EL ARTE DE ESCUCHAR
Pláticas en Adyar, Madrás, India
Sexta plática, 3 de enero de 1934
“Como ésta es mi última plática aquí, primero
contestaré las preguntas que me han sido formuladas y después concluiré con una
breve charla. Pero antes de que proceda a contestar las preguntas, quisiera
agradecer nuevamente a Mr. Warrington, el presidente temporal, por invitarme a
hablar en Adyar y por su gran cordialidad.
Como dije al principio de mis pláticas, no estoy
realmente interesado en atacar a la sociedad de ustedes. Al decir esto no
vuelvo a lo que ya he dicho. Pienso que todas las organizaciones espirituales
son un obstáculo para el hombre, porque uno no puede encontrar la verdad por
medio de ninguna organización.
Pregunta de interlocutor: ¿Cuál es el curso de
acción más prudente a seguir? ¿Proteger y amparar a los ignorantes
aconsejándolos y guiándolos, o dejarlos que descubran, mediante su propia
experiencia y su sufrimiento, aun cuando pueda tomarles toda una vida librarse
de los efectos de tal experiencia y sufrimientos?
Krishnamurti: …ni lo uno ni lo otro; …el curso de acción
apropiado es ayudarlos a ser inteligentes, lo cual es una cosa por completo
distinta. Cuando ustedes quieren guiar y proteger a los ignorantes, lo que en
realidad les están dando es un refugio que ustedes mismos han creado. Y es
igualmente tonto adoptar el punto de vista opuesto, es decir, dejarlos a la
deriva de sus experiencias. Pero podemos ayudar al otro por medio de la
verdadera educación; no esta enfermedad moderna que llamamos educación, este
pasar por exámenes y universidades. Yo no llamo en absoluto educación a eso, es
mero embrutecimiento de la mente. Pero ésa es otra cuestión.
Si podemos ayudar a otro para que llegue a ser
inteligente, eso es todo cuanto necesitamos hacer. Pero es la cosa más difícil
en el mundo, porque la inteligencia no ofrece un refugio para las luchas y
agitaciones de la vida ni da consuelo; sólo genera comprensión.
La inteligencia es libre, ilimitada, está
totalmente exenta de temor y superficialidad. Podemos ayudar a otro a que se
libre del espíritu adquisitivo, de las muchas ilusiones y obstáculos que lo
traban, cuando nosotros mismos comenzamos a liberarnos. Pero tenemos esta
extraordinaria actitud de querer liberar a las masas mientras nosotros mismos
seguimos en la ignorancia, atrapados todavía en la superstición, en la codicia.
Cuando nosotros mismos comencemos a liberarnos, ayudaremos natural y
auténticamente al otro.
Pregunta de interlocutor: Si bien concuerdo con
usted en la necesidad de que el individuo ponga al descubierto las
supersticiones e incluso las religiones como tales, ¿no cree que un movimiento
organizado en esa dirección es útil y necesario, particularmente cuando en
ausencia del mismo, los poderosos intereses creados, o sea, los altos
sacerdotes en los principales centros de peregrinación, continuarán explotando
a aquéllos que siguen presos en las supersticiones, en los dogmas religiosos y
en las creencias? Ya que no es usted un individualista, ¿por qué no permanece
con nosotros difundiendo su mensaje en vez de ir a otros países y volver a
nosotros cuando sus palabras probablemente han sido olvidadas?
Krishnamurti: Su
conclusión es, entonces, que las organizaciones son necesarias. Explicaré qué
entiendo por organizaciones. Tiene que haber organizaciones para el bienestar
del hombre -el bienestar físico del hombre-, pero no para conducirlo hacia la
verdad. Porque la verdad no puede ser encontrada por intermedio de ninguna
organización, de ningún sendero, de ningún método. Ayudar meramente al hombre,
mediante una organización, a destruir sus supersticiones, sus creencias, sus
dogmas, no le dará comprensión. Él sólo creará nuevas creencias en lugar de las
viejas que ustedes han destruido. Eso es lo que está sucediendo en todo el
mundo. Ustedes destruyen un conjunto de creencias y el hombre crea otro; le
quitan un templo particular y él crea otro.
Pero si los individuos, desde su comprensión, crean
en torno de ellos inteligencia, entonces las organizaciones surgirán
naturalmente. Ahora empezamos primero con las organizaciones y después
decirnos: “¿Cómo podemos vivir y ajustarnos a todas las exigencias de estas
organizaciones?” En otras palabras, ponemos a las organizaciones primero y a
los individuos después.
He visto esto en todas las sociedades: los
individuos fracasan, mientras que la organización, esa cosa misteriosa en la
que ustedes trabajan, se convierte en una fuerza, en un poder abrumador que los
explota. Por eso siento que la libertad respecto de la superstición, de las
creencias y los dogmas, puede empezar tan sólo con el individuo.
