lunes, 24 de septiembre de 2012

Jiddu Krishnamurti. Observación. Educación.



Jiddu Krishnamurti:

 

El Propósito de la Educación

 

Capítulo 4 - Escuchar

 

¿Por qué me escuchan ustedes? ¿Han considerado alguna vez la razón de que escuchen a la gente en absoluto? ¿Y qué significa escuchar a alguien? Todos ustedes están sentados frente a alguien que está hablando. ¿Escuchan para oír alguna cosa que confirme sus propios pensamientos, que concuerde con ellos, o están escuchando para descubrir? ¿Entienden la diferencia?

 

Escuchar para descubrir tiene una significación por completo distinta de escuchar meramente para oír aquello que confirmará lo que ustedes piensan. Si están aquí sólo para obtener confirmación, para ser estimulados en el propio pensar, entonces el escuchar de ustedes tiene muy poco sentido. Pero si están escuchando para descubrir, entonces la mente de ustedes está libre, no se halla comprometida con nada; es una mente muy sutil, muy aguda, vital, inquisitiva, curiosa y, en consecuencia, capaz de descubrir. ¿No es, por lo tanto, muy importante considerar por qué escuchan y qué es lo que están escuchando?

 

¿Alguna vez se han sentado en completo silencio, sin fijar la atención en nada, sin hacer ningún esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces lo escuchan todo, ¿verdad? Escuchan tanto los ruidos distantes como los más cercanos, y también los que están muy próximos a ustedes, los sonidos inmediatos - lo cual significa, verdaderamente, que están escuchándolo todo.

 

La mente no está restringida a un canal estrecho y pequeño. Si pueden escuchar de este modo, si escuchan con facilidad, sin esfuerzo, descubrirán que dentro de ustedes tiene lugar un cambio extraordinario, un cambio que llega sin que ejerciten la voluntad, sin que lo pidan; y en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento.

 

Sólo traten de hacerlo alguna vez, inténtenlo ahora. Mientras me están escuchando, no me escuchen solamente a mí, sino escuchen todo lo que los rodea. Escuchen aquellas campanas, los cencerros de las vacas y las campanadas de los templos; escuchen el tren distante y las carretas en el camino; y si después se aproximan más aun y me escuchan a mí también, descubrirán que hay una gran profundidad en el escuchar. Pero para hacer esto han de tener una mente muy quieta. Si en verdad quieren escuchar, la mente está naturalmente quieta, ¿no es así? Entonces no los distrae algo que está sucediendo cerca de ustedes; la mente está quieta porque prestan atención profunda a todo. Si pueden escuchar así, fácilmente, con cierta felicidad, descubrirán que en el corazón y en la mente tiene lugar una transformación asombrosa - una transformación en la que ustedes no habían pensado y que de ninguna manera han producido.

 

El pensamiento es una cosa muy extraña, ¿no es cierto? ¿Saben ustedes lo que es el pensamiento? El pensamiento o el pensar, para la mayoría de nosotros, es algo producido por la mente, y nos peleamos por nuestros pensamientos. Pero si realmente pudiéramos escucharlo todo - escuchar cómo las aguas lamen las orillas de un río, escuchar el canto de los pájaros, el llanto de un niño, escuchar a nuestra madre que nos regaña, a un amigo que nos intimida, a nuestra esposa o nuestro marido que nos sermonea - entonces descubriría nos que nos movemos más allá de las palabras, más allá de las meras expresiones verbales que tanto desgarran nuestro ser.

 

Y es muy importante moverse más allá de las meras expresiones verbales porque, después de todo, ¿qué es lo que todos nosotros queremos? Tanto si somos jóvenes o viejos, si somos inexpertos o estamos cargados de años, todos queremos ser felices, ¿no es así? Como estudiantes queremos ser felices jugando nuestros juegos, estudiando, haciendo todas las pequeñas cosas que nos gusta hacer.

 

A medida que pasan los años, buscamos la felicidad en las posesiones, en el dinero, en tener una casa hermosa, una esposa o marido agradable, un buen empleo. Cuando estas cosas ya no nos satisfacen, nos movemos hacia algo diferente. Decimos: “Tengo que desapegarme y entonces seré feliz”. Y así empezamos a practicar el desapego. Dejamos a nuestra familia, renunciamos a nuestra propiedad y nos retiramos del mundo. O ingresamos en alguna sociedad religiosa pensando que seremos felices reuniéndonos y hablando acerca de la hermandad, siguiendo a un líder, a un gurú, a un maestro, un ideal, creyendo en lo que es esencialmente un autoengaño, una ilusión, una superstición.

