involucra tiempo y distancia, dolor y miedo. La muerte de estos factores deja sólo el hecho, lo que es. El pensamiento no puede cambiar el hecho, sólo puede escapar de él.

(…) Una meditación acompañada de una completa apertura de la mente y el corazón, es una apertura rayana con la muerte. Estar completamente abierto, ser totalmente vulnerable, es muerte.

La meditación atrapada en un método, en un sistema de recompensas y promesas, mutila y somete a la energía.

La meditación derriba las fronteras de la conciencia; desbarata el mecanismo del pensamiento y del sentimiento que éste despierta. La meditación libera la energía en abundancia; y el control, la disciplina y la represión corrompen la  pureza de esa energía. La meditación es la llama que arde intensamente sin dejar cenizas. Las palabras, el  pensamiento, el sentimiento, siempre dejan cenizas, y el mundo acostumbra a vivir de cenizas. La meditación es un peligro porque lo destruye todo, no deja absolutamente nada, ni siquiera el susurro de un deseo, y en este vasto, insondable vacío, hay creación y amor.

La verdad no tiene opuesto, ni lo tiene el amor

(…)  Cuando la mente está todo el tiempo activa, tanto durante el día como durante la noche, no tiene descanso, no adquiere una nueva cualidad de frescura. Sólo cuando está por completo quieta, dormida, absolutamente tranquila, se renueva a sí misma. El análisis de los sueños, ¿es otra de esas falacias que aceptamos tan fácilmente? Los sueños son la continuidad, mientras dormimos, de nuestra actividad cotidiana. Ahora bien, hemos generado orden durante el día, no de acuerdo con un plan, o con el orden establecido de la sociedad, o con las sanciones religiosas; eso no es orden, es amoldamiento. Cuando hay amoldamiento, obediencia, no hay orden.

El orden llega sólo cuando observamos lo desordenada que es nuestra propia vida durante las horas de vigilia

Mediante la observación del desorden, adviene el orden. Y cuando tenemos un orden semejante en la vida cotidiana, los sueños se vuelven, entonces, completamente innecesarios.

(…) Existe el miedo que proviene de fuera, y está el miedo que proviene de dentro. La guerra es externa. Internamente, me apego a mi hijo, lo amo, lo he educado conforme a la sociedad en que vive, la cual dice: mata. De este modo, acepto el miedo en lo interno, y externamente acepto la cosa llamada guerra, la cual va a matar a mi hijo. ¡Y llamo a eso amor por mi hijo! Eso es miedo.

(…) El acto mismo de nombrar es la proyección del pasado.
Comprendan, señores, que la conciencia de ustedes es la del resto de la humanidad. La humanidad, igual que ustedes y otros, pasa por toda clase de dificultades, experimenta pena, afán, ansiedad, soledad, depresión, dolor, placer… TODOS y cada uno de los seres humanos en el mundo pasan por esto. De modo que nuestra conciencia, nuestro ser, es toda la humanidad. Es así. Entonces, ¿puede cada uno de nosotros, que es el resto de la humanidad, que es humanidad, mirar un hecho muy simple? ¿Observar, ver, que el pensamiento y el tiempo son los factores que dan origen al miedo? Entonces, la percepción misma es acción. Y, a partir de ahí, uno ya no depende de nadie. Véanlo muy claramente. Entonces uno es un ser humano libre…

 


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