[El texto que sigue no corresponde a la grabación de arriba]
RELACIONES,
CONFLICTOS, DISTORSIONES
Jiddu
Krishnamurti
“… para la
mayoría de nosotros, la relación con otro se basa en la dependencia, económica
o psicológica. Esta dependencia crea temor, engendra en nosotros el afán
posesivo, se traduce en fricción, suspicacia, frustración. El depender de otro
económicamente puede, tal vez, ser eliminado por medio de la legislación y de
una organización adecuada; pero me refiero en especial a la dependencia de
otro, psicológicamente, que es resultado del anhelo de satisfacción personal,
felicidad, etc. En esa relación posesiva, uno se siente enriquecido, creador y
activo; siente que la pequeña llama de su propio ser es acrecentada por otro y
así, no queriendo perder esa fuente de plenitud, se teme la pérdida del otro, y
de esa manera nacen los temores posesivos, con todos los problemas que de ellos
resultan. Así que, en la relación de dependencia psicológica, tiene que haber
siempre temor, suspicacia, conscientes o inconscientes, que a menudo se ocultan
bajo palabras agradables. La reacción de este temor lleva a uno en todo tiempo
a la búsqueda de seguridad y enriquecimiento a través de diversos conductos, o
a aislarse en ideas e ideales, o a buscar substitutos a la satisfacción.
“Aun cuando
uno dependa de otro, todavía existe el deseo de ser íntegro, de ser completo.
El problema completo en la convivencia es el de cómo amar sin dependencia, sin
fricción y conflicto: el de cómo vencer el deseo de aislarse, de apartarse de
la causa del conflicto. Si para nuestra felicidad dependemos de otro, de la
sociedad o del medio ambiente, éstos llegan a hacerse esenciales para nosotros
nos abrazamos a ellos, y con violencia nos oponemos a su alteración en
cualquiera forma, porque de ellos dependemos para nuestra seguridad y conforte
psicológicos. Aunque percibamos, intelectualmente, que la vida es un continuo
proceso de flujo, de mutación, que necesita cambio constante, sin embargo,
emocional o sentimentalmente nos aferramos a los valores establecidos y
confortantes; de allí que haya una lucha constante entre el cambio y el deseo
de permanencia. ¿Es posible poner fin a este conflicto?
“La vida no
puede existir sin la convivencia; pero la hemos hecho en extremo angustiosa y
repugnante por basarla en el amor personal y posesivo. ¿Puede uno amar y sin
embargo no poseer? Encontraréis la verdadera respuesta no en el escape, no en
los ideales, no en las creencias, sino por, la comprensión de las causas de la
dependencia y el afán posesivo. Si puede comprenderse profundamente este
problema de la relación entre uno y el otro, entonces tal vez comprendamos y
resolvamos los problemas de nuestra relación con la sociedad, puesto que la
sociedad no es sino la extensión de nosotros mismos. El ambiente, al que damos
el nombre de sociedad, ha sido creado por pasadas generaciones; lo aceptamos
porque nos ayuda a conservar nuestra codicia, afán posesivo, ilusiones. En esta
ilusión no puede haber unidad ni paz. La unidad meramente económica producida
por medio de la coacción y la legislación, no puede poner fin a la guerra.
Mientras no comprendamos la interrelación individual, no podemos tener una
sociedad pacifica. Puesto que nuestra convivencia se halla basada en el amor
posesivo, tenemos que llegar a ser plenamente conscientes, en nosotros mismos,
de su nacimiento, sus causas, su acción. En el hecho de darse plena cuenta del
proceso de la posesividad, con su violencia, sus temores, sus reacciones, surge
una comprensión que es total, completa. Sólo esa comprensión libera al
pensamiento de la dependencia y el afán posesivo. Es dentro de uno mismo donde
puede encontrarse la armonía en la convivencia, no en otro, ni en el medio
ambiente.
“En la
convivencia la causa primordial de fricción es uno mismo, el yo, que es centro
del anhelo unificado. Si tan sólo podemos darnos cuenta que no es la actuación
del otro lo de primordial importancia, sino cómo cada uno de nosotros actúa y
reacciona; y si esa reacción y acción pueden ser fundamental, profundamente
comprendidas, entonces la convivencia sufrirá un cambio radical y profundo. En
esta relación de convivencia con otro existe no sólo el problema físico, sino
también el de pensamiento y sentimiento en todos los niveles; y sólo es posible
estar en armonía con otro cuando uno mismo es integralmente armónico. Lo que
importa en la convivencia es tener presente no al otro, sino a uno mismo, lo
cual no significa que deba uno aislarse, sino que comprenda hondamente en uno
mismo la causa del conflicto y el dolor. En tanto que dependamos de otro,
intelectual o emocionalmente, para nuestro bienestar psicológico, esa
dependencia inevitablemente tiene que crear temor, del cual emana el
sufrimiento.
“Para
comprender la complejidad de la interrelación, debe haber paciencia reflexiva y
sincero propósito. La convivencia es un proceso de autorevelación en el que uno
descubre las causas ocultas del sufrimiento. Esta autorevelación es sólo
posible en la convivencia.
“Pongo
énfasis en la relación de convivencia, porque en el acto de entender
profundamente su complejidad estamos creando comprensión, comprensión que
trasciende la razón y la emoción. Si basamos nuestra comprensión meramente en
la razón, entonces hay en ella aislamiento, orgullo y falta de amor; y si la
basamos únicamente en la emoción, no existe profundidad, hay sólo
sentimentalismo que pronto se esfuma, y no amor. Solamente como resultado de
esta comprensión puede existir la plenitud de acción. Tal comprensión es
impersonal y no puede ser destruida; ya no está supeditada al tiempo. Si no
podemos derivar comprensión de los diarios problemas de la codicia y de
nuestras relaciones de convivencia, entonces el buscar tal comprensión y amor
en otras esferas de conciencia es vivir en la ignorancia y la ilusión.
