viernes, 28 de junio de 2024

El sufrimiento de cada uno

         

                                                                                                                                   Libélula. Fotografía por Hugo Betancur

         EL SUFRIMIENTO DE CADA UNO

Hugo Betancur

 

“¿Cuánto de tu sufrimiento viene porque estás atado a un pasado sin vida e insistes en cargarlo todavía contigo?”1


Elaboramos o derivamos  nuestro sufrimiento de los eventos que relacionamos con nuestras vidas, de lo que interpretamos como la realidad.

Podemos imaginar nuestro destino como una avenida que deberemos transitar, única para cada ser humano. La historia de nuestro personaje en cada existencia la iniciamos en el vientre materno y empezamos a desandarla con nuestros primeros pasos de niños.

Esa avenida de nuestro destino empieza estrecha en un punto de fuga que se va extendiendo hacia una perspectiva más amplia. Nuestra avenida se cruza con las avenidas de otros, lo que significa que nos encontramos con ellos en algún espacio y momento donde nos comunicamos. De esos encuentros surgen  nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestras impresiones. También nuestra avenida puede diverger de las de otros lo que distanciará nuestros destinos.

Somos afectados por esos acontecimientos donde participamos como actores o presenciadores y reaccionamos con emociones y sentimientos que denotan nuestra satisfacción o nuestra oposición.

En nuestras mentes  podemos trascender esa afectación cuando la asimilamos y la entendemos como resultado de las circunstancias y  de la idiosincrasia de algunos personajes representando  funciones discordantes que frustraron nuestras expectativas, intereses o esperanzas.

“Cada momento en  que  eliges  perdonar,  ¡literalmente  te  has  salvado  a  ti  mismo  de  miles  de  años  de sufrimiento!”2

Si no trascendemos la afectación que percibimos por esos acontecimientos del pasado, nos quedamos anclados en los conflictos y la pesadumbre -quedamos encallados como los barcos en las playas con la quilla enterrada en la arena y lejos del mar donde podrían flotar y navegar.

 

“Pues la mente que elije, incluso en una parte muy pequeña, percibirse a sí misma como víctima de su mundo de experiencia, permanece sin poder.  Permanece en un estado que genera frustración, debilidad, miedo, duda de si mismo, falta de valía, sufrimiento, dolor, dolor emocional de soledad o separación de otros, y falta de realización.”3

 

Para sanarnos, debemos abrir la casa de la mente y sacar afuera todo aquello que la ensombrece y la agobia: la tristeza y la desesperanza empozadas, las penas, las culpas, los resentimientos, los arrepentimientos -lo que pertenece al tiempo ido y a las relaciones y sucesos cumplidos. Como un excepcional acto de clausura, desperdigamos todas esas emociones y dramas a la luz del presente y contemplamos ese cúmulo de imágenes con una mirada comprensiva y  tranquila que nos permita restaurar nuestra paz (nuestra mente cerrada con nuestros sufrimientos latentes se asemeja a un sótano atiborrado  de cosas viejas, enmohecidas, polvorientas y malolientes que sus dueños no usan ni exhiben y que pierden su vigencia en ese ambiente enrarecido y ruinoso).

 

“Es sólo por elección que el sufrimiento es sostenido en la mente. Y es sólo por elección que puede ser sanado y liberado.”4

 

“Es por esto que los eventos del mundo nunca pueden atarte. Todo sufrimiento viene por las interpretaciones que estás sobreponiendo sobre los eventos.”5

 

  

Hugo Betancur (Colombia)

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Párrafos extractados del libro “El camino de la Maestría”:

 

1: [De “Lección 2: “Tú creas tu experiencia”: “La paz fluye de la alineación con la mente de Dios” ].

 

2: [De Lección 3: El poder del perdón”: Ejercicio de sanación” ].

 

3: [De “Lección 8: “Arrojando piedritas a la piscina de la consciencia”: “No eres víctima del mundo que ves” ].

 

4: [De Lección 18: “El mayor trabajo es aceptar y perdonar tu pasado”: “Aceptamos tu elección por sanar” ].