Si el individuo comprende la verdad, entonces,
gracias a esta comprensión y a la acción que de ella emana, creará naturalmente
organizaciones que no serán instrumentos de explotación. Pero si ponemos a las
organizaciones en primer lugar, como lo hace la mayoría de la gente, no estamos
destruyendo la superstición, sólo estamos creando sustitutos.
Tomemos, por ejemplo, el instinto posesivo. La ley
los santifica, los bendice en la posesión de su mujer, de sus hijos y sus
propiedades; los honra. Entonces, si llega el comunismo, honra a la persona que
nada posee. Y bien, para mí ambos sistemas son lo mismo, lo mismo en términos
contrarios, en oposición.
Cuando son obligados a cierta acción, formados,
moldeados por las circunstancias, por la sociedad, por una organización, en esa
acción no hay comprensión posible. Ustedes están meramente cambiando de dueños.
Las organizaciones serán un resultado natural si hay personas que sienten de
verdad y son inteligentes respecto de estas cosas. Pero si se interesan
meramente en la organización, destruyen ese sentimiento vital, ese pensar
inteligente, creativo, porque tienen que considerar la organización y las
creencias sobre las que ésta se funda. Tienen que considerar todos los
compromisos; por lo tanto, ni ustedes ni las organizaciones serán jamás
fluidos, despiertos, flexibles. Su organización es para ustedes mucho más
importante que la libertad. Si realmente reflexionan sobre esto, lo verán.
Unos pocos individuos crean organizaciones a causa
de su entusiasmo, de su vivificado interés, y las demás personas encajan en
estas organizaciones y se esclavizan a ellas. Pero si hubiera inteligencia
creativa -la que difícilmente existe en este país, porque ustedes son
seguidores, dicen: “Díganos qué hacer, qué disciplina, qué método seguir”, como
ovejas-, si fueran verdaderamente libres, entonces de esa inteligencia
creativa, de esa libertad, surgiría la acción; abordarían el problema de un
modo fundamental, o sea, por medio de la educación, de las escuelas, de la
literatura, del arte; no por medio de esta perpetua palabrería acerca de las
organizaciones.
Para tener escuelas, para tener la correcta clase
de educación, debemos contar con una organización; pero todo eso vendrá
naturalmente si los individuos, si unas pocas personas están verdaderamente
despiertas, si son de verdad inteligentes.
[Agrega Krishnamurti a la pregunta de su
interlocutor:] “Ya que no es usted un individualista,
¿por qué no permanece con nosotros difundiendo su mensaje, en vez de ir a otros
países y volver a nosotros cuando sus palabras probablemente han sido
olvidadas?” He prometido esta vez ir a
otros países, Sudamérica, Australia, los Estados Unidos. Pero cuando regrese
tengo la intención de permanecer un largo tiempo en la India. (Aplausos). No se
molesten en aplaudir. Entonces deseo hacer las cosas de una manera muy
diferente.
Pregunta de interlocutor: ¿Qué viene primero, el
individuo o la organización?
Krishnamurti: Eso
es muy simple. ¿Se interesan ustedes en una labor de remiendos, la cual implica
modificar el nacionalismo, la distinción de clases, el orden posesivo, la
herencia, pelear sobre quién debe o no debe entrar en los templos, alterar un
poquito las cosas aquí y allá? ¿O desean un cambio radical, completo? Ese
cambio implica liberarse de la conciencia egocéntrico, del “yo” limitado que da
origen al nacionalismo, al miedo, a las discriminaciones, al espíritu posesivo.
Si perciben fundamentalmente la falsedad de estas cosas, entonces surge la
acción verdadera. Por lo tanto, tienen que comprender, y luego actuar.
Tal como son, no hacen sino glorificar la
conciencia egocéntrico, y yo siento que, básicamente, todas las sociedades
religiosas hacen eso, aunque en teoría, en los libros, sus enseñanzas puedan
ser diferentes.
Ustedes saben, muchas veces me han dicho que los
Upanishads están de acuerdo con lo que yo expreso. La gente me dice: “Usted
dice exactamente lo que dijo el Buda, lo que dijo Cristo”, o “fundamentalmente,
usted enseña lo que postulan los teósofos”. Pero eso es todo teoría. Ustedes
tienen que reflexionar realmente sobre esto, deben ser de verdad honestos,
francos. Cuando digo “honestos”, “francos”, no quiero decir sinceros, porque un
tonto puede ser sincero. (Contestando a una interrupción). Por favor, sólo siga
esto. Un lunático que se aferra constantemente a una idea, a una creencia, es
sincero. La mayoría de las personas es sincera, sólo que tiene innumerables
creencias. En vez de una, tienen muchas, y tratan de ser sinceras al atenerse a
ellas.
Si uno es realmente franco, honesto, verá que todo
su pensamiento y acción se basan en esta labor de remiendos, en esta conciencia
limitada, en esta glorificación propia, en este deseo de llegar a ser alguien,
ya sea espiritualmente o en el mundo físico. Si uno actúa y trabaja con esa
actitud, entonces lo que hace debe conducir inevitablemente a la labor de
remiendos; pero si actúa con verdad, entonces toda esta estructura se ha
desplomado.