“Cultivar
simplemente la bondad, la generosidad, sin la comprensión plena del proceso de
la codicia, es perpetuar la ignorancia y la crueldad; sin comprender
integralmente la convivencia, tan sólo cultivar la compasión, el perdón, es
producir el aislamiento de uno mismo y condescender con ciertas formas sutiles
de orgullo. En la comprensión plena del anhelo hay compasión, perdón. Las
virtudes que se cultivan no son virtudes. Esta comprensión requiere lucidez
constante y alerta, persistencia ardua y a la vez flexible; el simple control
con su entrenamiento peculiar tiene sus peligros, puesto que es unilateral
incompleto y por tanto, vacío.
“El interés
verdadero produce su propia concentración natural, espontánea, en la que hay el
florecimiento de la comprensión. Tal interés se despierta por medio de la
observación, el cuestionar las acciones y reacciones de la existencia diaria.
Para captar
el complejo problema de la vida, con sus conflictos y dolores, tiene uno que
producir comprensión integral. Esto puede efectuarse sólo cuando comprendemos
profundamente el proceso del anhelo, que es ahora la fuerza central de nuestra
vida.
Krishnamurti,
Ojai, 1940.
[Ante un
mundo en crisis]
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“Consideren
ustedes lo que está sucediendo sobre esta tierra donde el hombre ha producido
un caos semejante, donde continúan las guerras y otras cosas terribles. Este no
es un enfoque pesimista ni optimista; es un simple mirar los hechos tal como
son. Aparentemente, es imposible tener paz en esta tierra, o vivir nuestras
vidas de modo que haya entre unos y otros amistad y afecto. Hace falta una gran
inteligencia para vivir en paz con uno mismo y con el mundo. No se trata
simplemente de tener el concepto de la paz y de esforzarse por vivir una vida pacifica
que puede volverse meramente una vida más bien vegetativa- sino de investigar
si es posible vivir en este mundo donde impera tal desorden, tal
iniquidad si es que podemos usar esa palabra algo
anticuada con cierta cualidad interna de paz en la mente y el
corazón. No una vida que es un perpetuo batallar en conflicto, en competencia,
en imitación y conformidad; no una vida satisfecha o realizada; no una vida que
ha logrado algún éxito, cierta fama, cierta notoriedad o riqueza material, sino
una vida que posea en si una cualidad de paz. Debemos investigar esto juntos
para descubrir si es de algún modo posible tener una paz semejante; no sólo una
paz mental, que es meramente una parte pequeña, sino esta peculiar condición de
serena, aunque tremendamente activa calma, con un sentido de dignidad y sin
sentimiento alguno de vulgaridad. ¿Puede uno vivir una vida semejante?
“¿Nos hemos
formulado alguna vez una pregunta de esta naturaleza, rodeados como estamos por
un desorden total? Uno tiene que ser muy claro acerca de este hecho; de que
exteriormente impera un desorden total. Cada mañana leemos en los diarios
noticias sobre algo terrible, sobre aeronaves que pueden viajar a una velocidad
asombrosa de un extremo a otro de la tierra sin reabastecerse de combustible y
transportando un gran peso en bombas y gases que pueden destruir al hombre en
pocos segundos. Si observamos todo esto y nos damos cuenta a qué extremo ha
llegado el hombre, quizá sintamos que al formularnos esta pregunta nos hemos
formulado lo imposible, y digamos que uno no puede de ningún modo vivir en este
mundo sin estar internamente alterado, sin problemas; que no puede vivir una
existencia por completo libre de egocentrismo. Hablar acerca de esto, utilizar
palabras, tiene muy poco significado a menos que, al comunicarnos unos con
otros, descubramos o demos con un estado de total y absoluta quietud. Ello
requiere inteligencia, no fantasía, no algún ensueño peculiar llamado
‘meditación’, no alguna forma de autohipnosis, sino inteligencia.
“¿Qué es
inteligencia? Inteligencia es percibir lo ilusorio, lo falso, lo irreal, y
descartarlo; no afirmar meramente que es falso y continuar en lo mismo, sino
descartarlo por completo. Eso forma parte de la inteligencia. Ver, por ejemplo,
que el nacionalismo, con todo su patriotismo, su aislamiento, su estrechez de
ideas, es destructivo, que es un veneno en el mundo. Y ver la verdad de ello,
es descartar lo falso. Eso es inteligencia. Pero continuar con el nacionalismo
reconociéndolo como estúpido, es esencialmente parte de la estupidez y el desorden
y crea más desorden. Inteligencia no es la ingeniosa búsqueda de argumentos, de
opiniones contradictorias que se oponen unas a otras como si por medio de
opiniones pudiera encontrarse la verdad, lo cual es imposible, sino que es la
comprensión de que el pensamiento con todas sus capacidades, con todas sus
sutilezas, con su extraordinaria e incesante actividad, no es inteligencia. La
inteligencia está más allá del pensamiento.
