Francisco Javier Cillero, médico. In memoriam.
EL ABRAZO
AMOROSO A LA FAMILIA...
Hugo Betancur
La decisión
de reconciliarnos con nuestros padres y abuelos, y con nuestra pareja, nuestros
hijos y hermanos -si es que nos habíamos disociado de ellos- y las acciones que
realicemos para restablecer las relaciones truncadas, nos permiten liberar las
culpas, los resentimientos y las pugnas que elaboramos. Podremos entonces
abrazarlos amorosamente mirándolos a los ojos si están presentes, o podremos
abrazarlos trayendo sus imágenes a nuestras mentes si se han ido. El perdón
disipa las ofensas y aviva las bendiciones sobre sobre nosotros.
Para
desatarnos de esa triada de juicio, culpa y condena que hemos impuesto a otros,
y para desatarlos a ellos, debemos hacer la expiación o
absolución que nos restaure a la mentalidad recta y a la libertad -lo
logramos instaurando la comprensión y dejando que los acontecimientos se
disgreguen en el escenario y tiempo pasado donde ocurrieron.
Las culpas
que decretamos contra otros proceden de nuestras proyecciones y
percepciones -entramos en conflicto con los demás cuando no se ajustan a
nuestras condiciones sobre qué deben hacer y cómo deben comportarse (también
cuando somos afectados por sus acciones).
La palabra
abrazar tiene el significado de "rodear o ceñir con los brazos" a
otros seres vivos como manifestación de aprecio, de saludo, de consuelo, de
condolencia, de bienvenida. Abrazar o ser abrazados lo consideramos un acto de
acogida nuestro o de otros.
Los abrazos
afectuosos espontáneos y sinceros significan algo así como “te reconozco, es
grato saludarte y sentir tu presencia, me regocijo con tu vida”.
Con los
abrazos, que son modos de comunicación no verbales, expresamos sentimientos y
emociones -amistad, afecto, alegría, fraternidad, simpatía.
También
expresamos con los abrazos el amor, un estado de nuestro ser que dispensamos a
otros, que rebasa los sentimientos, los compromisos y los yugos de necesidad.
Con
nuestros abrazos expresamos integración con otros, afinidad, apertura,
cordialidad.
Los abrazos
de nuestros padres y parientes, amigos y relacionados, los abrazos que damos a
nuestras parejas y nuestros hijos, son ademanes protectores y alentadores.
Desde la distancia, dos que se abrazan parecen uno -en el momento aparecen
unidos en ese acercamiento de los cuerpos y las mentes.
Los abrazos
exteriorizan intenciones de entendimiento y de paz.
En los
saludos y las despedidas familiares, los abrazos representan un reconocimiento
a la trascendencia del parentesco que cada uno enaltece y resguarda.
Nuestros
padres y ancestros dieron vida a sus personajes representando sus dones y sus
carencias: todos sus papeles estuvieron restringidos a sus posibilidades y sus
capacidades; en sus historias desplegaron el poder y la vulnerabilidad que les
fueron conferidos. En justicia, no podemos reprochar ni lamentar nada respecto
a ellos.
Los abrazos
que nos dieron y que les dimos nos impregnaron de la energía de su amor y
también de la incertidumbre que ensombrecía sus mentes y sus corazones.
Todo lo que
ocurrió entre ellos y nosotros era la conjunción de nuestros destinos. Si
logramos abrazarlos repetidamente en los escenarios y circunstancias que nos
congregaron, cumplimos los pactos de una relación amorosa y comprensiva, que
persiste después de su partida -también podemos seguir abrazándolos cada vez
que dirigimos hacia ellos nuestros sentimientos de gratitud por sus acciones, y
a cada momento en que evocamos las anécdotas y episodios amables que
compartimos.
Hugo
Betancur (Colombia)
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