 

¿Entienden de qué estoy hablando?

 

Cuando ustedes se peinan, cuando se ponen ropas limpias y se ocupan de sí mismos a fin de lucir bien, todo eso forma parte del deseo que tienen de ser felices, ¿no es así? Cuando aprueban sus exámenes y agregan unas cuantas letras del alfabeto después de sus apellidos, cuando obtienen un empleo, cuando adquieren una casa y otra propiedad, cuando se casan y tienen hijos, cuando ingresan en alguna sociedad religiosa cuyos líderes proclaman que tienen mensajes de Maestros invisibles, detrás de todo eso se encuentra este extraordinario impulso, esta compulsión de hallar la felicidad.

 

Pero ya lo ven, la felicidad no llega tan fácilmente, porque la felicidad no es ninguna de estas cosas. Pueden encontrar el placer, o una nueva satisfacción, pero tarde o temprano ello se vuelve tedioso.

 

Porque no hay felicidad perdurable en las cosas que conocemos. El beso es seguido por la lágrima, la risa por la desdicha y la desolación. Todo se marchita, se deteriora. Por lo tanto, mientras son jóvenes tienen que comenzar a descubrir qué es esta extraña cosa llamada felicidad. Ésa es una parte esencial de la educación.

 

La felicidad no llega cuando uno se esfuerza por obtenerla - y ése es el mayor de los secretos, aunque sea muy fácil decirlo. Puedo expresarlo en unas cuantas palabras sencillas; pero, mediante el mero escucharme y repetir lo que han oído, no van ustedes a ser felices. Es extraña la felicidad; llega cuando uno no la está buscando. Cuando no hacemos esfuerzo alguno para ser felices, entonces, inesperadamente, misteriosamente, la felicidad está ahí, nacida de la pureza, de la belleza de la existencia. Pero eso requiere muchísima comprensión - no entrar en una organización, ni tratar de llegar a ser “alguien”.

 

La verdad no es algo que pueda obtenerse. La verdad adviene cuando nuestra mente y nuestro corazón se han purificado de todo sentido de esfuerzo y ya no estamos tratando de ser “alguien”; es entonces que la mente está muy quieta, escuchando intemporalmente todo lo que ocurre. Ustedes pueden escuchar estas palabras, pero para que la felicidad sea, tienen que descubrir cómo liberar la mente de todo temor.

 

Mientras alguna persona o alguna cosa les cause temor, no puede haber felicidad. No puede haberla mientras tengan miedo de sus padres, de sus maestros, miedo de no pasar sus exámenes, de no hacer progresos, de no poder acercarse al Maestro o a la Verdad, de no recibir aprobación, felicitaciones. Pero si realmente no tienen miedo de nada, entonces descubrirán - cuando despierten una mañana o cuando estén paseando solos - que súbitamente ocurre una cosa extraña: sin ser invitado ni solicitado ni previsto, eso que puede llamarse amor, verdad, felicidad de pronto está ahí.

 

Por eso es tan importante que se los eduque correctamente mientras son jóvenes. Lo que ahora llamamos educación no es educación en absoluto, porque nadie les habla de estas cosas. Sus maestros los preparan para que aprueben sus exámenes, pero no les hablan acerca del vivir, lo cual es sumamente importante; porque son muy pocos los que saben cómo vivir.

 

La mayoría de nosotros meramente sobrevive, se arrastra por la vida y, en consecuencia, la vida se vuelve una cosa terrible. El vivir requiere realmente mucho amor, un gran sentido del silencio, una gran sencillez acompañando la abundancia de experiencias; y ello exige una mente capaz de pensar con mucha claridad, una mente que no se halle atada por el prejuicio o la superstición, por la esperanza o el temor.

 

La vida es todo esto, y si a ustedes no se los educa para vivir, entonces la educación carece de sentido. Pueden ser muy pulcros, tener buenos modales, y aprobar todos sus exámenes; pero conceder importancia primordial a estas cosas superficiales cuando toda la estructura de la sociedad se está desmoronando, es como limpiar y pulir nuestras uñas mientras la casa está quemándose por completo.