 

5: [De “Lección 31. Poniendo tu confianza y lealtad en el amor”: “Coloca tu confianza en el amor que te dio nacimiento” ].

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sábado, 15 de junio de 2024

SANACION. Acciones para sanarnos.

                                     Escultura de Salvador Arango en campus de Universidad Pontifica Bolivariana en Medellín.

     ACCIONES  DE  SANACION

Hugo Betancur

 

La resolución pronta de los conflictos.

Escribir sobre nuestras incertidumbres y temores.

Hacer ilustraciones y pinturas según nuestro talento con figuras que ideamos.

Meditar: quedarnos quietos y en silencio observando las imágenes y conjeturas de nuestras mentes.

Escuchar música que nos anime y nos traiga bienestar.

Reposar lejos de los espacios de confrontación y adversidad.

Leer temas y relatos que nos permitan auto conocernos.

Respetar nuestra libertad y respetar y acatar la libertad de los demás.

Enfocarnos en asumir nuestras existencias con aceptación plena, descubriendo nuestras creencias hostiles y disociadoras y reemplazándolas por la conciliación como recurso de entendimiento.

Pausar nuestros egos y permitir que nuestra mente afronte las crisis con una percepción atenta.

Callar nuestros juicios de culpa contra otros y nuestras protestas dolidas de víctimas.

Mirarnos a nosotros mismos y a otros con actitudes de paz  y comprensión.

La disposición a sanar, que es fundamental.

Estas acciones que acabo de enumerar nos permiten cumplir el proceso de liberar las cargas del conflicto, de la enfermedad y de la depresión.

La mente que elabora los conflictos debe cambiar para elaborar las soluciones.

Tal vez la reacción mental común de los seres humanos ante las pérdidas -lo que calificamos como perdidas, incluidos los lutos-, sea la de proclamarnos víctimas -de los demás, o de la vida-: ¿por qué me pasa esto a mí?, ¿por qué Dios permite que esto pase?, ¿por qué Dios me castiga con esto? (son preguntas que no tienen respuesta, cualquier explicación que otros nos den resulta desacertada e insuficiente).

Para instaurar nuestra autonomía y nuestro bienestar tenemos la opción y el requerimiento de ponernos en paz con lo que sucedió en el pasado y que nos afecta. La disposición a la comprensión nos permite elaborar ese proceso de la pacificación en nuestra mente.

No nos es posible resolver los conflictos con las mismas creencias e ideas obsesivas con que los armamos y los mantenemos vigentes -debemos desprender las flores y las hojas secas de las plantas, y recoger los frutos maduros para propiciar que sucedan otras cosechas con un reverdecimiento y floración renovadas.

Cada uno interpreta el mundo a su manera, según los contenidos de su mente y cada uno asume su destino a su manera según su idiosincrasia como ser humano.

La duración de cada existencia y las vivencias posibles corresponden al destino de cada uno y no al ideal que pretendamos aplicarle.

 

Hugo Betancur (Colombia)


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lunes, 3 de junio de 2024

Los nichos de cada uno


¿NICHOS   HOSPITALARIOS

ó   AMBIENTES SORDIDOS?

 

Hugo Betancur

 

La palabra nicho procede del italiano nicchio (concha de molusco): significa escondrijo, recoveco.

También tiene la acepción de cavidad en una pared donde colocan estatuas o restos -algo que palpitaba y crecía lo depositamos allí porque perdió su vitalidad y su vigencia.

En psicología, es una población con tendencias y rasgos culturales parecidos.  En filosofía, los nichos quizá sean los dominios que cada autor estableció como su ideario particular con sus percepciones sobre  el complejo panorama de la vida.

Un nicho, en general, podemos definirlo como un espacio geográfico temporal donde seres vivos subsisten y transcurren.

El nicho humano y de los demás seres vivos es el planeta Tierra, que pertenece a un ámbito que llamamos Universo. De ese nicho vital intermedio que es nuestro Mundo, surgen nichos menores que congregan adeptos o adictos a cultos, culturas, figuras o prácticas.