“Para vivir
pacíficamente, uno tiene que examinar el desorden. ¿Por qué nosotros, los seres
humanos, que supuestamente hemos evolucionado de una manera extraordinaria, que
somos extraordinariamente capaces en ciertas direcciones, por qué toleramos
semejante desorden en nuestras vidas cotidianas y vivimos con él? Si uno puede
descubrir la raíz de este desorden, su causa, y observarla cuidadosamente,
entonces en la observación misma de la causa del desorden, está el despertar de
la inteligencia. En la observación del desorden, no en el esfuerzo por producir
orden. Una mente confusa y desordenada, un estado mental contradictorio, aunque
se esfuerce por producir orden, seguirá siendo el desorden. Estamos
confundidos, nos sentimos inseguros, vamos de una cosa a otra cargando
múltiples problemas; y de un modo de vivir semejante queremos obtener orden. Lo
que entonces parece ser orden, surge de nuestra propia confusión y, por lo
tanto, sigue siendo confuso.
“Cuando
esto está claro, ¿cuál es, entonces, la causa del desorden? Éste tiene muchas
causas; el deseo de realización personal, la ansiedad de no realizarse, la vida
contradictoria que uno vive, diciendo una cosa y haciendo algo por completo
diferente, tratando de suprimir una cosa y de lograr otra. Éstas son todas las
contradicciones internas. Uno puede encontrar muchas causas, la búsqueda de
causas es interminable. Pero uno podría inquirir dentro de sí mismo y descubrir
si existe una causa fundamental. Tiene que existir, es obvio. La raíz, la causa
original es el ‘yo’, el ‘mí’, el ‘ego’, la personalidad generada por el
pensamiento, por la memoria, por múltiples experiencias, por ciertas palabras,
por ciertas cualidades que producen el sentimiento de separación y aislamiento;
ésa es la causa original del desorden. Sin embargo, por mucho que el ‘yo’ trate
de no ser el ‘yo’, eso sigue siendo el esfuerzo del ‘yo’. El ‘yo’ pueda
identificarse con la nación, pero esa misma identificación con lo más grande
sigue siendo el ‘yo’ glorificada. Cada uno de nosotros hace eso de diferentes
maneras. El ‘yo’ es producido por el pensamiento; ésa es la causa original de
este desorden total en que vivimos. Habiendo vivido siempre en tal desorden, y
habiéndonos acostumbrado tanto a él, lo aceptamos como algo natural. Pero
cuando uno observa lo que causa el desorden, empieza a cuestionarlo, lo
investiga y ve cuál es su raíz. Lo observa sin hacer nada al respecto; entonces
esa observación misma comienza a disolver el centro que es la causa del
desorden.
“Inteligencia
es la percepción de lo verdadero; esa percepción descarta lo falso; ve la
verdad en lo falso y comprende que ninguna de las actividades del pensamiento
es inteligencia. Ve que el pensamiento mismo es el producto del conocimiento,
el cual es el resultado de la experiencia como memoria, y ve que la respuesta
de la memoria es el pensamiento. El conocimiento es siempre
limitado eso es obvio- no existe el conocimiento perfecto. Por esto
el pensamiento, con todas sus actividades y todo su conocimiento, no es
inteligencia. De modo que uno se pregunta: ¿Qué lugar tiene el pensamiento en
la vida, considerando que toda nuestra actividad se basa en el pensamiento?
Cualquier cosa que hagamos tiene su base en el pensamiento. Todas las
relaciones se basan en el pensamiento. Todas las invenciones, los logros
tecnológicos, el comercio, las artes, todo responde a la actividad del
pensamiento. ¿Qué lugar ocupan, entonces, el conocimiento y el pensamiento, con
respecto al deterioro del ser humano?
“El hombre
ha acumulado conocimientos inmensos en el mundo de la ciencia, de la
psicología, de la biología, de la matemática, etcétera. Y pensamos que nos
elevaremos por medio del conocimiento, que por él nos liberaremos, nos
transformaremos. Ahora nosotros estamos cuestionando el lugar que el
conocimiento tiene en la vida. ¿Nos ha transformado el conocimiento, nos ha
hecho buenos? otra palabra fuera de moda. ¿Nos ha dado integridad?
¿Forma parte de la justicia? ¿Nos ha dado libertad? Nos ha dado libertad en el
sentido de que podemos viajar, comunicarnos de un país a otro. Tenemos mejores
sistemas de aprendizaje, así como también la computadora y la bomba atómica.
Todas estas cosas son el resultado de la acumulación de vastos conocimientos.
Volvemos a preguntarnos: ¿Nos ha dado libertad este conocimiento, nos ha dado
una vida justa, una vida esencialmente buena?
“Libertad,
justicia y bondad; esas tres cualidades constituían uno de los problemas de las
antiguas civilizaciones que lucharon por encontrar un sistema de vida que fuera
justo. La palabra ‘justo’ quiera decir que uno tiene rectitud, que actúa con
benevolencia, con generosidad, que no tiene tratos con el odio o el
antagonismo. Llevar una clase de vida justa, recta, significa llevar una vida
que no se amolda a un patrón ni a ciertos ideales extravagantes proyectados por
el pensamiento; significa llevar una vida plena de afecto, una vida verdadera,
precisa. Y en este mundo no hay justicia; uno es ingenioso, otro no lo es; uno
tiene poder, otro no lo tiene; uno puede viajar por todo el mundo y conocer
personas prominentes; otro vive en un pueblo pequeño, en una habitación
estrecha y trabaja día tras día. ¿Dónde hay justicia ahí? ¿Puede la justicia
encontrarse en las actividades exteriores? Uno puede llegar a ser primer
ministro, presidente, director de una enorme corporación intercontinental; otro
puede ser para siempre un oficinista en el más bajo nivel. ¿Buscamos, pues, la
justicia externamente, tratando de crear un estado igualitario por todo el
mundo se intenta esto, en la creencia de que habrá de producir justicia- o la
justicia habrá de encontrarse fuera de todo eso?