Ustedes desean glorificación para sí mismos, desean
seguridad, certidumbre, consuelo; por lo tanto, tienen que decidirse a hacer
una cosa o la otra, no pueden hacer ambas. Si francamente, honestamente,
persiguen la seguridad y el consuelo, entonces descubrirán la vacuidad que
implican. Si son realmente honestos respecto de la glorificación propia,
percibirán su superficialidad.
Pero, por desgracia, nuestras mentes no son claras.
Estarnos llenos de prejuicios, de influencias; nos atan la tradición y el
hábito. Tenernos innumerables compromisos. Tenemos organizaciones que mantener.
Nos hemos comprometido con ciertas ideas, con ciertas creencias. Y lo económico
juega un gran papel en nuestras vidas.
Decimos: “Si pienso diferente de mis socios, de mis
vecinos, puedo perder mi empleo. ¿Cómo podría, entonces, ganarme la vida?” Así
que seguimos como antes. Eso es lo que yo llamo hipocresía, no afrontar
directamente los hechos.
Perciban con exactitud y actúen; la acción sigue a
la percepción, son inseparables. Descubran lo que desean hacer: labor de
remiendos o acción completa. Ahora ponen énfasis en el trabajo y, por ende,
fundamentalmente en la labor de remiendos.
Pregunta de interlocutor: La reencarnación explica
en la vida muchas cosas que, de lo contrario, permanecen llenas de misterio y
nos causan perplejidad. Muestra, entre otras cosas, que relaciones personales
sumamente apreciadas en una encarnación, no necesariamente continúan en la
siguiente. Así, se torna extraña alternativamente nuestra relación con otros y
viceversa; esto revela el parentesco del alma humana, un hecho que, sí fuera
correctamente entendido, contribuiría a la verdadera hermandad.
Por esto, si la reencarnación es una ley natural y
resulta que usted sabe que lo es, o del mismo modo, si resulta que usted sabe
que no existe tal ley, ¿por qué no lo dice? ¿Por qué prefiere siempre dejar
que, en sus respuestas, este tema extremadamente importante e interesante quede
rodeado con el halo del misterio?
Krishnamurti: No
creo que eso sea importante; no creo que, en lo fundamental, resuelva nada. No
creo que contribuya a que ustedes comprendan esa viviente unidad única,
esencial, que no es la unidad de lo uniforme.
Ustedes dicen: “Estuve casado con alguien en la
vida anterior, y en esta vida estoy casado con una persona diferente; ¿no
genera esto un sentimiento de hermandad, de afecto, de unidad?” ¡Qué
extraordinaria manera de pensar! Prefieren la hermandad de un misterio a la
hermandad real.
Serían afectuosos a causa de la relación y no
porque el afecto sea natural, espontáneo, puro. Quieren creer porque la
creencia los conforta. Por eso hay tantas distinciones de clase, guerras, y por
eso usan constantemente esa absurda palabra tolerancia. Si no tuvieran divisiones
de creencias, si fueran realmente seres humanos completos, entonces habría
verdadera hermandad, verdadero afecto, no esta cosa artificial a la que llaman
hermandad.
El problema de la reencarnación lo he tratado
tantas veces, que hoy sólo hablaré brevemente de él. Pueden no tomar para nada
en consideración lo que digo, o pueden examinarlo; hagan lo que gusten. Me temo
que no lo considerarán -aunque eso no importa- porque están comprometidos con
ciertas ideas, con ciertas organizaciones, se hallan limitados por la
autoridad, por la tradición.
Para mí, el ego, esa conciencia limitada, es el
resultado del conflicto. Intrínsecamente, carece de valor, es una ilusión.
Surge con la falta de comprensión, la cual, a su vez, crea conflicto, y a causa
de ese conflicto se desarrolla la conciencia egocéntrica, limitada.
Ustedes no pueden perfeccionar esa conciencia a
través del tiempo; el tiempo no libera de esa conciencia a la mente. Por favor,
no hay duda alguna: el tiempo no los liberará de esta conciencia egocéntrica
porque el tiempo es un mero aplazamiento de la comprensión.
Cuanto más aplazan una acción, tanto menos la
comprenden. Están conscientes sólo cuando hay conflicto; y en el éxtasis, en la
verdadera percepción, existe una acción espontánea en la que no hay conflicto.
Entonces no son conscientes de sí mismos como entidad, como el “yo”. Sin
embargo, desean proteger esa acumulación de ignorancia que llaman el “yo”, esa
acumulación de la que emana esta idea de más y más, ese centro de crecimiento
que no es la vida, que no es sino ilusión.
Por lo tanto, mientras recurran al tiempo para
producir perfección, sólo incrementarán la conciencia egocéntrica. El tiempo
jamás los liberará de esa conciencia egocéntrica y limitada. Lo que liberará a
la mente es la plenitud de comprensión en la acción misma; o sea, cuando la
mente y el corazón están actuando armoniosamente, cuando ya no están influidos,
amarrados por una creencia, limitados por un dogma, por el miedo, por valores
falsos; entonces hay libertad. Y esa libertad es el éxtasis de la percepción.