 

Ya lo ven, nadie les habla de todo esto, nadie lo investiga junto con ustedes.     Mientras emplean día tras día en estudiar ciertas materias -matemática, historia, geografía- también deberían emplear mucho tiempo en hablar acerca de estas cuestiones más profundas, porque esto es lo que contribuye a la riqueza de la vida.

 

Interlocutor: La adoración de Dios, ¿no es verdadera religión?

 

Krishnamurti: Primero que nada, veamos qué no es religión. ¿No es ésa la manera correcta de abordarlo? Si pudiéramos comprender qué no es religión, entonces tal vez comenzaríamos a percibir otra cosa. Es como limpiar una ventana sucia - uno comienza a ver muy claramente a través de ella.

 

Veamos entonces si podemos comprender y eliminar de nuestras mentes aquello que no es religión (no digamos: “Pensaré al respecto”, para jugar meramente con las palabras). Ustedes tal vez puedan hacerlo, pero las personas mayores ya están casi todas atrapadas - se han establecido cómodamente en aquello que no es religión, y no quieren que se las perturbe.

 

Por lo tanto, ¿qué no es religión? ¿Han reflexionado alguna vez al respecto? Una y otra vez les han dicho a ustedes qué cosa se supone que es la religión - creencia en Dios y muchísimas cosas más - pero nadie les ha pedido que descubran lo que la religión no es, y ahora ustedes y yo vamos a descubrirlo por nosotros mismos.

 

Cuando me escuchan, o escuchan a alguna otra persona, no acepten meramente lo que se está diciendo; presten toda su atención para poder discernir la verdad en lo que se expresa.

 

Una vez que perciban por sí mismos lo que no es religión, entonces ningún libro, ningún sacerdote podrá embaucarlos a lo largo de sus vidas, ningún sentimiento de temor creará una ilusión en la que puedan creer o a la que puedan seguir.

 

Para descubrir lo que no es religión, tienen que comenzar en el nivel de cada día, y después pueden ir ascendiendo. Para llegar lejos tienen que empezar cerca, y el paso más cercano es el más importante. Entonces, ¿qué no es religión? ¿Es religión la práctica de ceremonias? Practicar puja una y otra y otra vez, ¿es eso religión?

 

La verdadera educación consiste en aprender cómo pensar, no qué pensar. Si uno sabe cómo pensar, si realmente tiene esa capacidad, entonces es un ser humano libre - libre de dogmas, supersticiones, ceremonias - y, por tanto, puede descubrir qué es religión.

 

Las ceremonias, obviamente, no son religión porque, al practicar ceremonias, ustedes sólo están repitiendo una fórmula que les ha sido transmitida. Pueden encontrar cierto placer en practicar ceremonias, tal como otros lo encuentran en el fumar o en el beber; pero, ¿es religión eso? Al practicar ceremonias, están haciendo algo acerca de lo cual nada saben. Sus padres y sus abuelos lo hacen; en consecuencia, ustedes lo hacen, y si no lo hicieran ellos los reprenderían. Eso no es religión, ¿verdad?

 

Y, ¿qué es un templo en su interior? Una imagen esculpida que un ser humano ha moldeado según su propia imaginación. La imagen puede ser un símbolo, pero sigue siendo tan sólo una imagen, no es la cosa real. Un símbolo, una palabra, no son la cosa que representan. La palabra “puerta” no es la puerta, ¿correcto? La palabra no es la cosa.

 

Acudimos al templo para adorar ¿qué? Una imagen que, supuestamente, es un símbolo; pero el símbolo no es la cosa real. Entonces, ¿por qué vamos al templo? Estos son hechos; yo no estoy condenando nada. Y, puesto que se trata de hechos, ¿por qué preocuparnos de aquellos que van al templo, si son tocables o intocables, brahmanes o no brahmanes? ¿A quién le importa? Ya lo ven, las personas mayores han convertido el símbolo en una religión por la cual están dispuestos a reñir, a combatir y a matarse sin piedad; pero Dios no se encuentra ahí. Dios jamás es un símbolo. Por lo tanto, adorar un símbolo o una imagen no es religión.