Los nichos pueden ser tan exuberantes y coloridos como un espacio campestre donde los animales se mueven a su antojo entre la vegetación y el cielo, disponiendo de agua y frutos abundantes y expresando con su voces y trinos su regocijo. O los nichos pueden ser sombríos y atrapadores, plagados de conflictos y desdichas: ahí los integrantes aparecen desintegrados, imperativos y hostiles confrontando sus egos y sus pretextos y no logran liberarse de sus pugnas.

Muchas veces a los humanos no alcanzamos una consciencia sobre nuestras acciones y nuestras relaciones negativas y permanecemos en los nichos que nos apesadumbran y nos degradan. Nos quedamos pasmados, silenciosos y quietos, viendo como la vida sucede afuera y en nuestras mentes sin que logremos resolver las situaciones adversas del presente -dejamos que tareas y eventos queden acumulados para el incierto mañana.

Vemos como evidente e inevitable que algunas circunstancias debemos sortearlas porque nuestro entendimiento sobre sus características es insuficiente o porque las condiciones no favorecen su transición, conciliación o disolución.

El ideal fundamental para cada uno es el progreso en sus relaciones, sus aprendizajes y sus cambios y su comprensión de la existencia.

Si los nichos se tornan áridos y desapacibles -si las fuentes de agua se secan y la vegetación se marchita y deja de verdear, florecer y fructificar-, es licito que nos alejemos e incursionemos en una realidad diferente. Tal vez los nichos humanos que habitemos deban traernos bienestar, alegría y sosiego que  podamos proyectar hacia otros y hacia el entorno compartido.


Hugo Betancur (Colombia)

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domingo, 19 de mayo de 2024

SUICIDIO. El ego acosa: “Mata al que sufre”.


SUICIDIO: “Mata al que sufre”.

Hugo Betancur

 

Las acciones y tentativas suicidas tienen unas circunstancias comunes: inestabilidad emocional, minusvalía de sí, sufrimiento que precipita a la desesperación, el brote incontenible de una percepción derrotista, la desconexión afectiva con el entorno. Asociamos el suicidio con trastornos mentales padecidos por quienes lo contemplan como una solución a sus males.

 Tal vez el propósito del suicida sea quitar la vida a un yo atormentado y desesperanzado -ese “yo” es una identidad que muchos seres humanos podemos asumir como quien somos o el que somos, y está fusionada habitualmente con el nombre con que nos bautizaron (nos requieren “¡identifíquese!, y respondemos “yo me llamo…”). Ese "yo" que nosotros y otros personificamos es un agregado de creencias, tradiciones, suposiciones, que exteriorizamos en actuaciones, gestos y palabras -un personaje social. El yo real tenemos que descubrirlo en la mente que se va revelando a sí misma trascendiendo los papeles y las apariencias y haciéndose consciente de sus dones y limitaciones y de la integración con los demás seres vivos. 

  Las declaraciones de los suicidas tienen una connotación amenazante de fuga del mundo y de atentado contra el cuerpo que lo habita con la frase “voy a matarme”. La consumación del suicidio consiste en ejercer la acción deliberada e intencional de matar a la persona que está en conflicto con la vida. Con la muerte del cuerpo muere el personaje que lo habitaba; sin embargo, la mente no muere porque su existencia está ligada al alma que la vivifica -según mi entendimiento, la mente no es el cerebro sino un halo de energía sutil que se integra al cuerpo físico desde el momento de la concepción. De acuerdo con esta idea, la mente neuronal y el  cuerpo son instrumentos orgánicos de expresión del ser.

 Me han enseñado que cada personaje en los escenarios en que actúa tiene dos facetas de su mente que coexisten y que alternan sus roles, el personaje y su ego -podemos compararlos con el sistema operativo de un computador y un "software" o programa accesorio que ejecuta tareas especificas, metafóricamente. Según los enfoques que alguna de estas dos partes apliquen, y dependiendo de cual de las dos predomina, cada vida tendrá bienestar o malestar, beneficios o perjuicios. 