¿Saben?, sería realmente de gran interés si uno de
ustedes que cree tan fundamentalmente en la reencarnación, discutiera el tema
conmigo. Lo he discutido con muchos, pero todo cuanto pueden decir es: “Creemos
en la reencarnación, explica muchísimas cosas”, y eso resuelve la cuestión.
Uno no puede discutir con personas que se hallan
convencidas de sus creencias, que son afirmativas en su conocimiento. Cuando un
hombre dice que sabe, ¡asunto terminado! Y ustedes veneran al hombre que dice
“yo sé”, porque su declaración afirmativa, su certidumbre, les proporciona
consuelo, refugio.
Ya sea que crean o no crean en la reencarnación, a
mí me parece una cuestión trivial; esa creencia es como un juguete, porque es
meramente una postergación. Es sólo una explicación, y las explicaciones son
como el polvo para el hombre que busca de verdad. Pero, desafortunadamente,
ustedes están sofocados por el polvo, tienen explicaciones para todo. Tienen
una explicación lógica, conveniente, para cada sufrimiento.
Si un hombre es ciego, ustedes acuden a la
reencarnación para dar razón de su duro destino en esta vida. Por medio de la
reencarnación, de la idea de evolución, explican y justifican las desigualdades
de la existencia. De ese modo, con explicaciones, han resuelto los múltiples
problemas que conciernen al hombre, y así han dejado de vivir.
La plenitud de la vida excluye todas las
explicaciones. Para el hombre que está sufriendo realmente, las explicaciones
son tanto como polvo y cenizas. Pero para el hombre que busca consuelo, las
explicaciones son necesarias y excelentes. No hay tal cosa como el consuelo.
Sólo comprensión, y la comprensión no está limitada por la creencia o por las
certidumbres.
Ustedes dicen: “Sé que la reencarnación es
verdadera”. Bien, ¿y qué hay con eso? La reencarnación, es decir, el proceso de
acumulación, de crecimiento, de ganancia, es meramente la carga del esfuerzo; y
yo digo que hay una manera de vivir espontáneamente, sin esta lucha continua, y
eso es posible mediante la comprensión, no como resultado de la acumulación,
del crecimiento. Esta comprensión, esta percepción, llega a aquél que no está
limitado por el miedo, por la conciencia del “yo”.
Pregunta de interlocutor: El hombre que permanece
inalterado frente a los peligros y las tribulaciones de la existencia, tales
como la oposición de sus semejantes a un curso de acción, es siempre un hombre
de voluntad firme y excelente carácter. Las escuelas públicas en Inglaterra y
en todas partes reconocen la importancia de desarrollar la voluntad y el
carácter, que son comúnmente considerados como el mejor bagaje para embarcarse
en la vida, porque la voluntad asegura el éxito y el carácter asegura una
probidad moral. ¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter,
y cuál es el verdadero valor que tienen para el individuo?
Krishnamurti: La
primera parte de esta pregunta sirve como trasfondo a la pregunta misma que es:
“¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter, y cuál es el
verdadero valor que tienen para el individuo?” Desde mi punto de vista,
ninguno. Pero eso no significa que ustedes deban carecer de voluntad, de
carácter. No piensen en términos de opuestos.
¿Qué entienden ustedes por voluntad? La voluntad es
el resultado de la resistencia. Si no comprenden una cosa, desean conquistarla.
Toda conquista no es sino esclavitud y, por lo tanto, resistencia; y de esa
resistencia se desarrolla la voluntad, la idea de “yo debo” y “yo no debo”.
Pero la percepción, la comprensión, libera de la resistencia al corazón y la
mente y, por ende, los libera de esta constante batalla del “debo” y “no debo”.
Lo mismo es aplicable al carácter. El carácter es
sólo el poder de resistir a las múltiples intromisiones de la sociedad sobre
cada uno de nosotros. Cuanto más carácter tenemos, mayor es la conciencia
egocéntrica, el “yo”, porque el “yo” es el resultado del conflicto, y la
voluntad ha nacido de la resistencia que da origen a la conciencia egocéntrico.
¿Cuándo surge la resistencia? Cuando perseguimos la adquisición, la ganancia,
cuando deseamos el éxito, cuando estamos persiguiendo la virtud, cuando hay
imitación y temor.
Esto puede sonarles absurdo porque están atrapados
en el conflicto de la adquisición y, naturalmente, dirán: “Sin voluntad, sin
conflicto, sin resistencia, ¿qué puede hacer un hombre?” Yo digo que ésa es la
única manera de vivir, sin resistencia, lo cual no significa no resistencia; no
significa no tener voluntad ni propósito, andar a la deriva de aquí para allá.
La voluntad es un resultado de los valores falsos;
y cuando hay comprensión de lo verdadero, el conflicto desaparece y, con él, el
desarrollo de la resistencia al que llamamos voluntad. La voluntad y el
desarrollo del carácter, que son como el cristal coloreado que adultera la luz
pura, no podrán liberar al hombre, no podrán darle comprensión. Por el
contrario, limitarán al hombre.