 

¿Y es religión la creencia? Esto es más complejo. Empecemos cerca, y entonces iremos un poco más lejos. ¿Es religión la creencia? Los cristianos creen de una manera, los hindúes de otra, los musulmanes de otra, y de otra también los budistas, y todos ellos se consideran a sí mismos personas muy religiosas: todos tienen sus templos, sus dioses, sus símbolos, sus creencias. Y, ¿es eso religión? ¿Es religión el creer en Dios, en Rama, en Sita, Ishwara y toda esa clase de cosas? ¿Cómo adquirimos una creencia semejante?

 

Uno cree porque el padre y el abuelo de uno creen; o, habiendo leído lo que se supone ha dicho algún maestro como Shankara o Buda, uno cree en ello y afirma que es verdadero. Casi todos ustedes creen en lo que dice el Gita; por eso no lo examinan clara y sencillamente como lo harían con cualquier otro libro, no tratan de descubrir qué hay de verdadero en ello.

 

Hemos visto que las ceremonias no son religión, que ir a un templo no es religión, y que no es religión la creencia. La creencia divide a la gente. Los cristianos tienen creencias y así se han dividido - tanto de aquellos que tienen otras creencias como entre ellos mismos. Los hindúes están perpetuamente llenos de hostilidad, porque creen de sí mismos que son brahmanes o no brahmanes, esto o aquello. De modo que la creencia engendra enemistad, división, destrucción. Y eso, obviamente, no es religión.

 

Entonces, ¿qué es religión? Si hemos limpiado el cristal de la ventana - lo cual implica que realmente hemos dejado de practicar ceremonias, que hemos abandonado todas las creencias y no seguimos más a ningún líder o gurú - entonces nuestra mente, como el cristal, está limpia, pulida, y a través de ella podemos ver con mucha claridad.

 

 Una vez que la mente esté despejada y limpia de imágenes, de rituales, de creencias, de símbolos, de todas las palabras - los mantrams y sus repeticiones - y de todo temor, entonces lo que veremos será lo real, lo intemporal, lo eterno, a lo cual podemos llamar Dios. Pero esto requiere un inmenso discernimiento, comprensión, paciencia, y es sólo para aquellos que realmente investigan que es la religión y prosiguen haciéndolo día tras día hasta el fin. Los demás, lo que hacen es meramente pronunciar palabras, lucir todos sus ornamentos y decoraciones corporales, practicar sus pujas y tañer las campanas - y todo eso es nada más que superstición carente de cualquier significado. Sólo cuando la mente se rodela contra toda la llamada religión, sólo entonces descubre lo real.

 

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Jiddu Krishnamurti en español

EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN

Capítulo 4 - Escuchar

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domingo, 23 de septiembre de 2012

Las instituciones educativas que pretenden conformar mentes estandarizadas.


Jiddu Krishnamurti:

EL PROPÓSITO DE LA EDUCACIÓN

 

Capítulo 6 - La Totalidad de la Vida

 

La mayoría de nosotros se aferra a una pequeña parte de la vida y piensa que, a través de esa parte, descubrirá lo total. Sin abandonar la habitación, esperamos explorar el río en toda su extensión y anchura, y percibir la riqueza de los pastos a lo largo de sus márgenes. Vivimos en una pequeña habitación, pintamos sobre un pequeño lienzo, y pensamos que hemos tomado la vida de la mano o que hemos comprendido el significado de la muerte; pero no es así.

 

Para hacer eso tenemos que salir afuera. Y es extraordinariamente difícil salir afuera, dejar la habitación con su estrecha ventana y verlo todo tal como es, sin juzgar, sin condenar, sin decir: “Esto me gusta y aquello no me gusta”; porque, como decíamos, casi todos pensamos que a través de la parte comprenderemos la totalidad.

 

A través de uno solo de sus rayos esperamos comprender la rueda; pero un rayo no hace la rueda, ¿verdad? Se requieren muchos rayos, así como un eje y un aro, para hacer esa cosa llamada rueda, y necesitamos ver la rueda completa a fin de entenderla. Del mismo modo, tenemos que percibir el proceso total del vivir si es que realmente queremos comprender la vida.