“La
justicia implica cierta condición de integridad, implica ser total, íntegro, no
dividido, no fragmentado. Eso puede ocurrir únicamente cuando no hay
comparación. Pero nosotros siempre estamos comparando mejores automóviles,
mejores casas, una posición mejor, un mayor poder y así sucesivamente. La
comparación es medida. Donde hay medida, no puede haber justicia. Y no puede
haber justicia donde hay imitación y conformidad. Siguiendo a alguien,
escuchando meramente estas palabras, no vemos la belleza, la cualidad, la
profundidad de estas cosas; podemos estar de acuerdo superficialmente, pero de
hecho nos distanciamos de ellas. Las palabras, la comprensión de la profundidad
que éstas contienen, debe dejar una huella, una semilla; porque la justicia
tiene que estar ahí, dentro de nosotros.
“Conversando
una vez con un psicólogo muy conocido, quien les habla usó la palabra bondad.
¡El otro se horrorizó! Dijo: “Esa es una palabra anticuada, actualmente no la
usamos”. Pero a uno le agrada esa buena palabra. ¿Qué es, entonces, la bondad?
No es el opuesto de lo malo. Si es el opuesto de lo malo, entonces la bondad
tiene sus raíces en la maldad. Cualquier cosa que tenga un opuesto, por fuerza
ha de tener sus raíces en ese opuesto. Por lo tanto, la bondad no está
relacionada con lo otro, con eso que consideramos malo. Está totalmente
divorciada de lo otro. Uno debe mirar la bondad tal como es, no como una
reacción al opuesto. Bondad significa un modo de vida recto, no en términos de
religión o de moralidad o de un concepto ético acerca de la rectitud, sino en
términos de un ser humano que ve lo que es verdadero y lo que es falso, y que
sostiene en sí esa condición de sensibilidad que ve el hecho inmediatamente y
actúa.
“La palabra
‘libertad’ tiene implicaciones muy complejas. Cuando hay libertad, hay
justicia, hay bondad. Se considera que la libertad es la posibilidad de elegir.
Pensamos que somos libres porque podemos viajar al extranjero, o elegir nuestro
trabajo, o hacer lo que nos plazca. Pero donde hay elección, ¿hay libertad?
¿Quién es el que elige? ¿Y por qué tiene uno que elegir? Cuando
psicológicamente hay libertad, cuando uno es muy claro en su capacidad de
pensar objetivamente, de manera impersonal, muy precisa, no sentimental,
entonces no hay necesidad de elegir. Cuando no hay confusión, la elección no
existe.
“¿Qué es,
entonces, la libertad? La libertad no es el opuesto del condicionamiento; si lo
fuera, sería meramente una especie de escape. La libertad no es un escape de
nada. Un cerebro condicionado por el conocimiento, es siempre limitado, está
viviendo siempre dentro del campo de la ignorancia, siempre con la maquinaria
del pensamiento, de modo que no puede haber libertad. Todos vivimos con
diversas clases de miedo, miedo al mañana, miedo a las cosas que nos sucedieron
en muchos ayeres. Si buscamos liberarnos de ese miedo, entonces la libertad
tiene una causa y no es libertad. Si pensamos en términos de causalidad y
libertad, entonces esa libertad no es libertad en absoluto. La libertad implica
no sólo un determinado aspecto de nuestra vida, sino que es libertad total,
ilimitada; y esa libertad no tiene causa.
“Ahora
bien; habiendo establecido todo esto, consideremos la causa del dolor y
averigüemos si esa causa puede terminar alguna vez. Todos hemos sufrido de una
manera u otra, a causa de muertes, por falta de amor, o por haber amado a
alguien sin que ese amor fuera correspondido. El dolor tiene muchas, muchas
caras. Desde los tiempos más remotos, el hombre siempre ha intentado escapar
del dolor; y después de milenios, todavía seguimos viviendo con el dolor. La
humanidad ha derramado lágrimas inenarrables. Han habido guerras que han traído
tantas agonías a los seres humanos, tan enorme ansiedad... y aparentemente
ellos no han podido librarse de ese dolor. La siguiente no es una pregunta
retórica, pero ¿es posible para un cerebro humano, para una mente humana, para
un ser humano, verse totalmente libre de la ansiedad del dolor y de todo el
tormento humano que lo acompaña?
“Recorramos
el mismo camino para descubrir si podemos, en nuestra vida cotidiana, poner fin
a esta terrible carga que el hombre ha soportado desde tiempos inmemoriales.
¿Es posible dar con el cese del dolor? ¿Cómo abordan ustedes una pregunta
semejante? ¿Qué reacción experimentan ante esa pregunta? ¿Cuál es el estado, la
condición de la mente cuando se les formula una pregunta de esa clase? Mi hijo
ha muerto, mi esposa se ha ido, tengo amigos que me han traicionado; he seguido
con gran fe un ideal y, después de veinte años, ello ha resultado infructuoso.
¡El dolor contiene tan inmensa belleza y tanto padecimiento! ¿Cómo reacciona
uno ante esa pregunta? ¿Dice: “Ni siquiera quiero considerar esa pregunta? ¿He
sufrido, sufrir es el destino del hombre, racionalizo el sufrimiento, lo acepto
y sigo adelante”? Ésa es una manera de habérselas con el dolor. Pero no hemos
resuelto el problema. O bien remitimos ese dolor a un símbolo y adoramos ese
símbolo, como se hace en el cristianismo; o como han hecho los antiguos hindúes
es el destino de uno, el karma personal. O, como se hace en el mundo moderno,
decimos que los responsables son nuestros padres, o la sociedad, o que los
causantes de nuestro sufrimiento son alguna clase de genes que hemos heredado,
y así sucesivamente.