Sin embargo, una mente que comprende, una mente
flexible, alerta -que no es la mente hábil de un abogado ingenioso, un tipo de
mente que tanto prevalece en la India y que es muy destructivo-, una mente
dúctil, digo, no limitada, no posesiva, una mente así no conoce la resistencia
porque comprende; percibe la falsedad de la resistencia, porque esa mente es
como el agua. El agua asumirá cualquier forma y seguirá siendo agua. Pero
ustedes desean moldearse conforme a un patrón particular, porque carecen de una
comprensión completa.
Yo digo que, cuando se realicen en plenitud, cuando
actúen de manera completa, ya no buscarán un patrón ni ejercerán la voluntad
para encajar en ese patrón, porque en la verdadera comprensión hay un
movimiento constante que es la vida eterna.
Pregunta de interlocutor: Usted dijo ayer que la
memoria, o sea, el residuo de las acciones acumuladas, da origen a la idea del
tiempo y, en consecuencia, a la del progreso. Por favor, desarrolle más el
concepto, con especial referencia a la contribución que el progreso ha hecho a
la felicidad humana.
Krishnamurti: Hay
progreso en el campo de la ciencia mecánica, progreso en relación con las
máquinas, los automóviles, las comodidades modernas y la conquista del espacio.
Pero no me refiero a esa clase de progreso, porque el progreso en la ciencia
debe ser siempre transitorio; en 61 no puede haber nunca una realización plena
para el hombre. Debo hablar muy brevemente, porque tengo muchas preguntas para
contestar. Espero que lo que digo sea claro; si no lo es, proseguiremos en otra
ocasión posterior.
En el progreso mecánico no puede haber realización
plena para el hombre. Habrá mejores automóviles, mejores aviones, mejores
máquinas, pero la plenitud no se realizará mediante este continuo proceso de
perfección mecánica. (No es que yo esté contra las máquinas).
Cuando hablamos de progreso aplicándolo a lo que
llamamos crecimiento individual, ¿a qué nos referimos? Nos referimos a la
adquisición de más conocimiento, de una virtud mayor, lo cual no es plenitud de
realización. Lo que llamamos virtud aquí, puede ser considerado vicio en otra
sociedad. La sociedad ha desarrollado los conceptos del bien y el mal.
Intrínsecamente, no hay tal cosa como bien o mal. No piensen en términos de
opuestos. Tienen que pensar de manera fundamental, esencial.
A mi entender, mediante el progreso no puede haber
integridad en la acción, porque el progreso implica tiempo, y el tiempo no
conduce a la plenitud de realización. Ésta se encuentra sólo en el presente, no
en el futuro. ¿Qué es lo que les impide vivir por completo en el presente? Es
el pasado, con sus muchos recuerdos y obstáculos.
Lo expondré de una manera diferente. Mientras hay
opción, tiene que haber este así llamado progreso en las cosas esenciales y no
esenciales; pero en el instante en que poseen lo esencial, esto ya se ha vuelto
lo no esencial. Y así proseguimos, moviéndonos continuamente de lo no esencial
a lo esencial, lo cual, a su vez, se convierte en lo no esencial; y a esta
sustitución la llamamos progreso.
Pero la perfección es realización plena, o sea, la
armonía del corazón y la mente en la acción. No puede haber tal armonía si
nuestra mente se halla atrapada en una creencia, en un recuerdo, en un
prejuicio, en un deseo. Dado que están atrapados en estas cosas, tienen que
liberarse de ellas, y pueden hacerlo sólo cuando, como individuos, han
descubierto su verdadero significado. Es decir, pueden actuar armoniosamente
sólo cuando descubren el verdadero significado de estas cosas cuestionándolas,
dudando de sus valores existentes.
Lo lamento, pero ahora debo dejar de contestar
preguntas. Muchas me han sido formuladas en relación con la Sociedad Teosófica:
si aceptaría la presidencia en caso de que me fuera ofrecida y cuál sería mi
plan de acción si fuera electo; si la Sociedad Teosófica, que lucha por educar
a las masas y promueve una norma ética, debería ser disuelta; qué política
apoyaría yo para la comunidad indo-británica, etcétera.
No me propongo postularme para la presidencia de la
Sociedad Teosófica porque no pertenezco a esa sociedad. Eso no me interesa - no
es que me considere superior - porque no creo en las organizaciones religiosas
y también porque no quiero guiar ni a un solo hombre.
Por favor, señores, créanme cuando digo que no
quiero influir en ninguna persona; porque el deseo de guiar muestra,
inherentemente, que uno tiene un propósito, una meta hacia la cual piensa que
toda la humanidad tiene que llegar como un rebaño de ovejas. Eso es lo que
implica la guía. Ahora bien, yo no deseo impulsar a ningún hombre hacia un
objetivo o una meta en particular; lo que quiero es ayudarlo a que sea
inteligente, y eso es una cosa completamente distinta. Así que no tengo tiempo
para contestar estas innumerables preguntas basadas en tales ideas.