 

Espero que estén siguiendo todo esto, porque la educación debe ayudarles a comprender la totalidad de la vida y no prepararlos meramente para que consigan un empleo y sigan el camino habitual con el matrimonio, los hijos, el seguro, los pujas y los pequeños dioses.

 

Pero la clase apropiada de educación requiere mucha inteligencia, discernimiento, y por eso es tan importante que el educador mismo se edifique para comprender el proceso total de la vida, y no para enseñarles meramente de acuerdo con una fórmula, vieja o nueva.

 

La vida es un misterio extraordinario -no el misterio que hay en los libros, no el misterio de que habla la gente, sino un misterio que uno ha de descubrir por sí mismo; y por eso es tan importante para ustedes comprender lo pequeño, lo limitado, lo trivial, e ir más allá de todo eso.

 

Si no empiezan a comprender la vida mientras son jóvenes, cuando crezcan serán muy feos internamente, serán torpes, vacuos por dentro, aunque exteriormente puedan tener dinero, viajar en costosos automóviles y darse muchos aires.

 

Por eso es tan indispensable que abandonen la pequeña habitación en que se encuentran y perciban toda la extensión de los cielos. Pero no pueden hacerlo a menos que tengan amor - no amor corporal o amor divino, sino sencillamente amor, que implica amar los pájaros, los árboles, las flores, amar a sus maestros, a sus padres y, más allá de sus padres, amar a la humanidad.

 

¿No será una gran tragedia si no descubren por sí mismos qué es amar? Si no conocen el amor ahora, jamás lo conocerán, porque a medida que pasen los años, lo que llaman amor se convertirá en algo muy feo - una posesión, una especie de mercadería que se compra y se vende. Pero si desde ahora mismo comienzan a tener amor en el corazón, si aman el árbol que plantan, el animal abandonado que acarician, entonces, a medida que vayan creciendo, no se quedarán en su pequeña habitación con su pequeña ventana, sino que saldrán de ahí y amarán la totalidad de la vida.

 

El amor es factual, no es algo emocional, algo sobre lo cual haya que llorar; no es un sentimiento. No hay sentimentalismo alguno en relación con el amor. Y es una cuestión muy seria e importante que ustedes conozcan el amor mientras son jóvenes.

 

Sus padres y maestros tal vez no conocen el amor, y es por eso que han creado un mundo terrible - sociedades que están perpetuamente en guerra consigo mismas y con otras sociedades. Sus religiones, sus filosofías e ideologías son todas falsas porque ellos carecen de amor. Perciben tan sólo una parte; miran por una ventana estrecha desde la cual la vista puede ser agradable y amplia, pero ésa no es la extensión total de la vida. Si no sienten este intenso amor, jamás podrán tener esta percepción de lo total; por lo tanto, serán siempre desdichados, y al final de sus vidas no tendrán sino cenizas, un montón de palabras vacías.

 

Interlocutor: ¿Por qué deseamos ser famosos?

 

Krishnamurti: ¿Por qué cree usted que desea ser famoso? Yo puedo explicarlo, pero cuando termine de hacerlo, ¿dejará usted de sentir el deseo de ser famoso? Usted desea ser famoso porque todos, en esta sociedad que lo rodea, quieren ser famosos. Sus padres, sus maestros, el gurú, el yogui - todos ellos desean ser famosos, muy conocidos; por consiguiente, usted también lo desea.

 

Consideremos juntos esto. ¿Por qué la gente desea ser famosa? En primer lugar, ser famoso resulta lucrativo; y le proporciona a uno mucho placer, ¿no es cierto? Si somos conocidos en todo el mundo, nos sentimos muy importantes, eso nos da una sensación de inmortalidad.

 

Queremos ser famosos, queremos que se nos conozca y se hable de nosotros en el mundo, porque internamente no somos nadie; no hay riqueza en nosotros, no hay nada en absoluto; por eso queremos que se nos “conozca” en el mundo exterior. Pero, si somos ricos internamente, entonces no nos importa si se nos conoce o no se nos conoce.

Ser ricos internamente es mucho más arduo que ser exteriormente ricos y famosos; se requiere mucho más cuidado, una atención más intensa. Si uno tiene un poco de talento y sabe cómo explotarlo, se vuelve famoso; pero la riqueza interna no llega de ese modo. Para ser ricos en lo interno, la mente tiene que comprender y descartar las cosas que no son importantes, como ésa de querer ser famosos.