“Ha habido
miles de explicaciones. Pero las explicaciones no han resuelto la aflicción y
la angustia del dolor. Por lo tanto, ¿cómo abordan ustedes esta pregunta?
¿Quieren mirarla cara a cara? ¿Prefieren hacerlo casualmente? ¿O se enfrentan a
ella con azoramiento? ¿Cómo abordan desde cerca, desde muy cerca un problema
semejante? ¿Es el sufrimiento diferente del observador que dice: “Yo sufro”?
Cuando el observador dice, “yo sufro”, se ha separado a sí mismo de ese
sentimiento, de manera que no se ha aproximado a él en absoluto. No lo ha
tocado. ¿Puede uno dejar de evitar el sufrimiento, de transmutarlo? ¿Puede no
escapar del sufrimiento sino acercarse a él con la máxima proximidad posible?
Eso significa, entonces, que uno es el sufrimiento. ¿No es así?
“A causa
del sufrimiento podemos haber inventado un ideal de libertad. Esa invención ha
postergado el sufrimiento separándonos aún más de él; pero el hecho es que
somos el sufrimiento. ¿Nos damos cuenta de lo que eso significa? No es que
alguien ha causado nuestro sufrimiento, no es que nuestro hijo ha muerto y que,
por eso, derramamos lágrimas. Podemos verter lágrimas por nuestro hijo, por
nuestra esposa, pero ésa es una expresión externa de dolor o sufrimiento. Ese
dolor es el resultado de nuestra dependencia con respecto a esa persona, de
nuestro apego, es el resultado de aferrarnos a esa persona y sentir que sin
ella estamos perdidos. Entonces, como de costumbre, tratamos de actuar sobre el
síntoma, nunca vamos a la raíz misma de este gran problema que es el dolor. No
estamos hablando acerca de los efectos exteriores del dolor si se
interesan en los efectos exteriores, pueden tomar una droga y tranquilizarse.
Lo que intentamos, es descubrir por nosotros mismos no que alguien
nos lo diga y entonces lo aceptemos de descubrir realmente por
nosotros mismos la raíz del dolor. ¿Es el tiempo el que causa
dolor el tiempo que el pensamiento ha inventado en el reino
psicológico? ¿Comprenden mi pregunta?
[La llama
de la atención]
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“Me parece bastante importante que descubramos por nosotros mismos lo
que se está buscando. La palabra “buscar” tiene un extraordinario significado,
¿no es así? Prescindiendo del significado del diccionario, el acto de buscar
implica que uno avanza desde la periferia hacia el centro. Y este buscar, este
investigar, depende del propio temperamento, de las presiones y tensiones del
ambiente, de las calamidades de la experiencia, de las penalidades de la vida,
de los innumerables afanes de nuestra existencia. Todos estos factores lo
fuerzan a uno a buscar. Si no hubiera presión, reto, calamidad, desdicha, yo me
pregunto cuantos de nosotros buscaríamos algo.
“Investigar significa andar buscando algo, con la esperanza de
encontrarlo. Esta mañana busque esta palabra en el diccionario. Viene de una
palabra latina cuyo significado es ir a buscar, pedir, preguntar, inquirir,
explorar. Yo me pregunto para que estamos explorando, que es lo que buscamos.
¿Podremos descubrirlo alguna vez? ¿O es algo vago, fugaz, en cambio constante
según las circunstancias, según el propio temperamento, los propios placeres y
dolores peculiares de uno?.
“Perpetuamente habremos de buscar, investigar. ¿Qué implican esas
palabras? Implican que desde lo exterior os trasladáis gradualmente al centro,
con arreglo a vuestras particularidades idiosincrasias, gustos y presiones del
ambiente. Es como ir de tienda en tienda probándose varios trajes hasta que os
viene bien algo que os gusta, Y os lo quedáis. Cuando decís que estáis
buscando, lo que en realidad queréis decir es que estáis experimentando
diferentes ideas, conceptos, formulas, pasando de una religión a otra, de un
maestro a otro, hasta que con el tiempo hayáis algo que os gusta, Algo que se
ajusta a vuestro particular temperamento o idiosincrasia. Si no os gusta lo que
hayáis en occidente, acudís al oriente, con su antigua y compleja filosofía, en
la que hay innumerables maestros y gurús entre los cuales escoger; y ahí
quedáis presos, en un grupo de pensamiento, imaginando que es la realidad
perenne. O bien, si no hacéis eso, os volvéis un católico aún más ardiente, o
os sumáis a los existencialistas. ¡Oh Dios mío! ¡Hay tantas cosas de estas en
el mundo! Para mí no hay ni Occidente ni Oriente; la mente humana no es
Occidental ni Oriental. Sea que fuere su origen, Todas las teologías son
inmaduras, como lo son todas las filosofías. Son invenciones del hombre, que,
como está preso en una cárcel de su propia construcción, cree en algo, y en
torno a esa fe crea una teología o proyecta alguna extraordinaria filosofía; y
cuanto más listo sea el filosofo o el teólogo, tanto más aceptable resulta para
el público, para el lector, para el seguidor.
“Mas, ¿es eso lo que todos estamos haciendo? Venís y pasáis aquí dos o
tres semanas, escuchando lo que se dice. Si os parece que no es muy
satisfactorio, que no se os da lo que queréis, acudís algún o instructor o
adoptáis alguna otra filosofía, de la que sacáis un poco más de satisfacción.
Así que, si no quedáis retenidos de modo permanente en un remazo de
pensamiento, seguís adelante, hasta que en otro año tal vez volveréis aquí; y
entonces empezáis de nuevo.