Dado que es bastante tarde, quisiera hacer un
resumen de lo que he estado diciendo durante los últimos cinco o seis días y,
naturalmente, tengo que ser paradójico. La verdad es paradójica. Espero que
aquéllos de ustedes que han seguido inteligentemente lo que he estado diciendo,
comprenderán y actuarán, no harán de mí un modelo para sus acciones.
Si lo que he dicho no es verdadero para ustedes, lo
olvidarán, es natural. A menos que de verdad lo hayan profundizado, a menos que
hayan reflexionado sobre lo que he dicho, repetirán simplemente mis frases,
aprenderán mis palabras de memoria, y eso carece de valor.
Para comprender, el primer requerimiento es la
duda, dudar no sólo en relación con lo que digo, sino, principalmente, en
relación con las ideas que ustedes mismos sostienen. Pero han hecho un anatema
de la duda, un impedimento, un mal que debe ser erradicado, desechado; han
hecho de la duda una cosa abominable una enfermedad. Pero para mí, la duda no
es ninguna de estas cosas; la duda es un ungüento que cura.
¿Pero de qué dudan ustedes, por lo general? Dudan
de lo que dice el otro. Es muy fácil dudar de algún otro. Mucho más difícil es
dudar de la cosa misma en la que uno está atrapado, a la que se aferra, dudar
de la cosa que uno busca, persigue. La verdadera duda no admitirá la
sustitución. Cuando ustedes dudan de otro, como alguien dijo el otro día
durante estas pláticas: “Nosotros dudamos de usted”, eso demuestra que dudan de
lo que les estoy mostrando, de lo que estoy tratando de explicar. Muy bien.
Pero esa duda no es sino la búsqueda de sustitución. Dicen: “Tengo esto, pero
no estoy satisfecho. ¿Me satisfará eso, esa otra cosa que usted está
ofreciendo? Para averiguarlo, tengo que dudar de usted”. Pero yo no les estoy
ofreciendo nada. Digo que duden de la cosa misma que está en sus manos, o sea,
en su mente y en su corazón; entonces ya no buscarán sustituirla.
Cuando buscan sustitución hay miedo y, por lo
tanto, alimentan el conflicto. Cuando temen, buscan el opuesto del miedo, que
es el valor, proceden a adquirir valor. O, si deciden que son poco amables,
proceden a adquirir amabilidad, lo cual es mera sustitución, un volverse hacia
lo opuesto.
Pero si, en vez de buscar una sustitución,
comenzaran realmente a investigar la cosa misma en que la mente está atrapada
-miedo, falta de amabilidad, afán adquisitivo-, entonces descubrirían la causa.
Y pueden descubrir la causa sólo dudando continuamente, cuestionando mediante
una inteligente y crítica actitud mental, actitud sana pero que ha sido
destruida por la sociedad, por la educación, por las religiones que les
advierten que deben desterrar la duda.
La duda es simplemente una inquisición en pos de
los valores genuinos, y cuando uno ha descubierto por sí mismo los valores
genuinos, la duda cesa. Pero para descubrir, uno debe ser crítico, franco,
honesto.
Dado que casi todos buscan la sustitución, aumentan
meramente su conflicto. Y a este incremento del conflicto con su deseo de
evasión, lo llamamos progreso, progreso espiritual, porque para nosotros la
sustitución o el escape implican una adquisición ulterior, un logro ulterior.
Por eso, lo que ustedes llaman búsqueda de la verdad, es meramente el intento
de encontrar sustitutos, la persecución de seguridades mayores, de refugios más
seguros para huir del conflicto.
Cuando buscan refugios, están creando explotadores
y, habiéndoles creado, quedan presos en esa máquina de explotación que dice:
“No hagas esto, no hagas aquello, no dudes, no seas crítico. Sigue esta
enseñanza, porque ésta es verdadera y aquélla es falsa”.
Así, cuando ustedes hablan de la verdad, lo que
realmente desean es sustitución; desean descanso, tranquilidad, paz, escapes
asegurados, y en este deseo crean máquinas artificiales y vacías, máquinas
intelectuales que provean esa sustitución para satisfacer su deseo. ¿He
aclarado el sentido de lo que quiero decir?
En primer lugar, se hallan atrapados en el
conflicto y, a causa de que no pueden comprender ese conflicto, desean lo
opuesto, descanso, paz, lo cual es un concepto intelectual. En ese deseo han
creado una máquina intelectual, y esa máquina intelectual es la religión. Ésta
se halla totalmente divorciada de sus sentimientos, de su vida cotidiana; por
lo tanto, es meramente una cosa artificial. Esa máquina intelectual puede ser
también la sociedad, intelectualmente creada, una máquina de la que se han
convertido en esclavos y por la cual son despiadadamente pisoteados.