 

La riqueza interior implica permanecer solos en lo psicológico; pero el hombre que desea ser famoso tiene miedo de estar solo, porque depende del halago de la gente y de la buena opinión de los demás.

 

Interlocutor: Cuando usted era joven escribió un libro en el que decía: “Estas no son mis palabras, son las palabras de mi Maestro”. ¿Cómo es que ahora insiste en que pensemos por nosotros mismos? ¿Y quién fue su Maestro?

 

Krishnamurti: Una de las cosas más difíciles en la vida es no estar amarrados a una idea; a ese estar amarrados se le llama ser “consecuentes”. Si uno tiene un ideal de no violencia, trata de ser consecuente con ese ideal. Ahora bien, el interlocutor está diciendo en realidad: “Usted nos dice que pensemos por nosotros mismos, lo cual es contrario a lo que decía cuando era un muchacho. ¿Por qué no es usted consecuente?” ¿Qué significa ser consecuente? Éste es realmente un punto muy importante. Ser consecuente es tener una mente que, de manera invariable, sigue un patrón de pensamiento - lo cual implica que uno no debe hacer cosas contradictorias, una cosa hoy y la opuesta mañana. Estamos tratando de descubrir qué es una mente consecuente. A una mente que dice: “He tomado un voto para ser tal cosa, y voy a ser eso por el resto de mi vida”, se le llama consecuente; pero en realidad es una mente muy estúpida, porque ha arribado a una conclusión y está viviendo conforme a esa conclusión. Es como un hombre que construye un muro alrededor de sí mismo y deja pasar la vida.

 

Este es un problema muy complejo; puede ser que lo esté simplificando demasiado, aunque no lo creo. Cuando la mente sólo es consecuente, se vuelve mecánica y pierde vitalidad, pierde el fervor, la belleza del movimiento libre. Está funcionando dentro de un patrón. Esa es una parte de la pregunta.

 

La otra es: ¿Quién es el Maestro? Usted no conoce las implicaciones de todo esto. Es mejor así. Vean, se ha dicho que cuando yo era un muchacho escribí cierto libro, y ese caballero ha citado una declaración de que un Maestro ayudó a escribirlo. Ahora bien, hay grupos de personas, como los teósofos, que creen en la existencia de Maestros que viven en los remotos Himalayas y que guían y ayudan al mundo; y ese caballero quiere saber quién es el Maestro. Escuchen cuidadosamente, porque esto les concierne también a ustedes.

 

¿Acaso importa mucho quién es un Maestro o un gurú? Lo que importa es la vida -no su gurú, no un Maestro, un líder o un instructor que interpreta la vida para usted. Es usted el que tiene que comprender la vida; es usted el que está sufriendo, el que vive en la desdicha; es usted el que quiere conocer el significado de la muerte, del nacimiento, de la meditación, del dolor, y nadie puede revelarle eso. Otros podrán explicárselo, pero esas explicaciones pueden ser enteramente falsas, erróneas por completo.

 

Es bueno, pues, ser escépticos, porque eso nos da la oportunidad de averiguar por nosotros mismos si necesitamos en absoluto un gurú. Lo importante es ser luz para uno mismo, ser uno su propio discípulo y maestro, ser tanto el que enseña como el que aprende. En tanto esté uno aprendiendo, no hay maestro. Es sólo cuando hemos dejado de explorar, de descubrir, de comprender el proceso total de la vida, que aparece el maestro - y un maestro así carece de validez. Porque entonces estamos muertos y, por lo tanto, nuestro maestro también está muerto.

 

Interlocutor: ¿Por qué es orgulloso el hombre?

 

Krishnamurti: ¿No te sientes orgulloso si escribes con una hermosa caligrafía, o cuando ganas un juego o apruebas algún examen? ¿Has escrito alguna vez un poema o has pintado un cuadro y luego se lo mostraste a un amigo? Si tu amigo te dice que es un bello poema o una pintura maravillosa, ¿no te complace eso?