“Creo, pues, que deberíamos comprender este fenómeno extraordinario, sea
en occidente o en oriente, de pasar de una cosa a otra, para buscar, preguntar,
pedir, reclamar, tantear de modo incesante. Es decir, creo que deberíamos ver
muy claramente nosotros mismos que es lo que estamos buscando y por qué. Y si
hay necesidad siquiera alguna de buscar. Seguramente que toda búsqueda implica
un movimiento de la periferia al centro, de la circunstancia a la causa de los
confines al verdadero origen de la existencia. Es decir pasamos de lo externo a
lo interno, esperando encontrar algo real profundo, vital, algo de
extraordinario significado.
“En el curso de este movimiento, pugnamos por practicar distintos
métodos, sistemas, nos torturamos con varias formas de disciplinas, de modo que
al fin de nuestras vidas estamos machacados, con la mente casi paralizado.
“Me temo que a la mayoría de nosotros nos ocurre esto entramos de la
periferia al centro, porque queremos descubrir el modo de ser felices, que es
la verdad, si existe Dios, algo que sea perpetuo, y, por ello, estamos
luchando, respetando, imitando, siguiendo, brutalizándonos las mentes y los
corazones con la disciplina, hasta que no queda nada de nosotros que sea
original, verdadero, real. Ésa es nuestra vida; y cuanto mayor sea la presión,
dolor, la furia de la vida en periferia, tanto más queremos avanzar hacia el
centro.
“Pero, ¿hay una llegada inmediata al centro –sin esta pugna interminable
por llegar allí- y un florecimiento desde el centro? ¿Comprendéis mi pregunta?
“Durante millones de años nos hemos esforzado para pasar de lo exterior
a lo interior con el fin de descubrir lo que es real, y acabamos de ver lo que está
implicado en este proceso. Me digo, pues: “¡que absurdo es todo esto! ¿Por qué
he de torturarme? ¿Por qué he de copiar, de imitar, seguir? ¿No hay una
posibilidad de descubrir o estar en el centro mismo y florecer desde ahí, en
vez de ir al revés?”. Porque, para mí al menos, el hacerlo al revés carece de
sentido; no tiene sentido alguno y, por tato, lo rechazo por
completo. No quiero atormentarme ni seguir a nadie. No
quiero leer solo sobre filosofía ni aguzarme la mente con sutiles argumentos.
Mi mente ya está bastante aguzada tal como está, por ambición, por la ansiedad
y la desesperación, por todas las brutalidades dela vida y no quiero practicar
otro método, otro sistema, ni seguir a otro gurú, maestro, salvador: No quiero
hacer nada de eso. Mirad, estoy pensando en voz alta, no sólo para mí mismo,
sino para aclarar ciertas cosas y para que vosotros y yo podamos entrar en
comunión uno con otro sobre lo que es real, y no luchar perpetuamente mediante
la reacción para pasar de lo externo a lo internos. Estoy poniendo en palabras
lo que sintáis en raros momentos, cuando estéis arto de todo de todo de
vuestras iglesias, vuestros políticos, vuestros bancos y la mezquindad de
nuestras relaciones en el hogar, del fastidio de la oficina, de todas las
tonterías de la vida que son un insulto a la dignidad
humana. Después de haber pasado veinte años o más en ir a la oficina
día tras día o guisando comidas y pariendo hijos, uno tras otro; después de
haber experimentado placer tanto como el fastidio, la mezquindad, la
desesperación de todo eso, tenéis que haberos preguntado a veces si no hay una
posibilidad de llegar de repente, de modo inesperado, a la fuente original, a
la esencia misma de las cosas y vivir desde allí funcionando, floreciendo para
que nunca tengáis que leer un sólo libro, estudiar ninguna filosofía, adoptar
ninguna imagen ni salvador, porque, desde donde miréis, ahí estará ese centro
del que parten toda acción, todo amor, todas las cosas.
“El hecho evidente es que, con nuestra codicia, nuestros celos, nuestro
afán de poseer, con nuestro temor, sentimentalismo, nuestros fugaces placeres,
nuestro ronroneo de satisfacción, somos animales; animales altamente
evolucionados. Si contempláis un animal, veréis que tiene los mismos conflictos
que vosotros. Los monos antropoides son celosos y tienen sus dificultades
matrimoniales; se unen en grupos, primero la familia, luego la tribu, y todo
eso, lo mismo que nosotros; y alguien decía el otro día que estos monos podrían
sentarse en las Naciones Unidas, exactamente igual que cualquier humano. Es un
hecho evidente que nuestro carácter, nuestra devoción, nuestro valor, el miedo,
las guerras, nuestra llamada paz social, nuestras luchas, todo parte de este
trasfondo animal. No tenéis que discutir esto conmigo. Los biólogos, los
antropólogos dicen que es así, si es que queréis autoridades.
“Pues bien, ¿es posible estar libre de todo eso, no con el tiempo,
gradualmente, sin poder desligarse de golpe ,para que todo termine y uno tenga
una moralidad, . del trasfondo animal? Es evidente que para vivir juntos en el
mundo necesitamos una moralidad en la conducta social; pero actualmente nuestra
moralidad diaria- siguen siendo la del animal, y no queremos reconocerlo. Nos
gusta creer que, porque somos un poco más capaces, más eficientes, más
inventivos que los monos, somos también más humanos; pero aun los monos mismos
utilizan instrumentos para captar cosas, inventan a medida que avanzan, de modo
que hay muy escasa diferencia entre ellos y nosotros.