Han creado estas máquinas porque están en
conflicto, porque a causa del temor y la ansiedad son empujados a lo opuesto de
ese conflicto, porque están buscando descanso, tranquilidad. El deseo por lo opuesto
crea temor, y desde ese temor surge la imitación.
De este modo, inventan conceptos intelectuales como
las religiones, con sus creencias y sus preceptos, con su autoridad y sus
disciplinas, sus gurús y Maestros, para que los conduzcan hacia lo que anhelan,
o sea, hacia el consuelo, la seguridad, la tranquilidad, el escape respecto de
este conflicto constante.
Han creado esta máquina inmensa que llaman
religión, esta máquina intelectual carente de validez, y también han creado la
máquina llamada sociedad, porque tanto en su vida social como en su vida
religiosa, desean consuelo, amparo. En su vida social están sujetos por las
tradiciones, los hábitos, los valores incuestionados; la opinión pública actúa
para ustedes como la autoridad. Y la opinión no cuestionada, el hábito y la
tradición conducen finalmente al nacionalismo y a la guerra.
Ustedes hablan de la búsqueda de la verdad, pero su
búsqueda es meramente una búsqueda de sustitutos, el deseo de una mayor
seguridad, una certidumbre mayor. Por lo tanto, su búsqueda destruye aquello
que están buscando, que es la paz, no la paz del estancamiento, sino la paz de
la comprensión, de la vida, del éxtasis. Niegan esa cosa misma porque están
buscando algo que los ayude a escapar.
Por consiguiente, para mí, todo el propósito -si
puedo usar esa palabra sin que me entiendan mal- radica en destruir esta falsa
máquina intelectual, destruirla por medio de la inteligencia, es decir, por
medio de la verdadera percepción alerta.
Radica en que puedan comprender, dejar de lado la
tradición, la cual ha llegado a ser un obstáculo, en que puedan descartar a los
Maestros, las ideas, las creencias. Pero no simplemente destruirlas para
adoptar otras nuevas, no es eso lo que quiero decir.
No deben sólo destruir, dejar de lado, sino que
deben ser creativos; y pueden ser creativos sólo cuando empiezan a comprender
los valores genuinos. Por lo tanto, cuestionen el significado de las
tradiciones y los hábitos, de la nacionalidad, de la disciplina, de los gurús y
los Maestros.
Pueden comprender sólo si están completamente
alerta, alerta con la totalidad del ser. Cuando dicen: “Estoy buscando a Dios”,
en lo fundamental quieren decir: “Deseo fugarme, deseo escapar”. Cuando dicen:
“Busco la verdad y una organización podría ayudarme a encontrarlas, están
buscando meramente un refugio. No estoy siendo duro; sólo quiero destacar y
poner en claro lo que digo. Es cosa de ustedes actuar.
Hemos creado obstáculos artificiales. No son
obstáculos reales, fundamentales. Los hemos creado porque estamos buscando
algo: recompensas, seguridad, consuelo, paz. Para obtener seguridad, para poder
evitar el conflicto, necesitamos tener muchas ayudas, muchos apoyos. Y estas
ayudas, estos apoyos, son la autodisciplina, los gurús, las creencias.
He investigado todo esto más o menos a fondo.
Ahora, cuando hablo acerca de estas cosas, tengan la bondad de no pensar en
términos de opuestos, porque entonces no comprenderán. Cuando digo que la
autodisciplina es un obstáculo, no piensen que, por lo tanto, no deben tener
disciplina en absoluto. Quiero mostrarlos la causa de la autodisciplina. Cuando
uno comprende eso, no existen ni la disciplina autoimpuesta ni su opuesto, sino
que hay inteligencia.
A fin de realizar lo que deseamos ‑que es
esencialmente falso porque se basa en la idea de lo opuesto como un sustituto‑
hemos creado medios artificiales como lo son la autodisciplina, el liderazgo,
la creencia. Sin tal creencia, sin tal autoridad, que son obstáculos, nos
sentimos perdidos. Así, nos convertimos en esclavos y somos explotados.
Un hombre que vive a base de creencias, no vive
verdaderamente, está limitado en sus acciones. Pero para aquél que, gracias a
que comprende, está realmente libre de la creencia y de la carga del conocimiento,
para él existe el éxtasis, existe la verdad.
Cuídense del hombre que dice: “Yo sé”, porque él
sólo puede saber acerca de lo estático, de lo limitado, nunca acerca de lo
viviente, de lo infinito. El hombre sólo puede decir: “Existe”, lo cual no
tiene nada que ver con el conocimiento. La verdad está deviniendo siempre, es
inmortal, es vida eterna.
Tenemos estos obstáculos, obstáculos artificiales
basados en la imitación, en el espíritu adquisitivo, que da origen al
nacionalismo, en la autodisciplina, en los gurús, Maestros, ideales, en las
creencias. La mayoría de nosotros está, consciente o inconscientemente,
esclavizada a alguna de estas cosas. Ahora, por favor, entiendan esto porque,
de lo contrario, dirán: “Usted meramente destruye y no nos ofrece ninguna clase
de ideas constructivas”.