 

Cuando has hecho alguna cosa y te dicen que es excelente, experimentas un sentimiento de regocijo, y eso está muy bien, es bueno que sea así; pero, ¿qué ocurre la próxima vez que pintas un cuadro, o escribes un poema, o limpias una habituación? Esperas que venga alguien y te diga qué niño excelente eres; y, si no viene nadie, no te molestas más en pintar, o en escribir o en limpiar. De ese modo entras a depender del placer que otros te proporcionan con su aprobación. Es así de sencillo.

 

Y entonces, ¿qué ocurre? Cuando ya eres mayor, quieres que aquello que hagas sea reconocido por mucha gente. Tal vez digas: “Haré esto por el bien de mi gurú, por el bien de mi país, por el bien del hombre, por el bien de Dios”, pero en realidad lo haces para ganar reconocimiento, y en eso tiene su origen el orgullo; y cuando haces cualquier cosa de ese modo, ésa no es una acción correcta. No sé si comprendes todo esto.

 

Para comprender algo como el orgullo, uno tiene que ser capaz de pensar correctamente de principio a fin; tiene que ver cómo comienza el orgullo y el desastre que ocasiona, tiene que ver la totalidad de ello, lo cual implica que uno ha de estar tan profundamente interesado, que su mente prosiga hasta el final y no se detenga a medio camino. Cuando te interesas realmente en un juego, lo juegas hasta el final, no te detienes súbitamente en medio del juego y te vas a tu casa. Pero tu mente no está habituada a esta clase de pensar, y forma parte de la educación ayudarte a inquirir en el proceso total de la vida, y no solamente enseñarte unas cuantas materias.

 

Interlocutor: Cuando somos niños se nos dice qué es lo bello y qué es lo feo, con el resultado de que durante toda la vida seguimos repitiendo: “Esto es bello, eso es feo”. ¿Cómo ha de saber uno realmente qué es la belleza y qué es la fealdad?

 

Krishnamurti: Supongamos que yo digo que la arcada de cierto edificio es hermosa, y algún otro dice que es fea. Bien, ¿qué es lo importante, pelear sobre nuestras opiniones en conflicto acerca de si algo es bello o feo, o ser sensibles tanto a la belleza como a la fealdad? En la vida hay suciedad, escualidez, degradación, dolor, lágrimas, y también hay alegría, risas, la belleza de una flor bajo la luz solar.

 

Lo que importa, sin duda, es ser sensibles a todo, y no decidir meramente qué es bello y qué es feo y permanecer con esa opinión. Si yo digo: “Voy a cultivar la belleza y rechazaré toda la fealdad”, ¿qué ocurre? El cultivo de la belleza contribuye entonces a la insensibilidad. Es como un hombre que desarrolla su brazo derecho haciéndolo muy fuerte, y deja que el izquierdo se deteriore.

 

Por lo tanto, tenemos que estar despiertos tanto a la fealdad como a la belleza. Uno debe ver la danza de las hojas, el agua que corre bajo el puente, la belleza de un anochecer, y también debe estar atento al mendigo en la calle; debe ver a la pobre mujer que se esfuerza con una pesada carga y ha de estar dispuesto a ayudarla, a darle una mano. Todo esto es necesario, y sólo cuando usted tiene esta sensibilidad a todas las cosas puede empezar a trabajar, a ayudar a otros, sin rechazar ni condenar.

 

Interlocutor: Perdóneme, pero usted no ha dicho quién fue su Maestro.

 

Krishnamurti: ¿Importa mucho eso? Queme el libro, tírelo. Cuando uno da importancia a algo tan trivial como quién es el Maestro, está convirtiendo toda la existencia en un asunto muy insignificante. Vea, siempre queremos saber quién es el Maestro, quién es la persona ilustrada, quién es el artista que ha pintado el cuadro.

 

Jamás queremos descubrir por nosotros mismos el contenido de la pintura en sí, sin tener en cuenta la identidad del artista. Sólo cuando sabemos quién es el poeta, decimos que el poema es hermoso. Esto es esnobismo, es repetir meramente una opinión, lo cual destruye nuestra propia percepción interna de la cosa con su realidad. Si percibimos que una pintura es hermosa y nos sentimos muy reconfortados con ella, ¿puede realmente importarnos quién la pintó? Si nuestro único interés es el contenido, la verdad de la pintura, entonces ésta nos comunica su significación.

 

Jiddu Krishnamurti:

El Propósito de la Educación

Capítulo 6 -La Totalidad de la Vida
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