ADICTOS AL AMOR QUE LLEGA DE AFUERA
Hugo Betancur
Muchos mandamientos que hemos recibido desde la
infancia, provenientes de las creencias de nuestros ascendientes y de los
entornos familiares y sociales en que crecemos nos amarran a
comportamientos y elecciones disfuncionales o conflictivas, por ejemplo:
"debes encontrar una pareja que te complemente, que se ocupe de ti, que
atienda tus necesidades, que cumpla tus expectativas" -estos mandatos
destacan como primordial el cumplimiento de roles de cuidadores y de
sirvientes de la pareja que aprobemos como la más conveniente -como los
contratantes de empleados, fijamos nuestra pesquisa más en las cualidades
y ventajas del candidato al cargo que en los beneficios mutuos de la
relación a establecer.
La obsesión por acceder a una pareja que nos
sea provechosa y duradera, o a las parejas que vayan reemplazando
progresivamente a las que no cumplieron nuestros estándares de
evaluación, nos muestra como adictos a las ilusiones del amor que llega de
afuera y como dependientes funcionales de otros. Perdemos nuestra autonomía y
nuestra libertad -y comprometemos las de nuestro cónyuge temporal- cuando imponemos nuestros requisitos y nuestras limitaciones. Quizá podamos aplicar
a estos adictos la metáfora de quien escoge en un
enorme supermercado de una abundante variedad de botellas de agua la
marca que va a comprar para satisfacer su sed del momento; es posible que su elección le
parezca acertada al beberla y que acoja el mismo producto después o que
pueda rechazarlo y deba seguir ensayando con otros disponibles con la esperanza
de saciar su sed -sin embargo, la avidez respecto a las parejas representa una complejidad
infinitamente mayor lo mismo que la empatía que los dos relacionados definan
Esa adicción a las ilusiones del amor de afuera es
un objetivo fantasioso de las mentes que conlleva a dependencia o esclavitud de
algo o de alguien que deberá darle sentido y valores a las existencias de
quienes persiguen ese idilio.
La clasificación “adicción al amor” que algún psicólogo
denomino me parece artificiosa. Mas bien podemos encajar a estos seres humanos que
sustituyen a sus parejas o que las relegan en otro ítem: “adictos a las ilusiones
de amor”. Quienes califican para pertenecer a este apartado son generalmente
egocentrados y tienen su guion estructurado para sí y para los otros -estos
deberán obedecer sus planes y sus demandas, y deberán proveerles sentimientos,
emociones y atenciones que les den satisfacciones y percepciones constantes y
abundantes que podrán interpretar como realización del amor de pareja que
persiguen.
Este amor ideal que proviene de afuera es una
ilusión más, inalcanzable y siempre lejana como lo que llamamos futuro: ese
modelo de pareja superior que pueda brindar un desempeño sensual y
una complementación afectiva y placentera continua e indeclinable no es posible
en nuestro plano de realidad: nuestros atributos, nuestras condiciones,
nuestras acciones solo alcanzan a suplir un mínimo porcentaje de ese patrón de
perfección exigido por los buscadores de amores épicos y trascendentales.
La insuficiencia física, cultural y psicológica
caracteriza al conjunto de seres humanos del planeta: nuestro cumulo de
pertenencias y dones no alcanza a deslumbrar y subyugar a otros sino efímeramente -los adictos a
las ilusiones de amor también están incluidos en esta población de criaturas
vivas precarias y simples.
La personalidad perfecta, la belleza perfecta, la
inteligencia perfecta (y por ende la pareja perfecta) son equivalentes a los
símbolos supremos perpetuamente inaccesibles y remotos: la iluminación, la
santidad, la sabiduría plena, la infalibilidad -solo quimeras que nuestra
imaginación persigue infructuosamente y que tal vez sean nuestro logro cuando
culminen las existencias que nos trajeron a evolucionar en este mundo.
Hugo Betancur (Colombia)
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