“Así, pues, existe esta extraordinaria actividad de los animales y la
igualmente extraordinaria actividad de la mente humana, que quiere estar
segura, no sólo en el mundo físico, sino también interiormente, lo cual es
todavía un resultado del instinto animal. Y existe, al mismo tiempo, el deseo
de encontrar alguna cosa real, original, un estado sin contaminación, inocente.
Pues, bien, ¿es posible llegar a ese estado de manera súbita, de modo que no
sea cultivado, buscado? Porque la belleza no puede cultivarse; lo mismo que
ocurre con el amor. Tenéis que llegar a ella de repente, como llegarías a una
vista que nunca hubierais contemplado. De súbito ahí está, frente a vosotros,
rica, plena, vital, y formáis parte de ella; y desde ahí vivís, actuáis, sois.
Sin hacer esfuerzo, sin disciplinar, controlar, forzar lo externo, sin imitar,
ni todo eso, de súbito llegáis a la fuente de la vida, al manantial originario
de la existencia. Y, una vez que la mente ha bebido de esa fuente, habrá vivido
y vive de ella para siempre. ¿Es posible tal cosa?
“¿Comprendéis mi pregunta? Esto no es algo sentimental ni místico, no es
algo que deba entusiasmarnos o inspirarnos, ni es nada que sintáis
intuitivamente. No es ninguna de esas cosas, Mientras llevamos vida animal, con
nuestras envidias, celos desesperanzas, eso no es posible; las dos no pueden ir
juntas. ¿es posible cortar, romper de un golpe todo el trasfondo animal y
entonces empezar de nuevo?
“Os mostraré cuán importante, cuán necesario es que esto se haga
posible. Si admitís el tiempo: ayer, hoy, y mañana, entonces quedáis
inevitablemente cautivos del proceso de degeneración, porque siempre estaréis
mirando al mañana y siempre habrá un ayer que condicione el presente. Y, así,
la mente, que es el resultado de siglos, tiene que olvidar el tiempo. De lo
contrario, queda presa en sus redes, en la pugna por lograr, por llegar a ser,
por alcanzar, pasa por todo eso que sólo conduce a la pena, a la desdicha, o a la
decadencia. ¿Qué ha de hacer uno, pues?
“Quiero descubrir de modo inmediato lo que es la verdad, y no esperar
unos pocos segundos ni hasta pasado mañana; quiero salir allá, estoy demasiado
impaciente para esperar. No me sirve el tiempo, la idea de alcanzar algo, al
término de mi vida
“O después de diez mil vidas. Para mí, eso es totalmente infantil,
inmaduro. Todo eso es una invención de la mente en su pereza, en su confusión,
en su desesperación. Quiero estar tan despierto que, cuando abra mis ojos, mi
corazón, mi mente, esté ahí la verdad; y, partiendo de ahí, funcionar, actuar,
vivir, disfrutar de las bellezas de la tierra.
“Ahora vamos a hablar de algo que no puede, en modo alguno, copiarse,
imitarse. Voy a explorar, y espero que exploréis vosotros conmigo, mas, si os
limitáis a seguirme, entonces estáis perdidos.
“Por muy distintas que sean las variedades de temperamentos, todo
movimiento de la periferia al centro es un movimiento positivo, una búsqueda
deliberada, una reacción de hallar y, por tanto, implica disciplina, imitación,
seguimiento, obediencia, la práctica de un sistema. Todo esto es un proceso
positivo; por lo menos es lo que llamáis positivo.
“Comprended esto. No disputéis interiormente conmigo. Veréis cuán
verdadero es a medida que avancemos. No os estoy hipnotizando, ni tratando de
imponeros algo, ni estoy haciendo ninguna clase de propaganda. Eso sería
ridículo.
“Percibe uno, pues, este movimiento positivo y ve toda su importancia,
la ve uno inmediatamente, y no de una manera casual, distraída, con la idea de
“mañana lo pensaré”. No hay pensamiento del mañana, no hay idea de “entre
tanto”. Lo ve uno de modo inmediato y, por tanto, cesa por completo el
movimiento positivo. Uno no ha hecho nada; no ha habido ningún acto de
voluntad, causa deliberada, investigación o llegada a un resultado. Uno ve lo
inmaduro de este movimiento positivo, con sus sacerdotes; ve uno la completa
inutilidad de todo eso. Sacerdotes, iglesias, teologías, los inventores de
ideas, todo esto se desvanece, porque uno percibe la verdad de que este
movimiento positivo de la periferia al centro nunca puede llegar a este último.
Es el movimiento de lo exterior que trata de entrar y, por tanto, sigue siendo
lo exterior. Ve uno ese hecho con agudeza, con una extraordinaria claridad; y
entonces empieza a comprender la belleza del movimiento negativo, ese movimiento
negativo de la mente que no es lo opuesto de lo positivo, sino que viene a la
existencia cuando la mente ha captado el significado de todo movimiento
positivo. Así, la mente ya no esta presa en el movimiento positivo y, por ello,
se encuentra en un estado de negación. Es decir, habiendo visto, no de modo
fragmentario sino completo, la trascendencia de este movimiento positivo, la
mente ya no está en movimiento, ya no está actuando o haciendo; esta, pues, en
un estado que puede llamarse negativo. ¿Comprendéis? Voy a explicarlo de manera
distinta.
“Personalmente, nunca leo libros de estas cosas, no quiero, no me
interesa, porque, veo en mí mismo a la humanidad entera, no en forma mística,
metafórica o simbólica, sino real. Yo soy vosotros y el mundo. En mí está todo
el tesoro del mundo y, para descubrirlo, tengo que comprenderme e ir más allá
de mí mismo. Si no me comprendo, no tengo razón de ser, no tengo esencia; no
soy más que una entidad confusa. Y cuanto más busco, estudio, sigo, tanto más
confuso que vuelvo; dependo de maestro, de mi temperamento, de mis deseos y,
por tanto, mi confusión crece.