Habitualmente, cuando el ego domina la actuación, las relaciones se tornan discordantes, hostiles, desapacibles, abrumadas por el ataque o la defensa. Y en esas situaciones extremas en que la adversidad o la incertidumbre agobian al personaje, el ego elabora su mandato destructivo con que acosa a la mente: “Mata al que sufre”, lo que provoca la ejecución del suicidio como un escape al sufrimiento elaborado -la muerte del personaje es simultáneamente  la muerte del ego que lo fustiga. (También cuando los personajes padecen situaciones de fracaso o frustración que atribuyen a las acciones de otros, el ego acosa la mente de quienes se sienten oprimidos: “Mata al que te hace sufrir”, lo que sería la práctica  de una venganza si el homicidio es llevado a cabo).

Esas “soluciones” drásticas dictadas por el ego no son amables: carecen de justicia y sensatez y desencadenan duelos y distorsiones de la comunicación y las relaciones.

La mayoría de las religiones  reconocen dos principios de vida: el alma, inorgánica e inmortal, inasible y sublime -que ha sido y es antes, durante y después del nacimiento y existencia de los cuerpos físicos, y el cuerpo, perecedero, temporal, vulnerable. Las alma son la creación eterna de Dios, la expansión de su plenitud y autonomía.

El mundo de conflicto, miedo, culpa y falta de compleción es el ámbito del ego, que nos incita a luchar y competir contra otros, a juzgar según creencias e intereses. El ego que impone sus dictados nos induce a creer en la importancia personal y en el éxito -deberemos alcanzar todo lo que ambicionamos o proyectamos-, y nos sentencia al fracaso y a la depresión si no logramos realizar nuestros planes.

El ego nos torna rígidos y demandantes, empeñados en convencer a otros de nuestras razones y valores existenciales.  

Cuando sentimos frustración y conflictos, el ego nos persuade que otros debieron proveer nuestra satisfacción y que son culpables cuando no lo hacen: la vida deberá someterse a sus requisitos y la función que asigna a los demás es brindarnos obediencia y propiciar nuestra felicidad -el ego nos lleva a concluir que la indulgencia es debilidad y  que podemos aplazar los cambios y aprendizajes imperativos en espera de que las acciones de esos otros con quienes nos relacionamos los hagan innecesarios.

Desde la visión del ego, la felicidad vendrá de afuera y debemos “buscarla” en los escenarios exteriores a nuestras mentes.

Sometidos al ego, interpretamos papeles -usamos la vestimenta de las ovejas y aparentamos su mansedumbre para seducir, o usamos la vestimenta del lobo para intimidar, someter o manipular. Si esas representaciones son disociadoras y nos alejan de nuestra paz, eso significa que el ego ha tomado el mando y que la personalidad en evolución que vinimos a asumir ha sido desplazada -nos desempeñamos entonces en los dramas de las imágenes y de las máscaras sociales y nos distanciamos de nuestro ser real.

Esto de la suplantación que el ego hace  de la personalidad que nos compete desplegar, es parecido a permitir que el mayordomo decida por el amo, o que lo haga el copiloto por el piloto, o que el huésped de la  casa acalle al dueño. Significa que el ego que se manifiesta desde los primeros meses de vida impere sobre la mente del personaje que ha nacido para evolucionar su destino -los caprichos y las pretensiones del ego le impedirán al ego y a la mente que lo acoge  madurar y congraciarse cooperadoramente con otros y  llevaran a los dos al desastre y a la separación.

Los problemas surgidos de la mente, precipitados por un ego desbordado deben ser resueltos en la mente. Cada planta debe crecer, verdecer, florecer -y dar sus frutos si posee esa utilidad-, y la mente y el ego deben cumplir esos procesos también.

El ego, ese huésped que la mente aloja desde la niñez de ambos, debe contribuir a la armonía de su anfitrión y no a causarle desajustes ni tristeza.

El egocentrismo es una tiranía y los tiranos son depredadores, no amigos y dispensadores de bienestar. Los tiranos tienen mentes de titiriteros, obsesionados en manejar a los demás como súbditos de sus tramas.

Hugo Betancur (Colombia)

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    La palabra Suicidio proviene de dos términos del latín: suicidium,  formado de Sui (de sí, a sí) y Cidium (acto de matar, del verbo caedere = cortar y matar), 1*.Diccionario de la lengua española.

Suicidarse. Quitarse voluntariamente la vida. Sinónimo: inmolarse. 2**

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