Nosotros hemos creado estos obstáculos; y podemos
librarnos de tales obstáculos sólo tornándonos conscientes de ellos, no
mediante el proceso de la disciplina ni apelando a la sustitución, al control,
al olvido, ni siguiendo a algún otro, sino sólo dándonos cuenta de que todas
estas cosas son venenos. Ustedes saben, cuando ven una serpiente venenosa en la
habitación, están plenamente conscientes de ella, lo están con todo el ser.
Pero estas cosas, las disciplinas, las creencias, las sustituciones, ustedes no
las consideran venenos. Se han vuelto meros hábitos, a veces placenteros y a
veces dolorosos, y los toleran en tanto el placer pesa más que el dolor.
Continúan de esta manera hasta que el dolor los abruma. Cuando experimentan un
intenso dolor corporal, sólo piensan en librarse de ese dolor. No piensan en el
pasado o en el futuro, en la salud pasada o en el tiempo en que no van a
experimentar más dolor. Sólo les interesa desembarazarse del dolor.
De igual modo, tienen que darse cuenta, plena e
intensamente, de todos estos obstáculos, y eso pueden hacerlo sólo cuando se
hallan en conflicto, cuando ya no escapan más, cuando no escogen sustitutos.
Toda opción es meramente sustitución. Si perciben
plenamente un obstáculo, ya sea éste un gurú, un recuerdo o la conciencia de
clase, esa percepción alerta descubrirá al creador de todos los obstáculos, de
todas las ilusiones; verá que es la conciencia del “yo”, el ego. Cuando la
mente se halla inteligentemente despierta a la existencia de ese creador, que
es la conciencia egocéntrica, entonces en esa percepción alerta el creador de
las ilusiones se disuelve a sí mismo. Inténtenlo, y verán qué ocurre.
No digo esto como una incitación para que ustedes
lo intenten. No lo intenten con el propósito de llegar a ser felices. Lo
intentarán sólo si se hallan en conflicto. Pero como casi todos ustedes tienen
muchos refugios en los que encuentran alivio, han cesado por completo de estar
en conflicto. Para todos sus conflictos tienen explicaciones - ¡tanto polvo y
cenizas! Y estas explicaciones han aliviado sus conflictos. Tal vez haya uno o
dos entre ustedes que no se satisfacen con las explicaciones, que no se
satisfacen con las cenizas, ya sean las cenizas muertas de ayer o las cenizas
futuras de la esperanza, de la creencia.
Si se hallan realmente atrapados en el conflicto,
encontrarán el éxtasis de la vida, pero tiene que haber una inteligente
percepción alerta. O sea, si yo les digo que la autodisciplina es un obstáculo,
no rechacen ni acepten inmediatamente mi afirmación. Descubran si la mente de
ustedes se encuentra atrapada en la imitación, si su autodisciplina se basa en
la memoria, la cual no es sino una forma de escapar del presente. Ustedes
dicen: “No debo hacer esto”, y a causa de esa prohibición que se imponen a sí
mismos, se desarrollan la imitación, el temor.
Donde hay imitación, no puede existir el puro goce
de la inteligencia. Descubran si son imitativos, experimenten. Y sólo pueden
experimentar en la acción misma. Esto no es sólo un montón de palabras; si
reflexionan sobre ello, lo verán. No pueden comprender después de que la acción
ya ha tenido lugar, lo cual sería autoanálisis, sino sólo en el instante de la
acción misma.
Sólo en medio de la acción pueden estar plenamente
alerta. No digan: “No debo tener conciencia de clase”, sino tórnense plenamente
perceptivos y alerta para descubrir si están condicionados a las
discriminaciones de clase. Ese descubrimiento durante la acción creará
conflicto, y ese conflicto mismo liberará a la mente; la liberará de la
conciencia de clase, sin que ustedes traten de superar el problema.
Por consiguiente, la acción misma destruye las
ilusiones; no lo hace la disciplina impuesta. Quisiera que reflexionaran sobre
esto y actuaran; entonces verían lo que significa. Abre caminos inmensos para
la mente y el corazón, de tal modo que el hombre puede vivir en la plenitud de
la realización sin buscar un objetivo, un resultado; puede actuar sin que haya
un motivo detrás.
Pero ustedes podrán vivir de manera completa sólo
cuando tengan percepción directa, y la percepción directa no se alcanza por
medio de la opción, del esfuerzo nacido de la memoria. Se encuentra en la llama
de la conciencia alerta, la cual es armonía del corazón y la mente en la
acción. Cuando nuestra mente se halla libre de religiones, gurús, sistemas,
libre del espíritu adquisitivo, sólo entonces puede haber plenitud en la
acción, sólo entonces el corazón y la mente pueden seguir los movimientos
veloces y cambiantes de la verdad.
De
“El Arte de Escuchar”. Jiddu Krishnamurti en Adyar, Madrás, India. Sexta
plática, del 3 de enero de 1934.
Publicado
en:
http://www.jiddu-krishnamurti.net/es/obras-completas-el-arte-de-escuchar
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