“Veo, pues, lo importante que es comprenderme a mí mismo por entero, sin
esfuerzo, es decir, sin convertir en un problema la comprensión de mí mismo.
Para comprenderme a mí mismo debo tener una mente que no haga ningún movimiento
positivo para corregir o no corregir lo que ve. Como dije el otro día, tanto la
mente consciente como la inconsciente son triviales, y tengo que comprender
esta trivialidad; tengo que comprenderla inmediatamente, para que el
inconsciente no me gaste bromas, no proyecte visiones, imágenes, secretos
deseos, cuando no le presto una atención total, lo cual se convierte a su vez
en otro problema.
“¿Entendéis todo esto?
“Veo que, para comprenderme por completo, hace falta una mente que no
esté influida, sin motivo, sin movimiento, una mente vacía por completo de
acción positivo. Y cuando, con esa claridad mental, puedo mirarme, ese mirar
mismo disuelve lo trivial, que es el “yo”.
“Fíjense que no estoy inventando una filosofía y, por el amor de Dios,
no interpreten esto como algo peculiar de Oriente y todos esos disparates. No
es una idiosincrasia del que habla, que casualmente ha nacido en un país donde
el sol calienta mucho y pone morena la piel. Por ese calor y por la indolencia
que suscita, y también por la pobreza, existen los que siguiendo un camino
interior escriben filosofía, inventan religiones, dioses y todo lo demás.
“Dejad eso para ellos, no estoy hablando de estas cosas.
“Estoy hablando sobre algo que no es de Oriente ni Occidente, que no es
personal ni impersonal: es lo verdadero. Ha llegado uno de modo súbito a un
estado en que la mente ya no está movida por el deseo de quedar satisfecha, ya
no exige experiencia ni la busca. Tiene uno que dar con ello, Porque no hay
nadie que lo enseñe, y esto requiere energía. Con la palabra “energía” me
refiero al enfoque de toda nuestra atención, sin ningún sentido de distracción.
En realidad, no existe la distracción, sólo existe la inatención. ¿No? Me
alegro de que alguien no esté conforme.
“¿Existe eso que llamamos distracción? Al caminar, al avanzar, miro. La
mente va de acá para allá, a distintos puntos, y si se mueve, si se sale del
camino principal, del propio centro, lo llamo distracción. Más cuando no hay un
centro propio, ni un sendero recto por el cual caminar, entonces no hay
distracción.
“Es muy importante comprender esto. Si comprendéis esto con toda
claridad, veréis que desaparece por completo todo esfuerzo para concentraros,
con el conflicto que ello crea; y entonces no hay distracción. El mirar al
cielo, ver la faz de un bello niño, oír el murmullo de ese riachuelo y el
terrible ruido de un reactor que pasa por alto, observar a la gente, a los
políticos, a los sacerdotes, escuchar vuestra propia mente y vuestro propio
corazón, percibir vuestras propias exigencias, desesperaciones: no hay
distracción de ninguna de estas cosas, desde el mirar al cielo hasta el miraros
a vosotros mismos. Todo ello forma parte de una formalidad. Y esta sólo puede
ser vista cuando hay completa atención; y la atención completa se niega cuando
admitís la distracción. ¡Ojalá veáis esto!
“Cuando hay atención completa, nunca consideráis algo como distracción.
Sexo, celos, ansiedad, miedo, amor, pasión, nada de lo que miráis es
distracción, todo está dentro de la llama de la atención, y, por tanto, no hay
nada fragmentario. El político, el sacerdote, el rito, todos ellos forman parte
de la totalidad. En el movimiento positivo de la mente hay distracción,
fragmentación; mas cuando la mente no tiene movimiento y es, por tanto,
negativa, si puedo usar esta palabra, no hay fragmentación de la vida. Entonces
la nube del cielo, el polvo del camino, la flor al lado de él y el susurro de
vuestro propio pensamiento, todo ello forma parte de la totalidad. Mas esa
totalidad sólo puede comprenderse cuando ha cesado por completo el movimiento
positivo de la mente.
“Veis, pues, por vosotros mismos, que para dar con este centro, con esta
fuente original de las cosas, que es lo supremo, tiene que terminar todo
movimiento de la mente, mas no torturándola con la disciplina ni, como hacen en
ciertas sectas, planteando la cuestión de manera tan extraordinariamente
difícil o fantástica, que la mente tenga que callarse asustada. Eso carece por
completo de madurez. Desde el principio tenéis que ver la verdad de todo
movimiento de vuestro pensar y sentir; y eso sólo lo podéis hacer cuando la
mente es por completo “negativa”, está en silencio, quieta. Y eso puede hacerse
de modo inmediato. Es como salirse del camino, el camino de la acción positiva
que el hombre ha seguido por costumbre durante miles y miles de años. Podéis,
simplemente, saliros de ese camino sin ninguna expectación, sin exigir ni
buscar nada. Sólo lo podéis hacer cuando veis todo el movimiento del hombre y
no sólo el de un hombre determinado; es decir, cuando veáis en vosotros mismo
el movimiento de la totalidad. Cuando percibís todo esto de una ojeada (y esto
es lo único que tenéis que hacer, nada más), Entonces estáis realmente
caminando en libertad; y partiendo de esa libertad hay acción, que no deja la
mente paralizada.
[La
mutación psicológica]
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